Crítica: Fantasía (1940)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaUSA, 1940: Deems Taylor (como él mismo / narrador), Leopold Stokowski (como él mismo / director de orquesta)

Director: James Algar, Samuel Armstrong, Ford Beebe Jr., Norman Ferguson, David Hand, Jim Handley, T. Hee, Wilfred Jackson, Hamilton Luske, Bill Roberts, Paul Satterfield & Ben Sharpsteen – Guión: Joe Grant , Dick Huemer, Lee Blair, Elmer Plummer, Phil Dike, Sylvia Moberly-Holland, Norman Wright, Albert Heath, Bianca Majolie, Graham Heid, Perce Pearce, Carl Fallberg, William Martin, Leo Thiele, Robert Sterner, John McLeish, Otto Englander, Webb Smith, Erdman Penner, Joseph Sabo, Bill Peet, Vernon Stallings, Campbell Grant, Arthur Heinemann & Phil Dike

Trama: Una selección de aventuras animadas sincronizadas al son de música clásica. Un ecualizador gráfico que dialoga con el narrador; el origen del mundo al compás de El Rito de la Primavera de Stravinsky; animales y flores bailando al ritmo de la suite de El Cascanueces de Tchaikovsky; centauros y criaturas míticas retozando con la Sinfonía Pastoral de Beethoven de fondo; un demonio despertando y convocando a sus huestes en Una Noche en el Monte Calvo; hipopótamos en tutús bailando La Danza de las Horas; e instrumentos musicales materializándose en las tinieblas mientras Tocatta y Fuga de Bach suena en versión orquestal… entre otras secuencias animadas.

Crítica: Fantasía (1940)

Sobrevaluada, eterna y aburrida. Eminentemente aburrida. Yo – que me considero un amante de la música clásica y con mucho gusto por los arreglos orquestales – no logro sobrevivir los embates de los 125 minutos de Fantasía. Ok, hay dos o tres secuencias geniales – El Aprendiz de Brujo; Una Noche en el Monte Calvo / Ave María (que, para mí, es un hito monumental en la historia de la animación); El Rito de la Primavera – pero el resto bordea lo intragable. Parte del problema es la selección musical, otra parte pasa por los arreglos (la versión orquestal de Tocatta y Fuga no es muy feliz; ¿por qué no respetar la versión original de órgano?), y la puntada final la da la animación, la cual – cuando no es inspirada; y hay demasiados casos de ellos en el filme – aletarga todo hasta el borde de lo insufrible. Yo hago el siguiente planteo: si esta selección de temas la hubiera visto en un video en YouTubeen un concierto con orquesta en vivo, donde solo muestran al director y a los concertistas, sin nada de animaciones -, me hubiera resultado mucho mas digerible que el filme de Disney. No, no es la opinión de un ignorante que odia la música clásica sino de un tipo que aprecia todo tipo de música, vio miles de películas en su vida… y que, cuando ve Fantasía, se la pasa viendo el reloj para ver cuánto le falta para terminar semejante tortura.

Es posible que arda en el infierno por hereje y que vaya contra la mayoría de las eminencias que ponen a Fantasía en sus Top Ten de grandes filmes de la historia. El problema es que Fantasía es muy dispar, lo cual es natural en cualquier filme con segmentos – es imposible que todos los capítulos sean geniales -. Por otro lado Fantasía se debate sobre qué tipo de filme quiere ser. Como película infantil no funciona – los segmentos pecan de pretenciosos, los arreglos musicales son largos y pesados y, cuando llega una secuencia con el ratón Mickey o los hipopótamos en tutús, los pibes hace rato que se fueron al lobby del cine a tomarse una gaseosa porque no soportaban lo tedioso del filme -, y como filme adulto precisaba secuencias mucho mas jugadas (además de que me planteo seriamente si los amantes de música clásica ortodoxos – el público snob que asiste al Teatro Colón, por ejemplo – serán capaces de apreciar el toque kitsch y herético de poner hipopótamos en tutús al ritmo de La Danza de las Horas). En vez de la ñoñería de centauros y criaturas míticas mostrando el culito, se necesitaba mas demonios gigantes, espectros, volcanes y dioses abriendo los cielos para demostrar su poder sobre los mortales, una visión mas épica y jugada de la puesta en escena. Pero, por otra parte, Fantasía se relame en sus propias ambiciones – como la secuencia donde el conductor Deems Taylor dialoga con la “banda sonora” (un ecualizador gráfico animado a mano!) -, pretendiendo deslumbrar con lo técnico pero olvidándose de si eso es realmente divertido.

Fantasía me hace acordar a esos concept car o esos modelos de prestigio que las marcas de coches comunes a veces producen para demostrar el pico de su calidad técnica. No son modelos para fabricar en masa sino para hacerse un renombre – en la historia hay toneladas de casos similares, desde el Toyota 2000GT hasta las deslumbrantes cupés de Pegaso -; pero, por otro lado, son imprácticos e inmanejables. Como tal, Fantasía es un compendio de maravillas técnicas – la sincronización entre animación y música; técnicas experimentales de animación; el revolucionario sistema de sonido multicanal Fantasound, el primero de su clase en la historia del cine – y es un compendio de pretensiones artísticas, pero las dos cosas no hacen necesariamente a un espectáculo entretenido.