Crítica: La Tierra Muere Gritando (The Earth Dies Screaming) (1964)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1964: Willard Parker (Jeff Nolan), Virginia Field (Peggy), Dennis Price (Quinn Taggart), Thorley Walters (Edgar Otis), Vanda Godsell (Violet Courtland)

Director: Terence Fisher, Guión: Harry Spalding

Trama: El americano Jeff Nolan es un piloto de pruebas que ha aterrizado en Gran Bretaña y ha descubierto a toda la gente muerta. Nolan llega hasta un pequeño pueblito en donde se topa con una pareja, y pronto encuentra algunos otros sobrevivientes. Al parecer una fuerza desconocida ha lanzado un masivo ataque con gas y ha exterminado a la mayoría de la población. Pero cuando descubren un par de robots explorando los alrededores del pueblo, es evidente que la fuerza invasora es alienígena. Ahora Nolan y el resto de los supervivientes deberá intentar escapar… pero los robots los han descubierto y han reactivado a los muertos, convirtiéndolos en zombies asesinos que se lanzan tras ellos.

The Earth Dies Screaming (1964) A mediados de los sesenta el reconocido director Terence Fisher estaba en la mala. Se había alejado de los estudios Hammer – en donde había ganado prestigio con títulos clave como las versiones hammerianas de Frankenstein (1957) y Dracula (1958) -, y había ido a parar a estudios de tercera categoría, rodando películas de ciencia ficción hechas con dos pesos. En el caso que nos ocupa, The Earth Dies Screaming viene de Lippert Films, los mismos que producieran y distribuyeran títulos abonados de este sitio como La Mosca de Cabeza Blanca (1958), Rocketship X-M (1950) y las primeras entregas de la saga Quatermass.

The Earth Dies Screaming es, dentro de todo, un pastiche bastante potable. Como siempre he dicho, una buena fotografía blanco y negro hace digerible aún a la película más barata de sci fi que uno haya visto (cosa que no ocurre con los los filmes a color, por ejemplo, la tonelada de espantosas producciones italianas de los 70 y 80). Acá todo se reduce a 6 tipos, un pueblito abandonado y 4 coches. Las tomas son siempre las mismas, y la amenaza de turno se reduce a un par de robots en trajes de astronauta (!). Para colmo el diseño del rostro de los androides parece el de unas garrafas industriales de gas al que le pusieron ojitos. Una lágrima, mire usted.

Eso no quita que The Earth Dies Screaming no sea una serie B pasable. Acá se afanaron la premisa de El Pueblo de los Malditos, con otra amenaza invisible asolando a Inglaterra, sólo que esta vez es letal. Los pocos sobrevivientes se salvaron de milagro gracias a estar en lugares aislados atmosféricamente – cabinas de avión, carpas de oxígeno en hospitales, etc – y ahora que han descubierto la verdad del estofado, deben luchar por su vida. El libreto se empeña en insertar un villano que termina siendo espantoso – un tipo que tiene como rehén a una mujer y la hace pasar por su esposa (para cumplir sus designios más bajos y perversos!) -, el héroe Willard Parker (que venía de hacer muchísimos westerns) parece tener dos mil años de edad, y el resto de los secundarios es bastante molesto, alternándose entre un adolescente rebelde y un borrachin que se desmaya de embriaguez cada vez que hay peligro inminente. Esta troupe de inoperantes van y vienen del pueblo a un destacamento militar en donde se aprovisionan de armas, lo cual es la excusa para repetir siempre los mismos planos. A esto se suma que Parker es el americano sabelotodo que comanda (bah, en realidad prepotea) a los asustadizos sobrevivientes y al cual se le ocurre una idea de cómo detener a los robots, algo que termina siendo bastante estúpido pero al menos genera una especie de climax al filme.

Pero a pesar de todos sus defectos, The Earth Dies Screaming termina siendo disfrutable. Hay un par de momentos en que Fisher crea tensión – especialmente con los muertos revividos, que tienen los ojos en blanco y se ven ok -, que sirven para perdonar lo patético del resto de la producción. Es aceptable rutina serie B, como se hacía antes, y que terminaba siendo un entretenimiento más que potable para un sábado a la tarde.