Crítica: La Leyenda de la Casa Infernal (The Legend of Hell House) (1973)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorGB, 1973: Roddy McDowall (Benjamin Franklin Fischer), Pamela Franklin (Florence Tanner), Clive Revill (Dr Chris Barrett), Gayle Hunnicutt (Ann Barrett)

Director: John Hough, Guión: Richard Matheson, basado en su novela homónima, Musica – Delia Derbyshire & Brian Hodgson

Trama: El millonario Rudolf Deutsch está muriendo, y desea probar que existe vida después de la muerte. Para ello ha adquirido la mansión embrujada Belasco, y ha contratado a un equipo de especialistas para que investiguen los fenómenos paranormales del lugar. El grupo se integra con el físico Chris Barrett, su esposa, y dos mediums. Pero las anteriores investigaciones en la casa han culminado en sangrientos desastres, ya que la presencia del Baron Belasco es de naturaleza demoníaca. Los investigadores se internan, escépticos, durante cuatro días en la mansión, pero los espectros de la casa comenzarán a atormentarlos aprovechando sus propias debilidades.

The Legend of Hell House The Legend of Hell House es el único proyecto en solitario del renombrado productor cinematográfico James H. Nicholson (meses más tarde moriría a causa de un tumor cerebral). Nicholson era, junto con Samuel Z. Arkoff, uno de los dueños de American International Pictures y una de las figuras más importantes en la corriente renovadora del cine de terror de los años 60. La AIP había nacido como una especie de competencia americana a los estudios británicos Hammer, pero pronto desarrollaría un caudal de producciones que superarían en calidad a la legendaria productora inglesa. Para mencionar algunas, estan la saga del Dr. Phibes o Conde Yorga por ejemplo.

La Leyenda de la Casa Infernal es a su vez un intento premonitorio por explotar el subgénero de terror de fantasmas y posesiones, algo que explotaría en toda su furia seis meses después con el estreno de El Exorcista en aquel mismo año. Y si bien no tiene la misma capacidad de shock – en parte gracias al director John Hough, que carece del talento de William Friedkin para asustar a las plateas -, es un pequeño y sólido clásico que funciona muy bien a su manera. Aquí está el legendario escritor de ciencia ficcion Richard Matheson – El Increible Hombre Menguante; decenas de adaptaciones de obras de Edgar Allan Poe para Roger Corman; La Dimension Desconocida -, adaptando su propia novela, que no deja de ser una variante de la clásica The Haunting of Hill House de Shirley Jackson. Entre Hough y Matheson se las arreglan para crear 90 minutos sólidos, entretenidos y tensos.

Sin dudas la intención de Matheson es generar un clima paranormal realista. Todos los sucesos que ocurren en el film son viables, y no se basan puramente en efectos especiales sino que shockean debido a la atmósfera. Pero aún así, las escenas de los ataques del espíritu de Belasco a los ocupantes de la casa carecen de cierta pimienta. Tal como en muchas obras de Matheson, todo tiene una explicación alternativa y mucho más racional – de que sean ondas de energía negativa que pueden ser revertidas como teoriza el personaje de Clive Revill; o bien de que se trate del inconsciente de los mediums, que provocan efectos telekinéticos -, amén de que la trama está construída de un modo casi policial, con una detallada investigación del pasado de los Belasco y las posibles causas del fenómeno. Algunas secuencias siguen provocando un salto, como cuando Pamela Franklin – que para la época sólo contaba con 23 años pero posee una fuerte presencia en pantalla – descubre un cuerpo invisible oculto en las sábanas de su cama, o la posesión de la medium (espiritual y carnal), algo muy propio de El Exorcista. Las actuaciones son parejamente buenas, en especial la de Roddy McDowall que roba el show con su personaje tímido y retraído que termina siendo el héroe del día.

El tema es que The Legend of Hell House termina por decantarse más por las fascinantes teorías intelectuales que por el efectismo; sólo parece hundir el cuchillo en el thriller puro y duro sobre el final, cuando se sucede la masacre y los sobrevivientes deciden irrumpir en la estremecedora guarida del barón Belasco (cameo de Michael Gough). Esto no desmerece el film – por el contrario, otro cineasta se hubiera dedicado a arrojar constantemente objetos contra la cámara y a basarse en sustos baratos -, pero precisaba un director con más gusto para las secuencias paranormales. Así como está es una película excelente pero que aterroriza poco, posiblemente porque desde 1973 a esta parte el género de terror ha evolucionado de una manera tan salvaje que los shocks que nos reserva la película nos parecen muy light.