Crítica: Faster, Pussycat! Kill, Kill! (1965)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1965: Tura Satana (Varla), Haji (Rosie), Lori Williams (Billie), Sue Bernard (Linda), Stuart Lancaster (el Viejo), Paul Trinka ( Kirk), Dennis Busch (el Vegetal)

Director: Russ Meyer, Guión: Jack Moran sobre una historia de Russ Meyer, Musica – Paul Sawtell

Trama: Varla, Rosie y Billie forman un trío de forajidas. Su pasión por la violencia, la velocidad y el dinero fácil las llevan a cometer desmanes de todo tipo. En su ultima correría por el desierto se han topado con una joven pareja pero, tras disputar (y perder) una carrera con sus autos, Varla asesina al muchacho y secuestra a la joven Linda. Ahora, vagando por la ruta, se han topado con un pueblo en donde se enteran que un anciano mantiene una fortuna guardada en su rancho. Varla y las chicas inmediatamente trazan un plan para acercarse al Viejo y seducir a sus dos hijos, con tal de robar el dinero y asesinarlos. Pero nada saldrá como lo han planeado.

Faster, Pussycat! Kill, Kill! Ya hemos hablado un poco de Russ Meyer en nuestra reseña sobre Erotismo y Pornografía. Meyer era un fotógrafo de desnudos que comenzaría a probar suerte en el cine y filmaría The Inmoral Mr Teas en 1959. Si bien se trataba de un film idiota por donde se mire (un hombre tiene capacidad de ver a las mujeres sin ropa), tuvo el privilegio de ser la cabecera de playa en la batalla legal contra la censura en Norteamérica, y habilitaría el rodaje de películas de desnudos (nudies), sacándolos del circuito clandestino. En los sesenta la proliferación de nudies sería vista como una forma de libertad de expresión y sería el paso previo a la legalización de la pornografía a principios de los 70.

Si bien Meyer nunca filmó pornografía, su material habitual eran las películas softcore, con tramas naif, abundancia de desnudos y escenas de sexo simulado. Lo que convertiría a la carrera de Meyer en un éxito comercial era su habilidad para encontrar modelos de generosas proporciones (no por algo Meyer fue uno de los más exitosos fotógrafos de la revista Playboy de aquella época) y ponerlas al frente de sus filmes exploitation, recaudando verdaderas fortunas. La formidable capacidad de los filmes de Meyer para generar ganancias deslumbraría a Hollywood, quien lo tentaría para acometer algunas películas dentro de la chapa de los estudios major como Mas Allá del Valle de las Muñecas (1970) o Los Siete Minutos (1971). Pero el último título sería un horrendo fracaso y Meyer regresaría al circuito de la serie B, aunque rodando filmes eróticos cada vez con menor frecuencia (solo seis peliculas hasta su canto del cisne, Pandora Peaks, en el 2001).

Y entre toda su obra encontramos Faster, Pussycat! Kill, Kill!, que es una película inusual para el estilo de Meyer. Aquí no hay desnudos ni escenas softcore, si bien el sexo juega un rol importante en la trama. Pareciera que Meyer quiso hacer su propia versión del cine de pandillas, algo que se había comenzado a poner de moda en los cincuenta. Desde The Wild One (1953) con Marlon Brando hasta la célebre Rebelde Sin Causa (1955) de James Dean, la juventud con problemas había probado ser redituable en el cine. Ya en los sesenta el género comenzaría a abrirse en infinidad de variantes: desde las bikers movies de Roger Corman (y por qué no, Easy Rider), pasando por los musicales al ritmo de rock y plenos de muchachos en camperas de cuero, hasta los flagrantes filmes exploitation al estilo de High School Confidential (1958). Ser joven, marginal y malvado al ritmo de rock era una apuesta segura para la taquilla.

No hay ningún elemento en Faster, Pussycat! Kill, Kill! que no se haya visto antes. Las pandillas de mujeres ya habían aparecido en The Violent Years (1956), una rareza de aquellas con guión de Ed. Wood Jr. La idea de los forajidos que planean un golpe y les sale mal tampoco es nueva. Y tal como está ejecutado en el film de Meyer, tampoco es una obra maestra que digamos. Pero este film terminó resultando un hito con el paso del tiempo y se transformó en objeto de culto.

Una de las razones por las cuales la película resulta memorable es la presencia salvaje de Tura Satana. La biografía de Satana merece, no un capítulo, sino un libro aparte. De ascendencia japonesa y norteamericana, ya asomaba su impresionante figura en plena adolescencia; pero su generosa silueta provocaría un incidente que culminaría en su violación por parte de una pandilla. Satana aprendería artes marciales y se dedicaría durante los quince años siguientes a rastrear a los violadores y vengarse de ellos, a la vez que se hacía líder de una pandilla, trabajaba como bailarina exótica y modelo de nudies. Cantaría, trabajaría en cine, estaría a punto de casarse con Elvis Presley, sería baleada por un ex amante y tendría un serio accidente de auto que la mantendría años postrada en la cama de un hospital. Lo que se dice, una vida de historieta.

Y aquí Tura Satana es la que comanda el show, con su naturaleza salvaje a flor de piel. Si en otros filmes el centro de atención son los FX, aquí los efectos especiales son la presencia de esta mujer. Es una bestia sexual, malvada, violenta y expeditiva. Es una auténtica villana en la pantalla y, como dicen los americanos, una figura larger than life. Las otras dos chicas (Haji y Lori Williams) son más ordinarias o apenas adecuadas a sus roles de complices. Pero Satana comanda la escena con un carisma único e irrepetible.

El tema es que, dejando a Tura Satana de lado, no hay mucho más que pueda ofrecer la película. El diálogo es absolutamente incoherente (en términos mayúsculos) y los personajes hablan como si estuvieran drogados. Por momentos el guionista cree estar poniendo en boca de estos caracteres frases que son de un lirismo increíble, cuando en realidad terminan recitando enormes cantidades de bazofia. Los personajes son de cartón pintado: los villanos son malos porque sí, y las víctimas no son tan puras como parecen. Del lado de los hombres, todos los personajes masculinos (a excepción del Viejo) están escritos como inocentes y fácilmente manipulables por el sexo. Kirk es controlado por la bragueta como Varla quiere; el Vegetal es un bruto sin maldad, y el Viejo es un perverso que bien puede ser la contraparte masculina de Varla. En el medio está Linda, criatura tonta si las hay, que grita, corre y rebota en todos lados como pelotita de ping pong. El por qué Linda sigue viva hasta el final del relato es completamente inexplicable.

Faster, Pussycat! Kill, Kill! solo posee una razón para verse y es contemplar a Tura Satana en movimiento. Lo otro efectivo que aporta Meyer es la violencia, que es bastante inusitada para un film de esa época (Varla atropella a medio mundo con su Porsche o mata a los hombres con sus propias manos). Pero es una de esas películas que funcionan más como generadores de íconos (y de buenos posters para cuartos de adolescentes) que por otra cosa. Simplemente porque el libreto es pura basura.