Crítica: Garuda (2004)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Thailandia, 2004: Sornram Theppitak (Tan), Sara Legge (Leena), Dan Fraser (Tim), Chalad Na Songkhla (Krai), Yani Tramod (Wichai)

Director: Monthon Arayangkoon, Guión: Monthon Arayangkoon

Trama: Mientras se realizan las obras de construcción de un ramal del subterráneo en Bangkok, la excavación se topa con una pared de roca sólida. Los expertos Leena y Tim son llamados a investigar, ya que se han encontrado restos fósiles incrustados en la piedra. Leena concluye que pertenecen a un dinosaurio volador y que, con seguridad, deben existir más restos en el lugar. Pero la investigación arqueológica es tomada por asalto por un grupo militar, quien se hace cargo de la operación y vuela la pared de piedra. Después que el humo se despeja, descubren un enorme bosque petrificado donde yacen los restos de una criatura humanoide alada gigante. Pero el animal regresa a la vida y comienza a depredar a los soldados. Ahora Leena y el comandante a cargo deberán evitar que el monstruo llegue a la superficie, en donde desataría una verdadera masacre.

Garuda Garuda es una de las tantas rarezas que se pueden encontrar en el cine asiático no japonés. Se podría definir como un kaiju eiga tailandés, aunque lo único que tiene en común con el cine nipon de monstruos gigantes es que tiene a un bicho enorme como la amenaza de turno. Por el resto, pareciera una copia tailandesa del cine de género norteamericano. Imaginen la versión thai de Depredador, mezclada con gotas del Godzilla de Roland Emmerich. Eso es lo que parece Garuda.

En sí, el fuerte de Garuda no es precisamente su historia ni su coherencia. Hay un comienzo muy bueno, detallando el origen del monstruo como si fuera un demonio ancestral que tuvo que ser encerrado por sus pares debido a su voracidad. Después hay un arqueólogo francés que encuentra uno de los especímenes. Y fast forward al futuro, vemos a su hija explicando a los militares la existencia de dinosaurios voladores como el hallado en la excavación para el tren subterráneo. Pero lo que sigue no queda demasiado claro. Es como si los militares supieran de la leyenda y mandaran un escuadrón de choque para callar testigos y eliminar la evidencia. El llamado a la arqueóloga y su estúpido novio norteamericano no tiene sentido – le hacen dos preguntas y después los secuestran o los quieren matar -. En el medio, hay una galería de personajes secundarios haciendo su peor imitación de John Rambo. El por qué quieren arrasar con todo y liquidar a los testigos nunca queda aclarado.

Lo cual no significa que las cosas no dejen de ser entretenidas. El bicho es una especie de gárgola de cuatro metros de altura con unas alas enormes y cara de pollo mutante, y está más o menos bien hecho. Es un CGI de calidad despareja, al cual le faltaba una horneada más; en algunas escenas se ve ok y en otras luce terrible. Los ataques del bicho están bien filmados; cuando la criatura está en las instalaciones subterráneas, el filme sigue de cerca los pasos de Depredador – con otro monstruo sigiloso atacando de improviso a las víctimas -; y cuando Garuda se escapa y llega a la superficie, ya entra en un terreno más parecido al kaiju eiga, tirando gente y coches por el aire. Allí es cuando el director Monthon Arayangkoon pareciera sintonizar a Shusuke Kaneko (el de la trilogía Gamera), haciendo lo que puede con su limitado presupuesto de FX y generando un puñado de momentos bastante excitantes. El monstruo vuela cerca de los rascacielos, destrozando ventanales; se sienta en la terraza de uno de ellos, tal como una gárgola gigante; e incluso la mejor escena es cuando intentan liquidarlo con un misil guiado por calor, en donde las cosas no salen como lo esperado. Aún con la disparidad de calidad del CGI, el clímax es muy bueno.

Lo más curioso de Garuda es el subtexto acerca de la sociedad thai. Leena es mitad francesa y mitad tailandesa, y es completamente despreciada por todos los thai puros. Hay una cuestión tanto social como racial, en donde los mestizos no tienen derechos y son marginados, y el guión se ensalza bastante sobre este tema, casi como si fuera una cuestión personal del director y guionista. El otro punto es la visión sobre las fuerzas militares. Los civiles les tienen pánico a los uniformados, como si éstos representaran una especie de escuadrones de la muerte o algo así. Uno no conoce para nada la realidad socio cultural tailandesa, pero asumo que ese terror urbano al ejército tiene que ver con su historia. Tanto el racismo como el miedo a los militares son ingredientes bastante fuera de lo común en algo tan pasatista como el cine fantástico asiático.

Garuda es divertida si uno le perdona sus fallas. Hay un par de molestos comic relief, pero por suerte duran dos minutos antes de ser devorados. La película se pone mejor hacia el final, y el director demuestra tener algunos ases bajo la manga. Si tolera que a veces los CGI hagan que el bicho se vea como un muñequito de los chocolatines Jack, así como algunos homenajes obvios a Depredador, Garuda se deja ver con unas cervezas bien frías un sábado a la tarde. Y eso ya es decir demasiado.