Crítica: Los Goonies (1985)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaUSA, 1985: Sean Astin (Michael “Mikey” Walsh), Josh Brolin (Brandon “Brand” Walsh), Jeff Cohen (Lawrence “Chunk” Cohen), Corey Feldman (Clark “Mouth” Devereaux), Kerri Green (Andrea “Andy” Carmichael), Martha Plimpton (Stephanie “Stef” Steinbrenner), Jonathan Ke Huy Quan (Richard “Data” Wang), John Matuszak (Sloth Fratelli), Robert Davi (Jake Fratelli), Joe Pantoliano (Francis Fratelli), Anne Ramsey (Mama Fratelli)

Director: Richard Donner – Guión: Chris Columbus

Trama: La zona portuaria conocida como “Goon Docks” de Astoria, Oregon está a punto de sufrir cambios drásticos cuando un grupo de acreedores se ha hecho con la propiedad de las casas de la zona y pretende derribarlas para construir un campo de golf. Asumiendo que éste será su último verano juntos, una pandilla de amigos – conocidos como los Goonies – deciden buscar una solución desesperada al problema, y terminan en el ático de la casa de uno de ellos, en donde encuentran un doblón de oro español y un mapa del tesoro, el cual indicaría el lugar donde el pirata El Tuerto Willy habría escondido un enorme botín hace ya tres siglos. Siguiendo las indicaciones del mapa logran dar con una casa construida sobre una red de antiguos túneles secretos; pero con lo que no contaban los Goonies es que la casa es el escondite de la familia Fratelli, un grupo de ladrones de bancos que son mas torpes que efectivos. Atrapando a uno de los niños que merodea la zona, los Fratelli se enteran del tesoro y pronto comienzan a perseguir al resto de los chicos por los túneles… generando una cacería frenética en donde los improvisados aventureros no sólo deberán evitar a los criminales sino a las letales trampas cazabobos que el Tuerto Willy dejó instaladas para evitar que profanen su última morada… y el lugar donde escondió su millonario botín.

Crítica: Los Goonies (1985)

A veces adoramos algo porque lo vimos en un momento especial de nuestras vidas; en el caso del cine, la re-visión de muchos filmes que marcaron nuestra infancia y nuestra adolescencia nos hace re-vivirlas. En cambio, para otros, la adultez sólo sirve para mostrarnos los defectos de aquello que veneramos, y termina perdiendo importancia.

Digo esto porque voy a cometer la herejía de decir que Los Goonies no es ni por asomo la gran película que todos proclaman. Solo es un filme familiar ok, pasable y no muy inspirado. Quizás existen un gen en nuestra cultura que nos hace idolatrar la comida chatarra – o productos chatarra como el filme de Richard Donner, pasatiempos digeribles sin mucha substancia – y que nos pone en alerta cada vez que alguien emite un comentario critico sobre ellos como si fuera un insulto hacia nuestra persona. Es lo mismo que pasa con Los Cazafantasmas original, sobrevaluada por donde se la vea (con toneladas de chistes malos de Bill Murray) y un puñado de escenas memorables sobre el final. Los Goonies ni siquiera tienen eso. Todos gritan, corren, se caen y disparan, y el caos reina en el set. La música es molesta, constante e intrusiva. El principio es bastante zarpado para una película infantil, sea con Chunk rompiendo la estatua del David de Michelangelo donde menos debe, o las traducciones desubicadas de Corey Feldman a la doméstica mexicana. Los personajes son caricaturas – si uno traza un paralelo con otros filmes de pandillas de chicos, desde Cuenta Conmigo hasta Super 8 sabrá que se pueden hacer cosas interesantes con los chicos y escribirles roles tridimensionales – y los malos de pacotilla. Si uno lo compara con otros productos de la factoría Amblin / Steven Spielberg, verá que el resto le pasa el trapo, sean Los Gremlins, Milagro en la Calle 8 o la saga de Volver al Futuro.

Pero es fácil ser cínico con un producto infantil. Acá hay un elenco con prominentes estrellas en ciernes: está Josh Brolin (Thanos!), Sean Astin (Samwise Gamgee!), Corey Feldman (eterno ídolo infantil de la época), Jonathan Ke Quan (Short Round!),y hasta una jovencísima Martha Plimpton antes de robarse las cámaras en The Good Wife y Raising Hope. Curiosamente a todos estos pibes, fogueados en sus primeras armas en la actuación, les pasa el trapo el desconocido Jeff Cohen que, como el gordito mentiroso y pasado de rosca del grupo, obtiene las mejores carcajadas. Y sí, están Robert Davi y Joe Pantoliano (joven y ya pelado!) haciendo una vez más de los malos, y comandados por la deliciosa Anne Ramsey, la que saca unos cross de derecha que dejan noqueados a sus hijos cuando cometen una tontería. Todo es traído de los pelos pero es una excusa para vivir una aventura a lo Indiana Jones con chicos de primaria, aún cuando la lógica de las trampas puestas por un pirata muerto hace 300 años te haga crujir los dientes (¿con qué tecnología fabricó eso?; es la misma pregunta que se aplica a los templos milenarios plagados de truculencias letales con los cuales Indy debe lidiar en cada aventura). Y los chicos vencen a los adultos, y salvan al pueblo y descubren el tesoro y descubren el amor. Pedir realismo es demasiado pero poner a Ke Quan como un pibe plagado de gadgets – adecuados para usar en cada momento de la aventura – ya es excesivo.

Treinta años es mucho tiempo para cualquier cosa. En 1985 la gente era mucho mas inocente y, encima, eran los tiempos de Ronald Reagan, el cual siempre estaba dispuesto a desenfundar sus misiles nucleares contra la URSS en un momento de tensión donde todo parecía irse al carajo. Si se ve desde ese punto de vista, Los Goonies debieron haber sido un bálsamo entre tanta locura del mundo exterior. Ahora la edad y el contexto han opacado su impacto y – aunque Richard Donner esté en la dirección – los costurones quedan a la vista.