Crítica: Freebie and the Bean (1974)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1974: James Caan (Freebie), Alan Arkin (Bean), Valerie Harper (Consuelo), Jack Kruschen (Red Meyers), Loretta Swit (Mildred Meyers), Alex Rocco (fiscal del distrito)

Director: Richard Rush, Guión: Robert Kaufman & Floyd Mutrux

Trama: Freebie y Bean son dos policías super chapuceros de la ciudad de San Francisco. Ahora han obtenido por casualidad el dato que han contratado a un sicario para matar al jefe de la mafia local Red Meyers y, hasta poder atraparlo, van a tener que custodiar al mafioso. Pero los investigadores son tan ineptos como destructivos y, en su afán de capturar al asesino a sueldo, terminarán demoliendo media ciudad de San Francisco… para el horror de sus superiores.

Arkin y Caan son dos policías que erran mas de lo que aciertan, en Freebie and the Bean (1974) Arkin y Caan son dos policías que erran mas de lo que aciertan, en Freebie and the Bean (1974)

Freebie and the Bean Antes de 48 Horas y Arma Mortal existió Freebie and the Bean. El filme de Richard Rush es uno de los primeros ejemplos del subgénero conocido como buddy cops, comedias de acción centrada en una pareja de policías de personalidades contrapuestas y que haría furor en la década del 80. A diferencia de filmes posteriores, Freebie and the Bean (Yapa y el Frijol, si se lo quiere traducir de manera liberal) tiene el sabor de la anarquía y la incorrección política propia de principios de los años 70. Los insultos raciales y sexuales abundan, eso sin contar con el desprecio constante que corren los homosexuales en el transcurso del filme.

Honestamente, el libreto es una desprolijidad andante. Los protagonistas asumen cosas imposibles u obtienen datos salidos de la galera (como cuando ubican a uno de los posibles sicarios – que ha venido a matar al mafioso que encarna Jack Kruschen – en un bowling sin que nadie les haya pasado el dato). A veces da la impresión que quedaron escenas enteras en el piso del cuarto de edición. Por otra parte, los diálogos son excruciantes la mitad del tiempo. Da la impresión que tiraron el script por la borda y se dedicaron a improvisar la mayor parte de las escenas, siendo el que peor sale en la partida Alan Arkin. Al tipo le gusta gritar y sobreactuar y, aunque algunas veces es gracioso, el resto del tiempo es irritante. Mejor parado sale Caan, el cual demuestra tener un buen talento para la comedia (y eso que siempre ha hecho de amargado y gruñón). Y mientras que la mitad de las bromas pegan en el palo, al menos en el apartado acción no hay nada de qué quejarse. No sólo estos tipos son amorales y violentos (no dudan en disparar a cualquier sospechoso sin importarle si está desarmado) sino que, cuando persiguen a alguien, son extremadamente dañinos en su transitar. Hay como cuatro persecuciones largas y disparatadas, con un montón de acción filmada en primerísimo plano (como el descarrilamiento de un camión o cuando salen volando de la autopista y se incrustan en un edificio en un tercer piso!) y una elaboración inusual para lo que era la época. Digo, acá la mitad del filme son persecuciones y acrobacias, y por lejos es lo que mejor funciona del filme. Lástima que todo ese vértigo se empantane por la inserción de personajes innecesarios como la esposa de Alan Arkin (Valerie Harper, haciendo de latina en otro claro ejemplo de “blanqueamiento” de roles al estilo de Hollywood), la cual le agrega 20 largos y plomizos minutos al filme y no aporta nada de interés.

Dicho esto, llegamos al final, el cual es sumamente excitante. (alerta spoilers) Y mientras que para el público ingenuo de los setentas debe haber sido shockeante descubrir que la asesina de turno no es mas que el gay (devenido transformista) que Caan y Arkin cruzaron en el departamento de su informante, por otro lado el final del sicario muestra un ensañamiento digno de mención. A Caan no le alcanza con matarlo una vez, sino que tiene que vaciarle el cargador, aún cuando el tipo ya esté tan agujereado que no represente ninguna amenaza. Como dijo alguien, es la victoria del machismo heterosexual sobre la aberración, al menos visto desde el discriminatorio punto de vista que tenía la mayoría de los norteamericanos en los 70s. Un final así sería imposible de rodar en la época actual, en donde organizaciones LGBT de todo tipo y color saltarían al cogote del director y le harían un gigantesco boicot a la película. (fin spoilers)

Freebie and the Bean es un gran espectáculo. Entretenida, movida, graciosa por momentos, y con secuencias de acción rodadas como los dioses. Es una lástima que no sea mas conocida aunque asumo – tal como pasó con una gran cantidad de títulos blaxploitation – que la incorrección política de su vocabulario y de su final le debe haber ganado un puesto en la lista de títulos a olvidar y sepultar. Ok, son dos policías vagos, corruptos, pendencieros y charlatanes pero, ¿qué mas da?. Son divertidos y llevaderos, y eso es lo que cuenta.