Crítica: Erase Una Vez En El Oeste (1968) (Once Upon a Time in the West)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorCalificada en el Top Ten - las 10 mejores películas de cine fantástico y de cultoUSA / Italia, 1968:Henry Fonda (Frank), Claudia Cardinale (Jill McBain), Jason Robards (Cheyenne), Charles Bronson (Armonica), Gabriele Ferzetti (Morton)

Director: Sergio Leone, Guión: Bernardo Bertolucci y Dario Argento, Musica – Ennio Morricone

Trama: Brett McBain se ha casado de nuevo y toda su familia se encuentra esperando el arribo de su nueva esposa, pero son súbitamente masacrados por el bandolero Frank y su pandilla. La viuda McBain queda a cargo de la propiedad, y todas las pistas – dejadas a propósito por Frank – indican que es obra del pandillero conocido como Cheyenne. Este, que se encuentra fugitivo de la justicia, comienza a investigar las verdaderas causas de la matanza. Mientras tanto, un pistolero sin nombre – al que sólo se le conoce por tocar la armónica – ha llegado al pueblo. El pistolero comienza a seguir el rastro de Frank hasta dar con él y con la sórdida alianza que posee con el magnate de los ferrocarriles Morton. Muy pronto los senderos de Frank, Armónica y Cheyenne se cruzarán en la propiedad de la viuda de McBain, donde cada uno posee secretos intereses.

Este es el cuarto Spaghetti Western de la corta pero notable filmografía de Sergio Leone. En los 60 Leone revolucionaría al mundo con una visión estilizada del Oeste al mismo tiempo que pulverizaba los clisés clásicos del Western, aggiornándolos y dotándolos de un uniforme tono gris. Mientras que el Western norteamericano era particularmente estoico, dividido en buenos y malos, y con argumentos tan remanidos que estaban empezando a poner al género en decadencia, este italiano – notablemente influenciado por Akira Kurosawa – reconstruyó las bases del mismo de una forma nunca antes vista. Uno podría decir que Leone hizo por el Western lo mismo que (literariamente) hizo Dashiell Hammett por el género policial, poblado hasta ese entonces de tramas matemáticas y poco realistas al estilo de Agatha Christie. Parafraseando a un crítico de Hammett, se podría decir que Leone terminó por devolver el crimen al Western.

Erase una Vez en el Oeste tiene una aproximación diferente al Western que las obras anteriores de Leone (Por un Puñado de Dolares o Lo Bueno, Lo Malo y Lo Feo, por ejemplo). En las anteriores entregas Leone pinta al Western en términos de comedia, con personajes sagaces y rápidos de reflejos. Pero aquí el tono es eminentemente dramático y con rasgos épicos. Los personajes no dejan de ser listos, pero la diferencia fundamental es el timing: los filmes anteriores poseían una agilidad asombrosa, un ida y vuelta constante. Aquí, sin embargo, Leone dedica una gran parte de la película a crear atmósfera. Es cierto que, por ejemplo, Por un Puñado de Dolares o Lo Bueno, Lo Malo y Lo Feo tienen larguísimas (pero enteramente disfrutables) secuencias iniciales en silencio, pero una vez que comienza la historia toma un ritmo vertiginoso. Aquí, en cambio, todo va muchísimo más pausado, y esto tiene que ver con que Leone apunta al análisis exhaustivo tanto de los personajes como de los ritos del Oeste. Como suele pasar con el director, muchos de los diálogos pasan en realidad por las expresiones corporales – los ojos, los gestos -. Es un film cargado de sugerencias. A su vez, cada escena consta de un extenso preámbulo que prepara el clima. Como dijera un comentarista, Leone se preocupa en examinar los rituales de la violencia.

Es un film sorprendentemente bello. Las vistas panorámicas del desierto son fabulosas, y más al ritmo de la excelente banda sonora de Ennio Morricone. Aquí Morricone le da a cada personaje su leit motiv musical, destacándose el del pistolero de la armónica.

En más de un sentido, es un film que funciona de modo operístico. Cada personaje carga con su propio destino, y si bien los roles parecieran en un momento que comienzan a cambiar – el bandolero de Jason Robards parece regenerarse al lado de Claudia Cardinale; o Henry Fonda intenta ganarse el respeto para tomar el pueblo y convertirse en un hombre de negocios -, terminan por cumplir trágicamente lo que su suerte les ha deparado. No pueden escaparse a la fatalidad de su existencia. En especial Armónica, que es un vengador paciente y que elabora hábilmente el camino de su represalia. Como dice Hattori Hanzo en Kill Bill, la venganza nunca es un camino lineal.

La larga duración (en la excelente versión restaurada de 2:45 horas) pasa volando. Los personajes no son tridimensionales, sino que están perfilados de una manera épica, definidos más que nada por sus actitudes. Pero aún así, el libreto jamás toma un camino lineal para desarrollar los sucesos, sino que prefiere poner a los personajes en situaciones atípicas y de allí llegar al hilo de la historia principal. Esto es especialmente notable en la larga y formidable secuencia en la cantina en medio del desierto, donde por primera vez se encuentran Armónica y Cheyenne. Cada personaje hace su entrada a escena de modo espectacular, pero a su vez comienzan a actuar de modo totalmente atípico. El bandolero de Jason Robards es excesivamente culto, noble y reflexivo para lo que es el standard de semejante tipo de papel. El villano de Henry Fonda (un papel brillante, con su larga figura vestida de negro y con una calma letal) establece una relación con Armónica, quien es su cazador. La viuda McBain tampoco parece ser el prototipo de mujer desvalida que el Western suele reservar para este tipo de papeles.

La historia central en sí es corta. Lo que hace Leone es crear climas y fundamentalmente pintar un Lejano Oeste vivo y creíble, con masivas escenas de pueblos y movilizaciones de trabajadores del ferrocarril. Y para todo ello se toma todo el tiempo del mundo, con largas pausas, extensos primeros planos, y un pormenorizado envío de mensajes subliminales a través de los gestos más mínimos de los actores. La música, la fotografía, las actuaciones, la trama, son brillantes. Muchos la aclaman como el mejor Western de todos los tiempos. Para calificarla así, habría que haberlos visto a todos, lo que es imposible; pero en todo caso, es un título para el que califica con excelentes méritos.

SERGIO LEONE

Por un Puñado de Dolares (1964) – Por unos Dolares Mas (1965) – Lo Bueno, lo Malo y lo Feo (1966) – Erase una Vez en el Oeste (1968) – Erase una vez la Revolución (1971) – Erase una Vez en America (1984). En este portal también comentamos Mi Nombre es Nadie (1973), con la participación no acreditada de Leone en la dirección del filme.