Artículos: la historia de El Planeta de los Simios (1968)

Volver al Indice – artículos sobre Cine Fantástico / un artículo de Alejandro Franco

En 1968 aparecía una película que marcaba toda una revolución cultural y sacaría a la ciencia ficción del gueto de los seriales baratos y la serie B. Antes que La Guerra de las Galaxias existió otro fenómeno de culto, y ésta es la crónica del empecinado productor de Hollywood que luchó contra lo imposible para poder materializarlo.

Artículos: la historia de El Planeta de los Simios (1968)

Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, reza el dicho. Y detrás de todo gran filme hay un gran productor. En el caso de El Planeta de los Simios el filme, sus secuelas, la franquicia… el legado – se trata de Arthur P. Jacobs. Fue gracias a Jacobs – y de su lucha contra viento y marea durante años – que Planet of the Apes pasó de ser una idea delirante a un filme que cambiaría a la industria cinematográfica de una vez y para siempre. El hombre que creyó en el proyecto a pesar de todo. El idealista que convenció a medio mundo de que debían darle una oportunidad. El gran armador que reunió al equipo de talentos y técnicos que era necesario para convertir al proyecto en un filme épico que haría historia.

Pero Jacobs no era un hombre de medias tintas. Su vida y su carrera fueron tan intensas como su espíritu, un precio que terminaría pagando con el cuerpo en 1973 cuando fallecería de un ataque cardíaco a la temprana edad de 51 años.

Arthur P. Jacobs: el hombre de negocios… el visionario

Jacobs comenzó en la industria a los 21 años, trabajando como mandadero para la MGM en 1943. En tan solo cuatro años Jacobs saltaría de la MGM al departamento de publicidad de la Warner Brothers, lugar en donde aprendería con holgura todos los vericuetos del oficio. Y en 1947 se convertiría en uno de los representantes de artistas mas jóvenes de la industria, con apenas 25 años de edad. Para 1959 el talento de Jacobs había seducido a super estrellas tales como Gregory Peck, James Stewart, Judy Garland y Marilyn Monroe, los cuales terminaron enrolados en su agencia.

Pero, como suele ocurrir en Hollywood, Jacobs no quería permanecer en la periferia y quería ser parte del negocio. Es por eso que terminaría convirtiéndose en productor, formando en 1963 APJAC Productions y despachándose con su primer film, What a Way to Go!, una comedia multiestelar con Robert Mitchum, Shirley McLaine, Paul Newman, Dean Martin, Gene Kelly y Dick Van Dyke, distribuída a través de la Fox. La película tendría su éxito y le daría cierta posición de poder con la Fox, asegurándole el flujo de recursos necesarios para concretar su siguiente proyecto, la desproporcionada Doctor Dolittle (1967).

Doctor Dolittle estuvo plagada de problemas desde el principio: pésima elección de escenarios que demoraron el rodaje e hicieron escalar los costos; el insoportable divismo del protagonista, Rex Harrison, que hacía desplantes de todo tipo en el set; horrendas canciones, guión mediocre… Si uno analiza en profundidad, verá que los problemas de producción de Doctor Dolittle no eran excepciones sino la regla en una era caracterizada por superproducciones excesivas y costosas, la mayoría de las cuales no llegaban a recuperar la totalidad de sus costos en la taquilla y hasta llegaban a poner en aprietos a los estudios que las bancaban. La Fox conocía de sobra el tema cuando estuvo a punto de fundirse a causa de la disparatada producción de Cleopatra en 1963.

Pero Doctor Dolittle dejó ganancias – magras en comparación al enorme presupuesto, pero ganancias al fin – e incluso llegó a competir por algunos Oscars a causa del fuerte lobby que hizo la Fox frente a la Academia, considerando que su bendición podía revivir al filme en la taquilla. Con el honor intacto – a pesar de las complicaciones de Doctor Dolittle -, Jacobs decidió tirarse al agua con su proyecto mas jugado, una fantasía de ciencia ficción basada en una novelita francesa cuyos derechos había adquirido antes de que entrara en prensa en 1963… y que daría lugar a una épica legendaria.

Nace El Planeta de los Simios

Para 1963 Pierre Boulle era un escritor de éxito. Había sido espía durante la Segunda Guerra Mundial, y buena parte de sus experiencias en la guerra las había plasmado en su primera novela, El Puente Sobre el Rio Kwai (1952), la cual se convirtió en un formidable éxito literario. Hollywood salió corriendo a comprarle los derechos, dando lugar a una aclamada adaptación cinematográfica que rompería récords de taquilla, sería aplaudida por el público y la crítica, y se alzaría con siete Oscars en 1957.

Pero Boulle era un escritor inquieto, saltaba de un género a otro, y con una sólida carrera literaria decidió hacer su obra mas experimental y alegórica, La Planète des Singes, en 1963.

En La Planète des Singes, dos astronautas recogen una botella flotando en el espacio, la cual contiene un mensaje. En él, un astronauta del año 2500 llamado Ulysse Mérou cuenta su historia: habiendo formado parte de una expedición al sistema Betelgeuse, tras dos años de viaje llegaron a un planeta habitable donde se toparon con una raza humanoide sumida en estado salvaje. El primer encuentro no sale como esperaban: los humanoides atacan la nave de Mérou y la destruyen, e incluso asesinan al chimpancé que la misión tenía como mascota. La razón: un sentimiento de profundo horror y odio hacia los primates… pero Mérou no alcanza a comprender el por qué hasta que se topa con una cuadrilla de simios parlantes, vestidos y civilizados, que cazan y matan a los humanoides por deporte o simplemente los atrapan para esclavizarlos. La sociedad simia del nuevo planeta no difiere demasiado de la sociedad humana del siglo XX, incluso posee el mismo grado de avance tecnológico. Cada raza simia tiene una función predefinida en el comando de la sociedad en su conjunto: los agresivos gorilas forman la policía y el ejército, los orangutanes tienen a su cargo el gobierno y los altos mandos religiosos, y los chimpancés son científicos.

Habiendo sido atrapado y llevado a un laboratorio, Mérou da muestras de su inteligencia a dos chimpancés, Cornelius y Zira, quienes lo exhiben ante la civilización simia, le dan privilegios y vestimenta, e incluso le dan una compañera con la cual Mérou tiene un hijo. Mientras tanto Cornelius – un prominente arqueólogo – ha dado con los restos de una antigua civilización humana y ha hallado un dispositivo parlante que le explica los sucesos históricos que la llevaron a la decadencia y eventual extinción. Habiendo domesticado a los simios como mascotas primero, y como sirvientes inteligentes después, los humanos comenzaron un proceso de retroceso intelectual que terminó con el alzamiento de los simios, la toma de ciudades, la erradicación a campos de concentración y mas tarde el exterminio de los humanos presos, dando lugar a una desbandada general y su exilio en bosques y montañas como si fueran animales salvajes.

La historia aterroriza a Mérou, quien teme que el racismo de la sociedad simia termine por gestar un atentado contra sus vidas. Sabiendo que los simios tienen preparada su primera misión espacial, Mérou se ofrece como sujeto de pruebas y logra recalibrar el trayecto de la nave, volviendo a la Tierra después de todos estos años. La enorme sorpresa de la historia es que, al aterrizar en París, Francia, los oficiales que salen a recibirlo son simios.

(N de R: como puede verse, la historia de Boulle es tan rica en ideas que pueden encontrarse la simiente de varias de las secuelas de la saga – desde Conquista del Planeta de los Simios hasta la nueva trilogía, pasando por la fallida remake de Tim Burton cuyo clímax es mucho mas fiel al final de la novela original -)

La historia concluye con los astronautas que recogieron el manuscrito – que resultan ser simios inteligentes -, los cuales descartan la historia por ser absurda y porque la noción de un humano inteligente es ridícula.

Asegurándose los derechos de una novela delirante

Considerando la época, la premisa de La Planète des Singes era demasiado sicodélica. Sin embargo Jacobs – que estaba en Francia en 1963 y que por un agente literario había tenido acceso a un resumen de la novela de Boulle previo a su ingreso en la imprenta – se sintió obnubilado por la premisa hasta el punto de que compró los derechos antes de que saliera a la calle. Jacobs admiraba desde niño a King Kong, y él estaba buscando un proyecto similar. Y aunque la historia de Boulle sonaba disparatada, si podía ser materializada de manera decente podía dar lugar a un éxito fenomenal. El tema era cómo concretarla, en una época en donde la ciencia ficción era un género despreciado en el ambiente cinematográfico por ser considerado demasiado juvenil y pulp, habiendo sido reducido a los seriales, la TV y la serie B. Claro, hubo exponentes de calidad en los años 50 – El Día que Paralizaron la Tierra, El Enigma de Otro Mundo, Planeta Prohibido, This Island Earth y La Guerra de los Mundos -, pero eran costosos, no tenían el éxito asegurado (Planeta Prohibido y This Island Earth habían puesto en apuros económicos a los estudios que la bancaron), y eran mas ejemplos aislados de un género que peleaba por salir del gueto antes que una tendencia comercial extendida y lucrativa.

Jacobs salió de gira por los estudios a intentar seducir a los ejecutivos, pero la respuesta fue negativa. Llevaba bajo la manga un montón de dibujos conceptuales sobre cómo sería la versión final del filme, pero no convencieron a nadie. Empecinado en su misión, Jacobs se fue a ver a Rod Serling – porque si había alguien en esa época que sabía sobre el género fantástico era él, el autor de la serie de culto La Dimensión Desconocida – y logró que le redactara un libreto. Y volvió a salir de ronda por los estudios, viendo incluso a gente por afuera del sistema como J. Arthur Rank en Inglaterra y Samuel Bronston en España, pero todos le dijeron que no.

Si el prestigio de Serling no bastaba para vender la idea, a Jacobs se le ocurrió seguir sumando nombres al proyecto. ¿Qué tal una estrella?. O mejor dicho ¿qué tal si contrato a la mayor estrella de todos los tiempos?. Y así fue como terminó yendo a ver a Charlton Heston, el cual aceptó en menos de una hora.

El curriculum de Heston era impresionante por donde se lo mire: desde Los Diez Mandamientos hasta Ben-Hur, desde Marabunta hasta El Cid… y todos los filmes que seguirían en su carrera, desde Aeropuerto 75 hasta Terremoto pasando por Cuando el Destino nos Alcance. El tipo tenía la etiqueta de “épico” grabada a fuego en su frente, y su enrolamiento era un fuerte respaldo para el proyecto de Jacobs. Pero a Heston no lo entusiasmaba tanto el tema de los simios sino el del dilema de Taylor – el protagonista humano de la versión retocada por Serling -, el cual era un misántropo que se veía obligado a trocar radicalmente su postura al descubrirse inmerso en una sociedad profundamente racista, convirtiéndose de facto en el inesperado defensor de los valores de la raza humana a la cual tanto despreciaba.

Heston se convirtió en copiloto de Jacobs en el proyecto. Fue Heston quien le sugirió traer a Franklin J. Schaffner como director, ya que lo conocía luego de haber trabajado juntos en The War Lord (1965). Para ese entonces la experiencia de Schaffner era relativamente poca (apenas cuatro filmes previos a El Planeta de los Simios) pero había hecho thrillers políticos, cintas de espionaje, dramas intimistas y dramas históricos con total eficiencia, convirtiéndose en un cineasta con una visión tan amplia que podía manejar perfectamente cada una de las facetas de un proyecto tan complicado como éste. Mas tarde Schaffner se revelaría como un director de porte con obras monumentales como Patton y Papillon.

Con Serling, Heston y Schaffner bajo el brazo, Jacobs volvió una vez mas a la carga y regresó a visitar a los mismos ejecutivos que ya lo habían rechazado dos veces. Todos le dijeron que no… excepto Richard Zanuck de la Fox, quien le pidió una prueba de cámara… ya fuera para comprar la idea o para sacarse de encima a Jacobs de una vez por todas.

Con el ultimátum de Zanuck Jacobs tuvo que salir a buscar a un maquillador experto, alguien que pudiera materializar el milagro. Y a todos los que consultó le señalaron a John Chambers como el tipo adecuado para el trabajo. Chambers era un veterano de la industria del cine pero, antes de eso, trabajo para el ejército creando prótesis para los veteranos mutilados durante la Segunda Guerra Mundial. La carta de presentación de Chambers fue la truculenta La Lista de Adrian Messenger donde un montón de super estrellas como Kirk Douglas, Tony Curtis y Burt Lancaster aparecían ocultas bajo una tonelada de maquillaje, lo que le daba un rostro totalmente distinto (y donde el juego con los espectadores eran que adivinaran quién era quién bajo el maquillaje).

La tarea de Chambers era titánica: debía crear técnicas nuevas y hacer que el resultado en pantalla se viera creíble. Jacobs y Chambers armaron una prueba piloto que consistía en dos partes: en la primera un narrador ubicaba al público en la historia – cómo la nave espacial de Heston quedó varada en un planeta desconocido, cómo se topan con los humanoides, el descubrimiento de que éstos son cazados y (en lo que es la mayor sorpresa de la trama) cómo los cazadores son simios inteligentes capaces de operar vehículos y armas -; en la segunda estaba directamente Heston, discutiendo ideas con el doctor Saius – un maquillado Edward G. Robinson, amigo personal de Heston y cuyo frágil estado de salud le impediría anotarse en el filme final al no soportar las largas sesiones de make-up -, el orangután que hace de oficial científico en el borrador que Rod Serling había escrito.

El corto de prueba mostrado a Zanuck en 1968. Tras una larga introducción, a los 2:50 se puede ver a Edward G. Robinson (maquillado como el doctor Saius) conversando con Charlton Heston.

Jacobs metió tanta gente como pudo en la sala de proyección de Zanuck. El mismo Zanuck era escéptico respecto del maquillaje – “si se empiezan a reir, olvidáte”, le amenazó a Jacobs – pero, cuando empezaron a proyectar el test. la audiencia se quedó muda. Deslumbrados, tensos, asombrados. Fue el mismo Zanuck quien se dirigió a Jacobs y le dijo que tenía luz verde para hacer la película.

Claro, el proyecto estaba muy verde y había que hacer ajustes. El libreto de Rod Serling seguía muchas de las ideas de Pierre Boulle… incluyendo la idea de una civilización simia moderna. Pero ello implicaba un despliegue que el presupuesto de producción no podía abordar y fue por eso que Schaffner sugirió hacerle cambios al libreto – comenzando por hacer mas primitiva la sociedad simia, de manera de utilizar caballos y utilería propia de los westerns, lo cual era mucho mas barato – y por eso trajo a Michael Wilson, un libretista que estuvo proscripto durante la oscura era del Macartismo.

Pero si Wilson cambiaba la historia de época y ajustaba diálogos y escenas, lo que quedaban intocables eran los conceptos básicos del libreto de Serling: la redención del misántropo protagonista; la historia como alegoría contra el racismo;… y la formidable revelación del clímax. Sobre el final de la Estatua de la Libertad – donde un desolado Charlton Heston encuentra los restos del monumento en una playa desierta y se da cuenta que el planeta de los simios es la mismísima Tierra – la leyenda cuenta que la idea surgió durante un almuerzo entre Jacobs y Blake Edwards – que en ese momento era candidato a dirigir el filme -. Empezaron a cuestionar qué pasaría si el personaje de Heston hubiera estado en la Tierra todo el tiempo. Y, al salir del restaurant, se toparon con un mural de la Estatua de la Libertad en la pared, tras lo cual ambos la vieron, se miraron y dijeron “Rosebud!” (por la palabra clave que revela el secreto del protagonista de Citizen Kane, 1941). Mas tarde Edwards se fue del proyecto y Jacobs le encargó a Serling que insertara ese final, aún cuando Serling quería respetar el final original de Boulle (de que Heston estaba realmente en otro planeta). Mas allá de las discrepancias artísticas, el climax de El Planeta de los Simios terminaría dando a luz a una de las escenas mas icónicas de la historia del cine.

Mientras tanto, a Chambers le tocaba el trabajo mas pesado. Para poder maquillar a todo el cast se vió obligado a reclutar un ejército de 78 maquilladores a los cuales instruyó en las técnicas que había inventado para convertir a los actores en simios. Era tal la demanda de los especialistas que durante meses no hubo maquilladores disponibles en todo Hollywood. El proceso de maquillaje duraba cinco horas y no podía desmantelarse así no más, así que los actores tuvieron que acostumbrarse a comer, beber y hasta fumar a través de los postizos y los apliques.

Si el proceso de maquillaje era un tortura, el clima en el set no era el mejor. Los exteriores se rodaron en un rancho de California en pleno verano a mas de 40 grados (imaginen a los actores – cargados con apliques de látex, pelucas y gruesos uniformes de cuero – filmar en semejante horno ); y, cuando filmaban escenas nocturnas, el ambiente se ponía peor: las luces del set elevaban la temperatura a casi 60 grados con lo cual los desmayos y los episodios de deshidratación eran frecuentes. Kim Hunter (Zira) recuerda: “Mi médico me recetó Valium y era la única manera de sobrevivir. Fue una locura para todos nosotros. Problemas sicológicos para todos, sin excepción. Con mi maquillador teníamos una pequeña rutina: él cargaba su vaso lleno de whisky escocés y yo un gin gigante que tomaba con sorbete, ya que era la única manera de tolerar el largo proceso de retiro del maquillaje. Pero Roddy McDowall (Cornelius) una vez no lo pudo resistir y se arrancó todo en un ataque de desesperación… desapareciendo con él sus dos cejas”.

Para los actores era una agonía física; y no solo el calor y el maquillaje sino también las múltiples escenas que debían rehacer. Chambers estaba todo el tiempo al lado del director y, si en esa escena el maquillaje se veía mal o poco creíble, había que hacer retoques, cambiar el ángulo y la iluminación, y volver a hacerla.

Haciendo historia

El Planeta de los Simios tuvo un pre-estreno el 8 de Febrero de 1968 en el Capitol Theatre, y el estreno a nivel nacional fue el 3 de Abril de ese mismo año. La respuesta de público y crítica fue masiva y unánime. Considerada al instante un nuevo clásico – y uno de los mejores filmes de 1968 -, hasta la odiada Pauline Kael tuvo palabras de elogio para la película. Con un presupuesto de casi 6 millones de dólares, El Planeta de los Simios recaudó 33.4 millones, casi seis veces mas de lo que costó. John Chambers se llevó un Oscar honorario por sus innovadoras técnicas de maquillaje mientras que el filme estuvo nominado al Oscar por Mejor Vestuario y por Mejor Banda de Sonido (una partitura experimental plagada de sonidos electrónicos compuesta por Jerry Goldsmith). ¿Y Jacobs?. Produciría todas las secuelas de la saga hasta 1973, en donde el estreno de Battle for the Planet of the Apes coincidiría con su fallecimiento a causa de un ataque al corazón. Tenía apenas 51 años. Live fast, die fast.

Pero ¿cuál es el verdadero legado de El Planeta de los Simios?. En primer lugar, fue uno de los primeros filmes que sacó a la ciencia ficción del gueto de la serie B, lo trató como género maduro y lo convirtió en espectáculo de masas (el otro título sería 2001, Odisea del Espacio, estrenada apenas 15 días después de Planet of the Apes). Era una película adulta y respetada por la crítica. Segundo, fue la primera película de ciencia ficción que creó una franquicia, generando desde merchandising hasta secuelas – una por año hasta 1973, en donde Batalla por el Planeta de los Simios bajó tanto la vara que terminó por provocar la cancelación de la saga, lo que no impidió que surgiera una serie live action en 1974 y una tira animada en 1975 -. Porque, antes de la euforia de Star Wars también producida por la Fox -, existió El Planeta de los Simios. No solo dejó de muestra un puñado de películas valiosas intelectualmente sino también el modelo de cómo explotar comercialmente un éxito. Y su legado es innegable, porque si no tuviera valor nadie se hubiera molestado en continuar la saga con Rise…, Dawn… y War for the Planet of the Apes, tres filmes excepcionales que indican que, tras una premisa simple en apariencia, existe un potencial enorme en lo artístico e intelectual, una excusa para analizar la sociedad e incluso reflexionar sobre la naturaleza del ser humano.

THE PLANET OF THE APES

Los filmes de la saga de El Planeta de los Simios son: El Planeta de los Simios (1968), Regreso al Planeta de los Simios (1970), Escape del Planeta de los Simios (1971), La Conquista del Planeta de los Simios (1972), y Batalla por el Planeta de los Simios (1973). El Planeta de los Simios (2001) es la remake de Tim Burton del filme original. Posteriormente se iniciaría una nueva trilogía que reimaginaría el universo simio con El Origen del Planeta de los Simios (2011), El Amanecer del Planeta de los Simios (2014) y El Planeta de los Simios: la Guerra (2017). La Historia de El Planeta de los Simios es un artículo especializado de este portal, que narra la lucha del productor Arthur P. Jacobs para poder rodar el filme original de la saga.