Crítica: Limite de Seguridad (Fail Safe) (1964)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1964: Henry Fonda (Presidente de EE.UU.), Larry Hagman (Buck), Frank Overton (General Bogan), Walter Matthau (profesor Goeteschele), Dan O’Herlihy (General Black), Fritz Weaver (Coronel Casclo), Edward Binns (Coronel Grady)

Director: Sidney Lumet, Guión: Walter Bernstein, basado en la novela homónima de Eugene Burdick & Harvey Wheeler

Recomendación del Editor

Trama: Un objeto volador no identificado ha ingresado en el espacio aéreo de los Estados Unidos, y se presume que es un misil soviético. Se activan los procedimientos automáticos de defensa: un grupo de cazas sale a interceptar al objeto mientras que escuadrones de bombarderos van a los límites de la frontera, dispuestos a recibir la señal clave para lanzarse con un ataque atómico sobre la URSS. Pero el objeto resulta ser un vuelo comercial con problemas técnicos, y los escuadrones de bombarderos reciben la orden de regresar a su rutina habitual. Sin embargo una falla en la computadora central envía la orden de confirmación al grupo 6, y el mismo se lanza de lleno a cumplir su misión: destruir Moscú con bombas atómicas. Los intentos norteamericanos de detener (o abatir) al grupo de bombarderos resulta inútil, y muy pronto el Presidente de Estados Unidos se ve obligado a abrir una comunicación directa con el Premier soviético para advertirles de la amenaza. Con la desconfianza de los rusos, la suerte en su contra y las infimas posibilidades de detener al avion antes que destruya Moscú, el Presidente se verá forzado a tomar una decisión límite para evitar el lanzamiento mutuo de misiles y provocar una guerra termonuclear que arrase el planeta.

Fail Safe Fail Safe está basada en la novela de 1962 del mismo nombre, escrita por Eugene Burdick y Harvey Wheeler. El libro fue redactado en una época candente – la crisis de los misiles cubanos ocurrió en octubre de 1962 -, y desde entonces la guerra fría había entrado en el terreno de una posibilidad real. Si en los años 50 los americanos vivieron con el temor del ataque nuclear, en los 60 tendrían la desagradable sensación de la inminencia del conflicto, más cercano que nunca. El libro simplemente se dedicaba a explorar un escenario posible, y todas las implicaciones que ello significaba.

En 1964 la Columbia decidió capitalizar el interés popular por un tema tan ríspido (y cercano en el tiempo), y lanzó dos proyectos con temáticas gemelas: Dr. Strangelove y el film que ahora reseñamos. Stanley Kubrick, a su vez, conocía la temática de Fail Safe y presionó al estudio para presentar primero su comedia negra sobre la Guerra Fría, la cual fué un éxito de crítica y taquilla. Pero cuando Fail Safe se estrenó seis meses después, las alabanzas de los críticos no bastaron para rescatar el rendimiento del film, y obtuvo una pobre recaudación. No sólo era la enorme similitud de sus historias (algo que terminaría en un agrio litigio judicial entre Peter George – autor de la novela Red Alert de 1958 que fuera la base de Dr. Strangelove – y los autores de Fail Safe), sino que la película de Kubrick le haría una sombra enorme – mucha gente se reía en los momentos claves del film, recordando escenas similares de Strangelove -.

Todo lo cual es realmente injusto, ya que Fail Safe es un film vastamente superior a Dr. Strangelove. Ciertamente el clásico de Stanley Kubrick es excelente, pero hay algo en lo extravagante de su comedia que la hace distante, mientras que Fail Safe es un auténtico tour de force emocional e intelectual. Es una fascinante cápsula del tiempo acerca de los años pico de la Guerra Fría, y sin dudas es el mejor film sobre ficción política de todos los tiempos. La escalada de tensión, y el brillo de sus razonamientos – sin importar cuál la óptica que el espectador desee adoptar, la pragmática y beligerante del profesor Goeteschele, la racional del Presidente, la paranoica del coronel Cascio, la emocional del general Black – es monumental. Aquí los autores y Sidney Lumet adoptan un estilo similar a Kubrick: la Ley de Murphy haciendo estragos en estrategias supuestamente racionales y ultra calculadas, la rigidez de las estructuras de mando que impiden contemplar cambios a último momento, y la adopción de posturas extremas.

Sin embargo, en donde triunfa Lumet sobre Kubrick es en los aspectos de debate y clima. Uno puede establecer con claridad que el profesor Goeteschele es el clon frío y calculador del personaje del general Turgidson de Dr. Strangelove. Si el error ha sido cometido, aprovechémoslo. Pero en vez de quedar el rol en una postura eminentemente extremista y mesiánica, Goeteschele es el símbolo de una maquinaria militar defectuosa, que le permite enunciar miles de posiciones lógicas y no decantarse por ninguna. Uno lo que percibe, a lo largo del film, son dos cosas: que esta gente está excedida de cálculos y que, a su vez, carecen de información al momento de encontrarse en medio de la acción. El clima claustrofóbico que crea Lumet sirve para resaltar esto último: el comando militar norteamericano se encuentra completamente a ciegas al momento en que las cosas se van de las manos. Uno podría comparar a la atmósfera que se vive en la película con la misma que se respira en el interior de un submarino: los instrumentos nos dan algunos datos mínimos de lo que sucede afuera, lo que no significa que esa sea la verdadera realidad. En si, todo es paranoia pura, donde cualquiera puede tejer cualquier tipo de teoría (incluso la más disparatada) y puede ser aceptada por sus pares, siempre que les dé un par de premisas que las haga creíbles.

La imagen onírica del principio – el sueño del matador, el asesino en el que se verá obligado a transformarse Dan O´Herlihy a lo largo de esas horas – es formidable. Si hay algo que reprochar al film, es que a veces su caracter de alegoría elimina la tridimensionalidad de los personajes – todos son creaciones intelectuales, no seres humanos; el presidente de Henry Fonda es demasiado racional, y el piloto que compone Edward Binns es excesivamente autómata, aún recibiendo claras señales que explican el error que ha sucedido -. Tampoco queda claro cómo el fusible del ordenador central puede provocar el envío automático de la clave (personalizada) de activación del ataque. Pero esos son detalles perfectamente omitibles en un film rico en ideas. Todos los personajes poseen discursos fascinantes – el profesor Goeteschele es el núcleo intelectual central de la película, alrededor del cual giran los personajes por simpatía u oposición con sus ideas – y sorprendentemente válidos. Como diría Walter Matthau, es un mundo de archivistas y criminales – hablando de los posibles supervivientes de una guerra nuclear masiva -. El film lo ilustra en tiempo real – el mando militar se divide en teóricos discursivos que sólo sirven para embarrar el panorama y ejecutores (reales y posibles) de asesinatos en masa -. Cada postura viene rodeada de múltiples facetas fascinantes; desde la mujer del inicio del film que se deslumbra sexualmente con los hombres del poder (y con el principal verdugo que vendría a ser Matthau), la tortura emocional de las pesadillas que sufren estos ejecutores mientras están a la espera de la acción, como Dan O´Herlihy; las teorías paranoides de Fritz Weaver en donde todo es una mentira creada por el enemigo; la rigidez mental que impone el ejército a responsables de campo como el piloto de bombardero de Edward Binns – que le impide salirse de la norma, aunque esté equivocada -; la presión infernal del personaje de Frank Overton, que ve como todo se va al infierno en cuestión de segundos y no puede detenerlo sino seguir adelante con él; el pragmatismo a ultranza de Walter Matthau, que sus comentarios xenófobos y devastadores no deja de ser creíble y razonable; la incredulidad del traductor de Larry Hagman, que ve como millones de vidas se negocian en cuestión de minutos; o la incomodísima postura de Henry Fonda, quien se ha dado cuenta de que ha construído un monstruo que no puede controlar y que ahora debe convertirse en el mayor genocida de la historia para evitar un mal aún mayor. Por todo esto es que Fail Safe es, simplemente, una tragedia griega de enormes proporciones y un clásico formidable que merece nuestra mas firme recomendación.

FAIL SAFE

Las versiones de la novela Fail-Safe de Eugene Burdick & Harvey Wheeler son: Limite de Seguridad (1964) de Sidney Lumet; y su remake televisiva Sin Retorno (2000) de Stephen Frears