Crítica: Gone in 60 Seconds (1974)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1974: H.B. Halicki (Maindrian Pace), Marion Busia (Pumpkin Chase), Jerry Daugirda (Eugene Chase), James McIntyre (Stanley Chase), George Cole (Atlee Jackson), Ronald Halicki (Corlis Pace)

Director: H.B. Halicki, Guión: H.B. Halicki

Trama: Maindrian Pace trabaja como investigador de seguros durante el día, pero nadie conoce que en realidad su verdadero oficio es robar autos de lujo. Maindrian recibe un jugoso contrato por parte de un narcotraficante sudamericano; le abonará medio millón de dolares si le entrega un lote seleccionado de deportivos, limusinas y autos especiales para dentro de una semana. Aprovechando sus vínculos dentro de la empresa de seguros en la cual trabaja, Maindrian obtiene la mayoría de los datos necesarios para ubicar los coches de la lista. Pero el más difícil resulta ser un Mustang dorado 1973, al que le llaman en clave Eleanor. Dejando el robo del Mustang para el final, Maindrian y su equipo siguen con la tarea de recolectar autos. Uno de ellos es un Cadillac que debía haber pertenecido a un narcotraficante y cuyo baúl se encuentra cargado con varios kilos de heroína. Maindrian se deshace del coche pero su mano derecha, Eugene, no le perdona la oportunidad de haberse hecho millonario con la droga; y, por despecho, terminará por alertar a la policía al momento en que Maindrian se prepara para robar a Eleanor, el ultimo coche de la lista.

Gone in 60 Seconds (1974) Para quienes desconozcan el dato, Gone in 60 Seconds (2000) – y protagonizada por Nicolas Cage – es la remake de un pequeño filme independiente de 1974 que, con el paso de los años, ganaría status de culto. El film es tan curioso y extravagante como su creador, H.B. Halicki, y terminaría por dejar su huella en la historia del cine en cuanto a persecuciones de autos.

H.B. Halicki era lo que se conoce como un self made man; su familia estaba en el negocio de la construcción pero él decidió a temprana edad que lo suyo eran los autos. A los 16 años estaba trabajando como dependiente de una gasolinera, y comenzó a comprar coches en oferta. Para los 17 ya era gerente de una concesionaria y trabajaba como mecánico para una empresa de seguros; a los 18 ya tenía un negocio de venta de neumáticos, y para los 21 administraba su propia concesionaria de autos. Mientras tanto, había acumulado una importante colección de coches, un hobby que lo fascinaría durante el resto de su vida – con el tiempo, la colección de Halicki sería una de las más importantes de toda Norteamérica -.

A Halicki le apasionaba manejar y le encantaban los autos; y aún viniendo desde afuera del sistema hollywoodense, decidió rodar un film. En 1972 comenzó los preparativos de la película, comprando coches en remates y reparándolos en el patio trasero de su concesionario. Y durante dos años acumuló cerca de 100 autos, hasta que decidió que estaba listo para filmar. El resultado fue Gone in 60 Seconds, una película que costaría un millón de dolares y recaudaría 40. Un buen negocio que mezclaba placer y fama para un fan del automovilismo.

Los datos curiosos sobre el film – aparte de la vida personal de Halicki – es que, para mantener los costos bajos, el director reclutó a amigos y familiares para los papeles principales de la película. Para disfrazar el evidente problema de tener un elenco lleno de gente sin experiencia en la actuación, la mayoría de las secuencias están rodadas con voces en off – sólo un puñado de escenas requirieron de la interacción entre los protagonistas en estudio -. Ciertamente esto resuelve el problema de las performances blandas de los elencos amateur propios del cine independiente, pero a su vez provoca otro inconveniente nuevo, que es la dificultad para seguir los diálogos. Los nombres abundan, el espectador no está familiarizado con los personajes, y al final no se sabe a ciencia cierta quién es quién. Aunque la trama es simple de seguir, los razonamientos de los caracteres no lo es tanto, y eso termina por distraer.

La historia es muy sencilla; super ladrón de autos acepta un gran contrato y debe robar cerca de 50 coches en menos de una semana. La lista es puntual – incluye coches de famosos como corredores de carreras y actores de cine -, y no hay tiempo que perder. En general todo ese segmento es medianamente potable, sobre todo si a usted le gustan los autos. Es como un inmenso catálogo de la industria automotriz de los 70, con rarezas de todo tipo.

A Halicki, como director, sólo le interesa llegar al final que es la excusa de la película. En el medio hay actuaciones amateur, situaciones de tensión que no lo son tanto, y hasta cierta sofisticación – especialmente cuando se explican los métodos de cómo robar un auto, blanquearlo legalmente y volver a ponerlo en circulación -. Ciertamente la subtrama del robo del Cadillac del traficante (y cargado de droga) daba para muchísimo más (como, por ejemplo, que los narcotraficantes empezaran a perseguir a los ladrones de autos), pero Halicki lo usa simplemente como excusa para que uno de los miembros de su banda lo traicione por despecho. El resultado es una enorme persecución de 40 minutos de duración, en donde medio departamento de policía se lanza tras el Mustang recién robado por Maindrian. Ese es el núcleo central del film, y es uno que vale realmente la pena. El mismo H. B. Halicki conduce el Mustang, y es una persecución con visos de realidad – los autos se van deshaciendo a lo largo de la carrera; no todas las piruetas le salen al ladrón, e incluso se pega un par de choques ultraviolentos que no estaban en el guión -. Por ejemplo, cuando Eleanor – el Mustang dorado que conduce Maindrian – se come un poste de teléfono es real, e incluso Halicki estuvo postrado en cama semanas hasta recuperarse y seguir la filmación. Y el famoso salto final – que la remake del 2000 recrea – le produjo un aplastamiento de vertebras que le trajo secuelas durante el resto de su vida.

La persecución del clímax vale el resto del film. La dirección es espectacular en todo sentido, aunque es más obra del editor que del director. Toma elementos de otras películas como Bullit o Los Diamantes Son Eternos (por decir dos secuencias conocidas que, casualmente, involucran a Fords Mustang Mach 1 como el del film) y los expande notablemente. Es vertiginoso, violento y excitante, aunque al final se hace un poco largo. Es un verdadero show de muscle cars, con el rugido de los motores a toda potencia, como si fuera un resumen de toda la acción de Vanishing Point sin intervalos en el medio. Uno imagina a otros seudo directores de acción (o especializados en persecuciones de autos) como Hal Needham, y puede apreciar que Halicki tenía verdadero talento para hacer coreografías y acrobacias.

Es un film realmente bueno cuando llega al clímax; en el medio es aceptable y digerible. H. B. Halicki prepararía una secuela que comenzaría a rodar en 1989, hasta que un desgraciado accidente – un cable de acero que sostenía una torre de agua se guillotinaría, y voltearía un poste telefónico que terminaría por caer sobre el actor y director – terminaría con su vida. Su esposa Denice seguiría con su legado y vendería los derechos a la Disney, quienes desarrollarían la remake en el año 2000.

GONE IN 60 SECONDS

Gone in 60 Seconds (1974) es el original de H.B. Halicki – Gone in Sixty Seconds (2000) es la remake