Crítica: ¿Quién Mató a los Puppets? (2018)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaUSA / China, 2018: Bill Barretta (Phil Philips), Melissa McCarthy (detective Connie Edwards), Elizabeth Banks (Jenny), Maya Rudolph (Bubbles), Leslie David Baker (teniente Banning)

Director: Brian Henson – Guión: Todd Berger & Dee Austin Robertson

Trama: En una versión alternativa de la historia, los muñecos son seres vivientes que conviven con los humanos y protagonizan numerosas series de televisión para su entretenimiento. Pero la gente los desprecia y los tratan como seres inferiores, negándoles el acceso a trabajo normales y obligándolos a vivir en la marginalidad. Phil Philips tuvo el privilegio de ser el primer policía puppet de la historia; pero luego de un desgraciado incidente – donde murió un inocente -, no sólo perdió su carrera sino que proscribió el acceso de los puppets a cualquier puesto en el cuerpo policial. Solo y deprimido, ahora trabaja como detective privado y recibe el caso de Sandra, una adinerada puppet cuyo voraz apetito sexual la ha metido en problemas y ahora es víctima de un chantaje. Aceptando a regañadientes el caso, las pistas llevan a Philips a un tugurio porno donde se topa con un viejo conocido, el conejo Bumblypants – otrora estrella de televisión y que hoy está en la mala -. Un robo fallido al tugurio termina con una masacre y el cadáver de Bumblypants figura entre las víctimas. Topándose con su ex compañera humana Connie Edwards, Philips intuye que la carnicería no fue casual… y cuando el hermano de Phil también es asesinado en su mansión, sus sospechas se confirman. Porque tanto Bumblypants como Larry Philips eran estrellas del programa de TV “The Happytime Gang”, cancelado hace tiempo pero cuyos viejos episodios están siendo retransmitidos de manera muy exitosa. Y si el programa está vivo y es popular, las regalías para sus participantes deben ser mas que jugosas, razón mas que suficiente para masacrar a la mayoría del cast y cobrar una tajada mayor. Philips y Edwards deberán soportarse mutuamente y avanzar con el caso… pero cada paso que dan solo sirve para hallar un puppet muerto y un sospechoso menos… y la cantidad de víctimas sigue creciendo a niveles alarmantes.

Arlequin: Critica: ¿Quién Mató a los Puppets? (The Happytime Murders) (2018)

(Advertencia: esta crítica está plagada de términos gráficos, porque así es la naturaleza del filme reseñado)

Graciosa y chocante. Dos calificativos mas que adecuados para The Happytime Murders, la subversiva comedia del hijo de Jim Henson que se atreve a llevar al mundo de marionetas – creado por su padre – al extremo mas adulto que puede permitir el cine mainstream. Porque acá tenemos muñecos masturbándose y eyaculando como si fuera un chorro de crema inagotable; orgías de peluches y encuentros interraciales entre marionetas y humanos (sean del mismo sexo o no). La grosería abunda y, aunque buena parte de los dardos dan en el blanco, otros te resultan shockeantes. La imagen de la vaca siendo masturbada a ocho manos por un pulpo, y la visión de los peluches siendo destrozados a escopetazos tiene un impacto mucho mas fuerte de lo que uno piensa… y eso que hablamos de muñecos imitando el mundo de los adultos.

Honestamente me resulta difícil calificar a The Happytime Murders. Acá hay un par de ideas inspiradas – como en ¿Quién Engañó a Roger Rabbit?, figuras de entretenimiento infantil (en el filme de Robert Zemeckis, dibujos animados; acá, marionetas) tienen vida propia, con la diferencia que los de Henson se portan como adultos, están plagados de vicios y conviven con los humanos y, aunque suelen ser estrellas del cine y la televisión, no dejan de ser figuras despreciadas, perseguidas y castigadas, debiendo vivir en guetos o convivir con otras minorías (Phil Philips, el protagonista, tiene su oficina en el Barrio Chino); el subtexto sobre racismo salta a la vista – pero cuando Henson se va a los extremos, no termina de hacerme feliz. Se dispara a lo burdo y chocante, y eso que uno no es un puritano.

La historia en sí no es un alarde de originalidad; es otro de esos reciclados de los policiales negros, donde los miembros de un antiguo programa de televisión (que ahora es un gran éxito en la sindicación, años después de ser cancelado) empiezan a ser asesinados uno por uno, y un muñeco ex-policia (devenido detective privado) termina involucrándose accidentalmente en el caso, más cuando su hermano actor termina siendo masacrado en el jacuzzi de su casa destrozado por una jauría de perros. Quizás ése sea un ejemplo bastante claro de los dilemas de The Happytime Murders, el por qué tiene que ser tan explícita en una escena que – en un filme con humanos – debería pertenecer a una película de terror serie Z. Ver al muñeco siendo desmembrado mientras está a los gritos de dolor y horror dista mucho de ser una secuencia graciosa.

Es posible que el mayor drama del filme sea que pretende ser subversivo (algo que no me parece mal en absoluto), pero en un vehículo de 40 millones de dólares dotado de estrellas reconocidas y distribuido en el circuito mainstream. Cuando Peter Jackson hizo Meet the Feebles (un filme que tiene muchísimos puntos en común con la cinta de Brian Henson), sabía que era lo suficientemente atroz como para no poder ser exhibida en un cine normal, quedando relegada al circuito grindhouse y el redescubrimiento en los estantes de los videoclubes. Fritz el Gato salió en una época en donde Hollywood coqueteaba con la pornografía, y la idea de hacer una película de dibujos animados con contenido adulto sonaba revolucionaria. Pero Brian Henson no va por el circuito indie, y así es como se topa con la muralla de la crítica conservadora norteamericana, amén del repudio masivo del público. No es que la gente no esté preparada para el filme (estamos en el nuevo milenio, hemos dejado de ser pacatos y hasta la pornografía ha pasado a ser un producto de consumo masivo); es que la película, cuando decide irse de mambo, lo hace mal y de manera tan shockeante que no es para cualquiera.

The Happytime Murders es un filme que clama a gritos ser objeto de culto; pero aunque cumpla las condiciones (fue un fracaso de taquilla y tiene una temática tan original como heterodoxa), es demasiado dispar para entrar en la categoría. Muchos chistes calzan (y Melissa McCarthy vuelve a probar que es una actriz incombustible, dotada de una gracia enorme no sólo para sobrevivir esto sino para darle los únicos chispazos de comicidad el filme), pero hay serios problemas de tono en unas cuantas escenas (sobre todo, las de los asesinatos y las de sexo), y la historia no es redonda. No me parece justo que el muñeco detective derrote al villano porque es como si esquivara la deuda karmática que le corresponde. En todo caso es un filme bizarro que con el tiempo encontrará su público… o terminará archivado en el rincón mas oscuro del videoclub cercano a su casa.