Crítica: El Hombre Ilustrado (The Illustrated Man) (1968)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1968: Rod Steiger (Carl), Robert Drivas (Willie), Claire Bloom (Felicia), Tim Weldon (John), Christie Matchet (Anna)

Director: Jack Smight, Guión: Howard B. Kreitsek, basado en la recopilación homónima de cuentos de Ray Bradbury

Trama: Norteamérica, época de la Gran Depresión. Willie es un adolescente que se encuentra cruzando el país en busca de trabajo cuando se topa con Carl, un perturbado hombre cuyo cuerpo se encuentra cubierto de tatuajes. Carl comienza a contarle que las ilustraciones se las hizo una hechicera – de la cual se había enamorado – y que los tatuajes cobran vida frente a los ojos de quienes lo ven. Pero Willie no puede despegar la mirada de los dibujos, los cuales le ilustran tres historias: una familia del futuro cuyos chicos se encuentran obsesionados con su último juguete – una sala de realidad virtual -; una expedición espacial que ha caído accidentalmente en un planeta donde llueve continuamente – y el ruido de la lluvia termina por desquiciarlos -; y la terrible decisión que deben tomar una pareja de padres sobre sus hijos ante la inminencia del fin del mundo.

El Hombre Ilustrado Hay autores que funcionan mejor en el papel que en el cine. Por ejemplo Raymond Chandler, que era un estupendo narrador pero que no era tan bueno a la hora de crear argumentos – o eran demasiado complejos o excesivamente simples -. El otro ejemplo es Ray Bradbury. En los años en que me dedico a paladear cine fantástico, nunca vi una adaptación de algún trabajo suyo que me impresionara, sino mas bien todo lo contrario. Su serie El Teatro de Ray Bradbury – basada en sus obras – me parecía tonta y poco atractiva; la versión televisiva de Crónicas Marcianas me resultó despareja, y lo último que llegó a la pantalla – El Sonido del Trueno – bordeaba lo horrible.

Es posible que lo de Bradbury sea más la prosa que las ideas. Digamos: no es un individuo de conceptos fascinantemente delirantes como Isaac Asimov, Arthur C. Clarke o Philip K. Dick. En el papel la cadencia de su narración combina bien con sus conceptos, que son relativamente modestos comparados con otras luminarias de la ciencia ficción. En su blog, Richard Scheib lo compara como el Walt Whitman de la sci fi, con una narración poética y alegórica. Cuando a relatos de ese tipo se les quita el estilo y se los transforma en imágenes, pierden toda su gracia.

En el caso de El Hombre Ilustrado quedan patentes las deficiencias de Bradbury como escritor. Aquí la prosa la maneja el director, y quedan del autor sólo los conceptos básicos de las historias… pero ninguno es demasiado interesante, y ni siquiera están redondeados como corresponde. El comienzo de la película es realmente muy bueno, con Rod Steiger como un tipo agresivo y bruto que se topa con el muchacho que viaja a través del país. Es una situación dramáticamente tensa – uno no sabe qué es lo que puede hacer Steiger -, y la narración del origen de sus tatuajes es fascinante. Ahora el desquiciado Carl recorre los pueblos, intentando ubicar la casa de la mujer que le grabó las ilustraciones mágicas en la piel… ya que la misma se ha desvanecido en el aire. Pero el gravísimo problema que tiene la película es que, tras semejante comienzo potente – en una onda de realismo mágico; imaginen depresión y hechiceras -, el tono del filme se va al diablo cuando abruptamente saltamos a la primera historia que proyectan los tatuajes. No sólo porque queda descolgada sino porque también es una historia muy boba – los chicos que tienen una sala de realidad virtual, y generan un escenario en Africa (lleno de leones) para deshacerse de sus padres -. A esas alturas uno no sabe si es la historia de Carl y la hechicera en el futuro, además de resultar irritante ya que cae como un balde de agua helada cuando toda nuestra atención estaba puesta en la escena de la Gran Depresión. Lo mismo ocurre con las otras dos historias, que son insulsas a más no poder y surgen cuando algo realmente interesante está pasando entre Rod Steiger y el muchacho en la década del treinta.

Sinceramente no sé por qué Jack Smight no adoptó una estructura por capítulos mucho más tradicional. Filmes con segmentos han existido siempre, y cuando hay un hilo conductor – en este caso, el hombre ilustrado que es la excusa para narrar los cuentos -, hay un corte y quizás unos títulos que identifican que estamos pasando a otra historia. Pero aquí no hay esas transiciones y para colmo los mismos actores – Steiger, Claire Bloom, el joven Robert Drivas – aparecen en todos los capítulos, lo que resulta confuso. Además, es chocante que las historias se ambienten en un futuro espacial, ya que estábamos inmersos en los años treinta. Y eso sería excusable si las anécdotas de los capítulos fueran buenas pero no lo son. En el episodio de la sala de realidad virtual – un hallazgo de Bradbury, siglos antes que uno viera el Holodeck de Viaje a las Estrellas y que siquiera existiera ese concepto -, el espectador sabe de antemano cómo va a terminar el relato; en el caso de Las Lluvias de Venus, hay una situación interesante – llueve todo el tiempo y el ruido es tan atronador que vuelve loca a la gente – pero la resolución es muy tonta; y en La Ultima Noche del Mundo, la anécdota está muy mal filmada: el mundo se termina esta noche consumido en una oleada de fuego, y dos padres deciden envenenar a sus hijos para evitarles el sufrimiento … pero a la mañana siguiente las predicciones fallan y los chicos están muertos. ¿Qué tiene de interesante esto cuando está filmado en menos de cinco minutos?.

Y ni siquiera la resolución de la historia principal – la suerte del hombre tatuado – logra redimir a la película, ya que es igual de inepta. El problema con estos relatos – y con Bradbury -, es que no entiende el concepto de por qué funcionaba La Dimensión Desconocida. Rod Serling hacía unos geniales chistes de humor negro, reservando enormes sorpresas para el final de la historia – donde todo lo que habíamos percibido terminaba por volverse en nuestra contra -. Acá todas las tramas arrancan muy bien (con un concepto interesante) y terminan por convertirse en sopas frías. No hay giro de tuerca – si la hay, no es sorpresiva -, y de ninguna manera terminan en alguna revelación shockeante. Parte es problema del director Smight, pero gran parte de la culpa es el original de Bradbury.

El Hombre Ilustrado es inepta y mediocre; actualmente Zack Snyder – el mismo director de 300 y Watchmen – tiene en carpeta dirigir una remake para el 2010. Y yo creo que si Snyder no hace una reimaginación profunda de los relatos, no va a poder lidiar con este puñado de historias castradas que ha concebido Bradbury, simplemente porque tienen finales bobos y no son en absoluto interesantes.