Crítica: Eragon (2006)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2006: Edward Speleers (Eragon), Jeremy Irons (Brom), Sienna Guillory (Arya), Robert Carlyle (Durza), John Malkovich (Rey Galbatorix), Garrett Hedlund (Murtagh)

Director: Stefen Fangmeier, Guión: Peter Buchman basado en las novelas de Christopher Paolini, Musica – Patrick Doyle

Trama: La era de los Jinetes de Dragones ha desaparecido, y el último de todos – Galabtorix – se ha hecho con el poder y el reino. Mientras tanto, el joven Eragon encuentra por casualidad lo que resulta ser el huevo de un dragón. La creatura nace al poco tiempo, se desarrolla muy rápidamente, y se pone a las órdenes de Eragon. La noticia no pasa desapercibida, y pronto el oscuro lugarteniente de Galbatorix – Durza – prepara la cacería del joven y del dragón. Siendo asesinado su tío, el joven es apadrinado por Brom, un vagabundo que merodea el pueblo y que resulta ser el único jinete de dragones sobreviviente a la matanza de Galbatorix. Ambos inician una larga jornada hasta encontrar a las fuerzas opositoras del reino, que se encuentran en las fronteras, pero la persecución de Durza es implacable.

Eragon Eragon es uno de los tantos libros escritos por Christopher Paolini que desarrolla una saga épica en mundos imaginarios, influída por obras tales como El Señor de los Anillos y la serie de juegos Calabozos y Dragones. La novedad del tema es que Paolini sólo contaba con 15 años cuando comenzó a desarrollar las novelas, y las mismas se volvieron rápidamente populares, con lo cual a los 19 años ya era millonario.

El film tuvo una respuesta bastante aceptable por el público pero terminó siendo destrozado por la crítica, y no resulta difícil comprender el por qué. Desde el título, todo indica que es un pastiche de influencias con poco y nada de original. El mayor problema no es que no sea totalmente original; es que el director – en este caso – no hace el más mínimo esfuerzo de disimular las fuentes, e incluso copia fotograma por fotograma a aquellos filmes de los cuales Eragon toma sus conceptos más importantes.

Y es que Eragon se puede resumir en La Guerra de las Galaxias encuentra a El Señor de los Anillos. El nombre del protagonista suena parecido a Aragorn, el rey renegado de la obra de Tolkien; el reino donde se desarrolla la acción tiene un sospechoso parecido a Tierra Media, con multitud de naciones conviviendo y desconfiando de sí mismas – elfos, humanos, enanos -; pero mientras que el paisaje es obviamente de Tolkien, el desarrollo de la historia y los personajes es casi un calco de la épica de George Lucas. Muchacho a cargo del tío, muerte de éste, descubrimiento de un artefacto extraordinario, persecución por las fuerzas oscuras, apadrinamiento por parte de un extraño que resulta ser el último de los caballeros de una fuerza de élite, la muerte del caballero, las fuerzas rebeldes que ven al chico y a la creatura como el cumplimiento de una profecía… etc, etc. El drama no es esto – en definitiva, gran parte de las mejores historias que ha narrado el cine no son más que excelentes collages de ideas ya mostradas -, sino que Fangmeier carece de talento para exponerlas de modo diferente o, incluso, enriquecerlas. Hay una escena típica del muchacho viendo el atardecer al mejor estilo Luke Skywalker, las largas jornadas de cabalgata usan los paneos típicos de Peter Jackson, e incluso el primer enfrentamiento entre Eragon y Durza parece un calco de las peleas entre Jedis en la última trilogía de George Lucas (combates con espadas, y usando sus poderes para arrojarse cosas mutuamente).

El guión es chato, las actuaciones son chatas, la dirección es chata. No hay nada demasiado ultrajante en el film, pero la falta de estilo propio de Fangmeier provoca que el espectador a cada rato esté adivinando “¿y esta escena donde la vi antes?”, amén de que el público ve a 5.000 leguas de distancia hacia donde va el relato. La copia de ideas de Star Wars es abrumadora, y ni siquiera la novedad del dragón salva la nota (como si Luke Skywalker hablara con su sable laser), ya que está presentado de modo terrible. Que Saphira (con la voz de Rachel Weisz) razone banalidades con Eragon, no ayuda en absoluto al relato. Hubiera sido preferible mantenerlo en silencio, y que resultara un tanto impredecible.

El ritmo tampoco ayuda; la historia por momentos va a los saltos, en especial respecto del desarrollo del dragón. Malkovich hace un cameo extendido, y si bien Carlyle intenta hacer algo con el personaje de Durza, el guión está tan mal escrito que no le da la más mínima amenaza. Al menos la batalla final está desarrollada con algo de brío, pero teniendo en cuenta que esta resultaría ser la primera entrega de una trilogía, es bastante mediocre.

No es un filme terrible; si uno aterriza en una sala de cine donde la estén proyectando, es un espectáculo liviano, relativamente correcto pero insípido. Hay filmes mucho peores que éste, pero a pesar de su cierta correctitud, es un espectáculo más apto para ver en cable que para abonar el precio de la entrada.