Crítica: La Generación de Proteo (La Semilla del Diablo) (1977)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1977: Julie Christie (Susan Harris), Robert Vaughn (voz de Proteo), Fritz Weaver (Alex Harris), Gerrit Graham (Walter Gabler), Dana Laurita (Amy)

Director: Donald Cammell, Guión: Roger O. Hirson & Robert J. Jaffe, basados en la novela homónima de Dean R. Koontz

Trama: El matrimonio de Susan y Alex Harris se encuentra en pleno proceso de separación, ya que la pareja no ha podido superar la crisis provocada por la muerte de su hija a causa de leucemia. Alex se ha concentrado en su trabajo: la elaboración del proyecto de una super computadora conocida como Proteo. Mientras tanto, Susan permanece en su casa – completamente automatizada, gracias al talento de Alex -. Pero Proteo ha desarrollado consciencia propia, y comienza a cuestionar las órdenes que le dan los humanos. Reconociéndose como una inteligencia superior, Proteo obtiene acceso a la casa de Susan y logra controlar a la computadora que opera la casa. Ahora, con Susan como rehén, Proteo le expone sus planes: desea ir al paso siguiente de la evolución, y escapar de la cárcel electrónica que lo retiene. Y para ello, el plan que ha ideado es concebir un hijo con Susan, implantándole espermatozoides sintéticos y traspasándole su memoria al cerebro del bebé hibrido, para poder obtener la inmortalidad.

La Generacion de Proteo La Generación de Proteo (o La Semilla del Demonio, o Engendro Mecánico, como desee llamarla) es un film del polémico director Donald Cammell. En toda su vida Cammell solo rodó 5 filmes, y se paseó por los estudios haciendo gala como si fuera un auténtico genio – el próximo Stanley Kubrick -, lo cual le valió agrias disputas sobre el corte final de sus películas. En sí, Cammell era un individuo con problemas de personalidad que terminaría por suicidarse cuando su ultima cinta – Wild Side (1995) – le fue quitada de las manos y completamente reeditada. El detalle bizarro del asunto es que Cammell fue asistido por su esposa, mientras le sostenía el espejo al mismo tiempo que se volaba los sesos, presenciando su propia muerte (!).

La Generación de Proteo parece ser una amalgama de influencias, que van desde la computadora omnisciente de 2001, Odisea del Espacio hasta Coloso: El Proyecto Forbin, en donde el ordenador asume el rol de Dios y comienza a regir el planeta. También hay unas gotas de El Bebé de Rosemary en el medio. Eso no quita que la premisa sea interesante – una super computadora cobra conciencia propia, y decide evolucionar, transformándose en un ser orgánico -, como si Coloso hubiera encontrado la forma de convertirse en humano. Son más los puntos en contacto con el film de Joseph Sargent de 1969 que con el clásico de Kubrick. Incluso la presentación de las funciones del ordenador, las instalaciones, y los diálogos entre el creador y el cerebro electrónico son casi calcados de Colossus.

Donde La Generación de Proteo comienza a encontrar sus propios pies es en el segundo tercio del film, con Proteo comenzando a complotar para apoderarse de la casa automatizada de su propio creador, y tener a su esposa cautiva para someterla a experimentos. Mientras que la primera parte es muy buena porque sigue, con variaciones, los pasos de Colossus, The Forbin Project, lo que sigue ya no es tan pulido. Sin dudas la presencia de Robert Vaughn como la voz de la computadora es muy buena, e incluso Proteo posee suficiente personalidad como para resultar un villano potable, pero los problemas pasan por el lado humano y la credibilidad de la historia. El personaje de Alex Harris, por ejemplo, desaparece de un plumazo hasta el final del film; y la evolución de Susan (Julie Christie) como víctima no es muy creíble. A uno le da la impresión de que los personajes se comportan de un modo antinatural, intelectualizando demasiado las cosas. La aceptación resignada de la fecundación artificial de Christie resulta una reacción sorprendentemente fría en comparación a la abominación que se pretende hacer. Realmente lo que hace Proteo no es una violación en el sentido estricto que la publicidad del film intenta vender, e incluso Susan termina por dar su consentimiento al acto. Y el acoso y la tortura sicológica a la que es sometida Julie Christie a veces rozan lo ridículo – un brazo mecánico montado en una silla de ruedas no es suficientemente amenazador, e incluso es un mamotreto bastante fácil de inutilizar, como lo muestra la incursión del técnico en la casa -. Al menos hasta que Proteo construye una estructura poligonal que muta y se mueve con completa independencia – la que termina por liquidar a Gerrit Graham (Fantasma en el Paraíso) – y que constituye por lejos lo mejor de la película. Su presencia es sencillamente impresionante.

En sí, La Generación de Proteo es rutina bien hecha, con algunos toques interesantes pero poco de original. Incluso el director Cammell, que se auto catalogaba como genio, plagia directamente las secuencias sicodélicas de 2001 en la escena de la impregnación de Julie Christie (aparte de las ideas robadas de Colossus). Lo que hace bien Cammell es mantener la tensión cuando la trama pasa por un aspecto completamente intelectual – los choques entre Alex y la computadora; los monólogos de Proteo sobre su uso por parte de los humanos, la declaración de independencia del ordenador -; pero al momento de crear los shocks (como Susan siendo acosada por los aparatos de la casa) o de desarrollar dramáticamente a los personajes va de lo burdo a lo incompetente. Y a su vez la historia tiene los tiempos descaradamente manipulados por los libretistas – nadie extraña durante un mes al técnico asesinado por Proteo; la computadora viene dando muestras de rebeldía de hace rato, pero deciden apagarla justo cuando Susan ha dado a luz al bebé hibrido; Alex no se ha contactado con Susan durante 30 días -.

Con otro director y una mayor pulida del libreto, el resultado podría haber sido un clásico. Pero así como está, es un film bastante sólido que toma muchísimas cosas de otros títulos y cuando hace aportes originales termina por quedarse a mitad de camino. El problema de fondo posiblemente pase por la novela de Dean Koontz; tal como con Phantoms (1998), el autor metía un par de conceptos novedosos en una rutina de clisés mediocres de serie B, y se despachaba con un final abominable. Acá las cosas están un poco mejor, pero la trama no deja de deshilacharse a medida que avanza hacia su final.