Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco
Japón, 1969: Tomonori Yazaki (Ichiro), Eisei Amamoto (Minami), Sachio Sakai (Senbayashi), Kazuo Suzuki (Okuda), Kenji Sahara (padre de Ichiro)
Director: Ishiro Honda, Guión: Shinichi Sekizawa
Trama: El joven Ichiro es vapuleado por otros niños a la salida del colegio. Pero, por las noches, Ichiro sueña que es un héroe y se traslada mentalmente a la Isla de los Monstruos – el lugar donde moran Godzilla, Rodan y otras criaturas gigantescas -, en donde recibe la instrucción de Minya, el hijo de Godzilla. Es que Minya, al igual que Ichiro, está siendo matoneado por Gabara – uno de los monstruos del lugar -, pero éste ha decidido juntar coraje y hacerle frente. Y ahora que ha visto que la victoria es posible, Ichiro se encuentra dispuesto a seguir el ejemplo del monstruo, enfrentándose a los chicos que lo torturan todas las tardes a la salida de la escuela.
Es triste despedirse de la saga de Godzilla con una nota tan baja como ésta. Pero Godzilla’s Revenge es, sin lugar a dudas, uno de los peores títulos de toda la serie. Es posible que la Toho olfateara dinero en el público infantil y que, al igual que hizo la Daiei con Gamera, decidió reciclar a su principal estrella kaiju en una especie de ídolo de los niños. Pero el resultado final es abominable, insípido y, sobre todo, barato. Resulta increíble pensar que, 15 años atrás, Godzilla representaba un ícono de la ferocidad y el dramatismo que suponía refrescar el reciente pasado atómico del Japón en forma de metáfora. Ahora sólo se trata de un tipo en traje de goma haciendo estupideces que, se suponen, son graciosas para niños menores de diez años.
Se podría decir que el argumento es medianamente defendible. Si consideramos a Godzilla como un ídolo al estilo de Superman – por mencionar algún tipo de ícono juvenil -, ésta vendría a ser su versión pasteurizada al estilo de Los Superamigos, con insulsa moraleja semanal incluída. El tema es que los valores que defiende son cuestionables. Ichiro es la típica víctima de bullying escolar, y el remedio es que se vuelva más violento que los chicos que lo acosan – algo que se puede dar en la práctica pero que resulta bizarro cuando es pregonado desde la pantalla como un ejemplo moral a seguir -. Para ello el libreto inventa que el chico realiza viajes mentales / astrales hasta la isla de los monstruos, y que habla con Minya – el engendro creado en la película anterior, y que se supone que es el hijo de Godzilla con… alguien -. Ver a un niño sobreactuando ya es bastante irritante, pero las cosas se ponen peor cuando le toca mantener una conversión con Minya – un tipo en traje de goma, que se supone que es un monstruo y que habla como una versión lobotomizada de Barney el Dinosaurio, lo cual es decir demasiado -. Todo el filme da la impresión de haber sido rodado con dos pesos y tres decorados, utilizando toneladas de stock footage de películas anteriores y que hacen de relleno ya que la historia se puede resumir en 20 minutos y sobra el tiempo. No sólo los diálogos y las actuaciones van de lo bobo a lo insufrible, sino que todo este estofado está tan estirado que el filme da la impresión de sar más largo que el Titanic de James Cameron … y eso que dura 69 minutos miserables.
Parece mentira que este aborto venga de la mano de Ishiro Honda, el padre de toda la saga. Es posible que la Toho, Honda y cía estuvieran pasando por algún momento económico apremiante, y por ello decidieron acometer este engendro para recaudar algunos yenes. No hay nada, absolutamente nada, rescatable en todo este esfuerzo. Ok, no es el típico kaiju “Godzilla se despierta y va a Tokio a pelear con otro monstruo mientras hace puré todo lo que encuentra en su camino” pero, como intento por apartarse de la fórmula, el camino alternativo es peor que el original. No divierte ni resulta tan mala que resulte entretenida de algún modo, siquiera para despellejarla en nuestras horas más aciagas. Simplemente es mal cine, y uno que debe evitarse a toda costa.