Crítica: Las Gárgolas (Gargoyles) (1972)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1972, telefilm: Cornel Wilde (Dr. Mercer Boley), Jennifer Salt (Diana Boley), Grayson Hall (Sra. Parks), Bernie Casey (gárgola), Scott Glenn (James Reeger), William Stevens (jefe de policía), John Gruber (Jesse), Woody Chambliss (tío Willie)

Director: Bill L. Norton, Guión: Elinor Karpf y Steven Karpf, Musica – Robert Prince

Trama: El Dr. Mercer Boley se especializa en leyendas antiguas y ha llegado al desierto de Arizona en companía de su hija Diana para realizar una investigación. En el camino deciden hacer un alto en el museo del tío Willie, un anciano que ha leído los libros de Boley y le ha escrito una carta acerca de un descubrimiento que ha hecho en el desierto. Willie le muestra un extraño esqueleto alado, que parece tener características tanto humanas como animales. Al principio Boley cree que se trata de un engaño pero decide investigar. Pero al anochecer el violento ataque de una criatura desconocida provoca la muerte de Willie así como el incendio del museo, y Boley y su hija apenas logran huir. La misma criatura los ataca a bordo de su camioneta, dejandola seriamente dañada. Boley y Diana deciden detenerse en un motel y notificar a la policía en la mañana. Pero la pesquisa policial cree que motociclistas del desierto son los responsables del ataque. Mientras tanto Boley aún conserva el cráneo de la extraña criatura que le mostrara Willie, sin saber de que esos seres de apariencia demoníaca están al acecho para recuperar dichos restos, con lo cual realizarán un ataque nocturno y raptarán a Diana. Boley deberá emprender una desesperada cruzada para determinar el paradero de su hija y combatir a las gárgolas.

Las Gargolas (1972) ¡Al fin pudimos conseguirla!

De chico hay cuatro películas de terror que me han impresionado, e increíblemente todas ellas son telefilmes (que terminarían por hacer historia): Kolchak, The Night Stalker, Don´t be Afraid to the Dark, Trilogía del Terror y Las Gárgolas. Ahora, por fin, hemos podido cerrar el ciclo y volver a visitar nuestros terrores infantiles.

Habitualmente una revisión adulta de aquello que nos shockeó en la infancia termina por revelar un recuerdo exagerado. Pero Las Gárgolas, así como con el resto del cuarteto de los filmes mencionados, logran demostrar que siguen manteniendo su capacidad de impacto intacto. Ciertamente no todas las escenas asustan, pero unas cuantas siguen generando sus buenos saltos.

Concretamente hablando, Las Gargolas es un típico film serie B de monstruos, donde hay un ataque inicial, un rapto y después una horda de campesinos antorcha en mano dispuestos a linchar a la criatura. Desde Frankenstein hasta ahora, esas son las reglas que ha seguido invariablemente el género. Acá existe una especie de prólogo, diciendo que las gárgolas son una especie de legión demoníaca que los humanos han podido combatir y que con el paso del tiempo han quedado en leyenda. A decir verdad, la palabra “gárgola” se refiere a una ornamentación medieval utilizada como drenaje de las terrazas de los edificios de la época. Siguiendo la moda de la edad media, estos desagües pluviales terminaron por adoptar estilizadas formas a través de la escultura, generalmente de demonios (algo que me resulta inexplicable de ver, por ejemplo, en iglesias antiquísimas). En todo caso, se trata de arquitectura bizarra y no de un mito de procedencia cristiana – al menos con ese nombre -.

Pero dejando de lado la cuestión semántica, Las Gargolas es un film que se deja ver muy bien, siempre y cuando mire para un costado algunos gafes técnicos y deficiencias del guión. El libreto tiene profundos huecos de lógica en cuanto a la narración dramática; dejando de lado el aspecto fantástico, los personajes a veces actúan de un modo incoherente. En la escena del museo, Cornel Wilde se preocupa más de obtener el cráneo de la criatura antes que rescatar al anciano envuelto en llamas; padre e hija deciden irse a dormir en vez de avisar a la policía; cuando se sucede el ataque en el motel, inmediatamente Jennifer Salt va sola (y por el medio de una oscura y desolada carretera) a avisar al sheriff sin percatarse que más gargolas pueden estar acechando en la oscuridad; y el discurso de Boley para convencer a motociclistas y policías acerca de los monstruos suena patético. A esto se suma otras incoherencias tales como que el pueblo esté habitado por dos personas – el dependiente de la estación de servicio y la dueña del motel -, y que ésta sea una patética caricatura de una alcoholica, estando todo el tiempo en escena con un vaso en la mano.

Mientras que el guión comete algunos errores gruesos, el veterano director de TV Bill L. Norton consigue crear un estupendo clima de terror. Los ataques de las gárgolas están filmados con gran cuidado, en cámara lenta y con una excelente banda sonora. El asalto al museo, la inolvidable secuencia en el motel (en donde un somnoliento Wilde ve asomar las garras de la criatura a los pies de su cama!), o las escenas en la cueva tienen su impacto. Lo que debería ser un film mediocre es elevado por dichas secuencias, sumando a esto el espectacular maquillaje creado por un jovencísimo Stan Winston en los albores de su carrera. En realidad este es el show de las gárgolas y, cuando aparecen, compensan de sobra las pifias técnicas de todo tipo (como, por ejemplo, notar los dobleces de los trajes de goma).

Es un film ágil y entretenido. Cumple de sobra con su cometido en su escasa duración de 1:14 horas; y es una película que merece justificadamente una remake, ya que cuenta con buenas ideas y buena cantidad de secuencias para sobresaltar al espectador. Quedan montones de preguntas en el camino, como por qué el jefe de las gárgolas puede hablar inglés fluidamente, o por qué los huevos son tan grandes y tardan 500 años en gestar. Pero dejando de lado eso, es entretenimiento pochoclero de alta calidad.