Crítica: El Hombre Indestructible (1956)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1956: Lon Chaney Jr. (Charles “el carnicero” Benton), Max Showalter (teniente Richard ‘Dick’ Chasen), Marian Carr (Eva Martin), Ross Elliott (abogado Paul Lowe)

Director: Jack Pollexfen, Guión: Sue Dwiggins & Vy Russell

Trama: Un atraco fallido, un brutal ladrón atrapado y condenado a muerte por haber asesinado a varios policías en su intento de fuga del lugar del crimen, un botin desaparecido. Ahora Charles “el carnicero” Benton se encuentra en el pabellón de la muerte, esperando ser llevado a la cámara de gas. Su abogado Paul Lowe lo presiona para que le indique el lugar en donde escondió el botín, pero Benton está convencido que todo ha sido una maniobra del abogado para quitarlo del medio y quedarse con todo el dinero. Ahora Benton ha jurado vengarse del letrado y de sus antiguos compinches… misión que comenzará a cumplir cuando, en un giro inusual del destino, “el carnicero” regrese de la muerte después que su cadáver fuera sometido a una droga experimental por un par de inescrupulosos científicos que se han apoderado de su cuerpo. Pero el experimento no sólo le dió la vida sino también una fuerza descomunal y una piel indestructible, con lo cual Benton es inmune a las balas y al fuego. Dejando un reguero de cadáveres en su camino, la policía sigue de cerca sus pasos; pero todos los intentos de detenerlo resultan infructuosos y, a menos que ocurra un milagro, Benton concretará su venganza y desaparecerá con su botín malhabido, convirtiéndose en el enemigo público más temido por las autoridades.

El Hombre Indestructible Dentro del cine fantástico hay un par de capítulos de los cuales no soy muy fanático: el terror gótico – del estilo de la Hammer o de las adaptaciones de Poe hechas por Roger Corman en los 60s -, y el cine fantástico previo a los años 50. El primero me aburre hasta la muerte – amén de que no me asusta en lo más mínimo – y el segundo me parece monótonas variaciones del tema del científico loco, ése que se aplica algo a sí mismo y se transforma en un criminal imparable, o genera algún engendro mutante que termina actuando como su secuaz. En realidad los científicos locos no son más que variaciones de temas clásicos como Frankenstein y El Hombre Invisible, con tipos munidos de batas blancas y manejando laboratorios arcaicos atestados de bobinas Tesla.

El Hombre Indestructible es una entrada tardía en el subgénero de científicos locos. Mientras que el tema estuvo de moda en los años 30 y 40 – con decenas de seriales baratos y películas serie B protagonizadas por Boris Karloff o Bela Lugosi -, en los cincuentas la sensación del momento eran los monstruos gigantes, el poder del átomo y las invasiones extraterrestres. Es por ello que El Hombre Indestructible parece filmada 10 años antes de lo que indica su fecha de producción. La historia es extremadamente rutinaria y lineal – hampón vuelve de la muerte para vengarse de la traición de sus compañeros criminales; descubrimiento de un superpoder que le sirve para completar dicha misión; y un operativo masivo de la policía que se degenera en una virtual cacería del monstruo -, pero no por ello deja de ser efectiva. Uno sabe hacia dónde va y como vienen los giros de la trama, con el plus de que la película dura unos escasos 70 minutos.

El problema con El Hombre Indestructible pasa porque el monstruo de marras no asusta en lo más mínimo. El rol está a cargo de Lon Chaney Jr., estrella de terror desgraciada si las hay, un tipo que da la impresión de ser más un borracho triste que una máquina de despedazar gente. Mientras que el enorme físico de Chaney le da el porte, la cara del actor definitivamente no ayuda; es inexpresivo y, para colmo, el director Jack Pollexfen se ensalza en repetir primerísimos planos de Chaney enojado, con lo cual parece más un nene teniendo un berrinche (o un borracho con un fuerte ataque de conjuntivitis) que un temible homicida desbordado por la ira. Igual el filme se da maña para crear algunos tibios momentos de shock, como Chaney lanzando gente por los aires a lo largo de una interminable escalera, o despachándolos en trayectoria directa contra el asfalto desde un cuarto piso.

El Hombre Indestructible es una típica rutina serie B pasable, y sin mayores aspiraciones de ser un pasatiempo digerible. Cumple con sus propósitos, pero uno se olvida de ella a la media hora de haberla visto, lo cual demuestra que no ha cometido ningún pecado aborrecible pero tampoco que ha hecho algún tipo de mérito como para resultar mínimamente memorable.