Crítica: El Primer Hombre en la Luna (2018)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaUSA / Japón, 2018: Ryan Gosling (Neil Armstrong), Claire Foy (Janet Armstrong), Jason Clarke (Ed White), Kyle Chandler (Deke Slayton), Corey Stoll (Buzz Aldrin), Ciarán Hinds (Bob Gilruth)

Director: Damien Chazelle – Guión: Josh Singer, basado en el libro de James R. Hansen

Trama: Principio de los años 60. Los Armstrong han recibido un duro golpe al perder a su hija Karen – de menos de tres años – a causa de un tumor cerebral. Endurecido por el dolor, Neil decide buscar una causa para su vida y se anota en a NASA, aplicando para el puesto de astronauta después de una exitosa carrera como piloto de pruebas. La serenidad y estoicismo de Armstrong aún en las situaciones mas difíciles llegan a oídos de los jefes de la NASA, quienes buscan a un piloto sereno y experimentado para el proyecto mas ambicioso del siglo: la misión Apollo 11, la que tiene por objetivo desembarcar en la superficie de la Luna antes que termine la década del 60. Pero los logros técnicos y profesionales de Armstrong lo convierten en un hombre ensimismado en su mundo, el cual sólo revive cuando viaja al espacio. Y ése es un costo muy caro que su familia está pagando, en donde su esposa Janet lucha por mantener a la tribu unida mientras Neil termina su duelo. Quizás el viaje a la Luna sea la oportunidad para cerrar la herida, ir a donde ningún hombre ha llegado jamás para dejarle siquiera un mensaje a Karen y despedirse de su hija… algo que Janet y sus hijos desean con fervor, ya que quieren recuperar – como sea – a su distante padre.

Arlequin: Critica: El Primer Hombre en la Luna (2018)

Astronautas: aventureros temerarios dispuestos a lanzarse al vacío con tal de alcanzar la gloria y conquistar objetivos históricos para su patria en la épica carrera espacial que Estados Unidos y la Unión Soviética mantuvieron en los años 60. Vean sino The Right Stuff o Apollo 13, filmes plagados de tipos carismáticos y geniales, individuos brillantes en su oficio y talentosos que no temían poner su vida en juego con tal de romper un récord o cumplir una fase de un plan mas ambicioso. Ahora, comparen esa pandilla con un burócrata monótono, hosco y ensimismado en lo técnico, un robot incapaz de demostrar sentimientos incluso en las situaciones laborales / familiares mas difíciles. First Man pretende que todos cinchemos por Neil Armstrong por el hecho de que fue el primer tipo que pisó la Luna, pero lo cierto es que Armstrong debe ser el tipo mas monótono y apático que jamás haya existido en toda la épica de la carrera espacial.

No es un problema de Ryan Gosling, actor supremo si los hay, sino del libreto de Josh Singer (que escribió The Post y Spotlight, dos deslucidos clones de ese enorme clásico que fué Todos los Hombres del Presidente, y que todos los yanquis aplaudieron de pie porque les encanta ver a la prensa como el héroe de turno, peleando contra el gobierno y desempolvando las oscuras conspiraciones que estén de turno… sin importarles si el libreto no hace nada original y se limita a regurgitar los recursos narrativos que Alan J. Pakula inventó en 1976), que es incapaz de encontrar el lado humano de Armstrong. Sí, es cierto, el tipo sufrió una tragedia terrible al perder una nena por causa del cáncer cuando era muy chica; pero, rayos, ése no puede ser el único instrumento dramático que tiene el guión para humanizar a Armstrong. Digo, este hombre ya era apático antes de la tragedia, y dudo mucho que una mujer de tanto carácter como su esposa Janet (una brillante Claire Foy, la única con sangre en las venas en todo el elenco, y que ojalá sea nominada a un Oscar) se haya enamorado de un bloque de hielo carente de humor. Armstrong devora libros de ingeniería, es un tipo brillante en lo técnico, pero es tan monocorde que aburre y resulta imposible conectarse con él, incluso cuando vemos que sufre una tragedia tan horrible como la pérdida de una niña pequeña.

Hay íconos de la historia que resultan ser tipos problemáticos; y su manera de ser, tan heterodoxa y a veces conflictiva, es lo que los distingue de los demás y lo que los convierte en triunfadores. Basicamente todo tipo que ha triunfado es un chiflado de una u otra manera, ya sea porque basurea a su familia, es un cretino de primera o es un ambicioso capaz de aplastar amigos y conocidos con tal de llegar a su objetivo. Lo vimos en El Fundador (la biografía de Ray Kroc, el tipo que convirtió a McDonalds en un imperio y aniquiló a los hermanos que habían fundado el negocio), y lo vimos en Steve Jobs, en donde nos enteramos que los genios tienen un costado amoral hasta tal punto de apropiarse de ideas ajenas, expulsar a los amigos de la empresa y detestar a los hijos que han tenido en romances furtivos. Pero aún en esas historias dominadas por tipos abominables, había un momento de gloria en donde el tipo común se topaba con un descubrimiento o tenía una genialidad, llegaba al éxito y se transformaba en el ícono de masas que todos conocimos. Vale decir, exhibir el costado brillante de un individuo detestable y vender al sujeto como un todo: alguien que no lo hubiera logrado si no hubiese tenido esa personalidad. Mostrar rasgos humanos (aunque sean en pequeñas dosis) para entender a la persona en su conjunto y saber que se trata de un tipo que razona diferente y que tiene otra escala de valores.

Si Danny Boyle y John Lee Hancock encontraron la vuelta para ver el costado admirable de seres despreciables, resulta imposible de entender cómo Damien Chazelle no puede encontrar otro enfoque para mostrar a Neil Armstrong (que a diferencia de Kroc y Jobs, sí era un tipo de buen corazón) como un individuo heroico y con mas personalidad. El tipo sólo vive cuando habla de motores, cuestiones de física o incluso cuando le tocan pilotear misiones difíciles (como ésa donde la cápsula pierde el angulo de ingreso a la Tierra y se la pasa rebotando en la atmósfera, algo que termina resolviendo Armstrong a fuerza de improvisación y sabiduría técnica), pero con la familia es una momia, y uno seriamente se pregunta qué le vió Claire Foy a su marido o cómo sigue con él ya que es un zombie que come, duerme y vive para el trabajo. Llega un punto en que uno abandona a Ryan Gosling y ya no te importa si la misión se aborta, si está en aprietos por estrellar un vehiculo de prueba (practicando el aterrizaje del módulo lunar), o si el tipo es elegido (o no) para encabezar la misión del Apollo 11. Las reacciones antinaturales llegan hasta el punto que el tipo está dispuesto a marcharse de su casa en silencio a medianoche (para ir a Cabo Cañaveral y prepararse para el despegue del Apollo 11), sin siquiera despedirse de sus hijos… algo que la Foy frena en seco y lo obliga a enmendar, sacando a luz incluso el tema de si llega a morir en medio de la misión.

Comparada con otras épicas de la crónica espacial norteamericana, El Primer Hombre en la Luna me resultó dramáticamente inerte. Chazelle mejora las bazas con las secuencias de las misiones espaciales, mostrando el estremecedor espectáculo del sonido y la furia que los astronautas deben padecer en esa lata de sardinas que es la cápsula espacial durante cada despegue, y que es tan endeleble que amenaza con despedazarse en cualquier momento. El viaje del Apollo 11 tiene sus momentos excitantes (sobre todo el alunizaje) pero luego, la sensación de irrealidad – estás por primera vez en otro planeta! – dura un par de segundos y al menos el libreto se da maña como para que Armstrong cierre simbólicamente el círculo de dolor por la muerte de su hija. Pero también se siente como si estuviera desvirtuando la importancia del viaje, del suceso histórico, en vez de maravillarse (y atemorizarse) por la inmensidad del espacio y la grandiosidad del logro. El haber omitido el momento de plantar la bandera norteamericana (porque Chazelle aduce que es un logro obtenido por toda la humanidad) me parece un error de criterio. Cuando Armstrong camina por la Luna, mira por todos lados y vemos la bandera ya plantada, no pienso en un logro de la raza humana en su conjunto sino en un serio error de edición. Tampoco apoyo la opinión de Trump, quien poco mas considera que la Luna es una colonia yanqui porque ellos fueron los únicos que plantaron bandera allí; pero hay una realidad histórica y es que el momento de gloria se plasma cuando clavás la bandera de tu país en el territorio virgen que has alcanzado (no hablo de conquista sino que dejar la marca de que la humanidad estuvo allí y rompió otro récord).

El Primer Hombre en la Luna me pareció muy dispar. Los momentos técnicos aburren, el héroe no brilla – parece un granjero monosilábico de buen corazón pero carisma cero – y solo cuando hay problemas en el espacio el filme parece salir del coma (amén de cuando Claire Foy entra en ebullición). Es como para completistas, pero posiblemente la miniserie De la Tierra a la Luna haya contado lo mismo con mucho mas nervio y, desde ya, no le llega ni a los talones de The Right Stuff, eso que aquí narran uno de los mayores logros (sino el mayor de todos) de la humanidad.