Crítica: Donde las Aguilas se Atreven (1968)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA / GB, 1968: Richard Burton (mayor Smith), Clint Eastwood (teniente Schaffer), Mary Ure (Mary Ellison), Patrick Wymark (coronel Turner), Ingrid Pitt (Heidi)

Director: Brian G. Hutton, Guión: Alistair MacLean

Trama: 1944, Segunda Guerra Mundial. Los ingleses montan un operativo comando para rescatar al general norteamericano George Carnaby, el cual conoce los planes del Día D y que ahora ha caido prisionero de los nazis. Por ello el Mi6 envía a toda prisa un escuadrón al mando del mayor Smith, quien se infiltra tras las líneas enemigas en la cercanía de los Alpes. Pero al poco tiempo de llegar a su destino, Smith encuentra muerto a uno de los miembros del escuadrón y todas las pruebas indican que ha sido asesinado. Con un traidor infiltrado en el equipo, Smith deberá completar la misión cueste lo que cueste; pero, a medida que avanza el operativo, el mismo se transformará en una constante caja de sorpresas, en donde nada ni nadie resulta ser lo que parece.

Donde las Aguilas se Atreven (1968) Hay bolazos que merecen ser aplaudidos de pie, y Donde las Aguilas se Atreven es uno de ellos. Tiene montones de pifias, toneladas de inexactitudes históricas y una buena cuota de momentos WTF en donde la credibilidad parece quedar con el upite para el norte… hasta que, segundos después, el libreto demuestra que lo que parece un error termina siendo una genialidad (o un disparate realmente inspirado) y uno termina por vitorearlo. Oh, si, el realismo saltó volando por la ventana, pero su ausencia ha servido para parir una de las películas bélicas más entretenidas del género.

En los 60 James Bond era la gran euforia del momento y, olfateando los dólares, los productores cinematográficos de todo el mundo salieron a generar a mansalva productos relacionados. Los más obvios fueron los filmes de espionaje que intentaban calcar – con menos dinero e inspiración – las andanzas de 007; pero el otro género fuertemente afectado resultó ser el bélico. Si en los 50 las películas de guerra tenían ese orgullo de la anécdota y el heroísmo, en los 60 los discursos patrióticos se vieron pasados de moda y el género se vió obligado a bondizarse. Piensen, sino, en las similitudes: una organización siniestra que planea dominar el mundo; villanos despiadados y elegantemente vestidos; armas de ultísima tecnología listas para devastar el planeta… y destrozadas a último momento por el héroe de turno. Las guaridas subterráneas que explotan dejaron de ser una potestad de 007; lo que hizo James Bond, en realidad, fue contagiar con su espiritu de comic al resto de los géneros. Piensen, sino, en lo que Donde las Aguilas se Atreven ofrece: un grupo de espías y saboteadores, llenos de gadgets, asaltan una fortaleza inexpugnable situada en lo alto de los Alpes. Si todo esto no les suena, es porque nunca han visto Al Servicio Secreto de Su Majestad.

Donde las Aguilas se Atreven es un filme plagado de curiosidades. Dirige Brian G. Hutton, un gran cineasta que volvería a trabajar con Clint Eastwood en El Botin de los Valientes (y que mas tarde se retiraría muy joven para convertirse en plomero (!!)); en el elenco figura la futura diosa Hammer Ingrid Pitt, y está también la desdichada Mary Ure. La Ure fue la esposa del egocéntrico Robert Shaw – el de Tiburón y Desde Rusia con Amor – , el cual comenzó a atosigarla con sus numerosas infidelidades y su enorme ego artístico – lo que la obligó a abortar gran parte de sus proyectos como actriz – hasta llevarla al suicidio a la temprana edad de 42 años. Lindo pibe este Shaw.

La génesis de Donde las Aguilas se Atreven es interesante. El hijastro de Burton lo entusiasmó para que filmara una historia de aventuras como las de antes, y don Richard salió a buscar ideas. En eso se topó con el novelista Alistar MacLean – que venía haciendo zafarrancho con títulos como Estacion Polar Zebra o Los Cañones de Navarone – y éste se entusiasmó tanto con la iniciativa que terminó escribiendo un libreto totalmente original en menos de 6 semanas. Como a MacLean le gustan las alturas, el frio y las tramas complicadas, se despachó con la historia de un grupo comando asaltando una fortaleza nazi en medio de los Alpes. El resultado final fue un filme que rompió las taquillas de aquel momento.

La gracia de la historia reside en las sorprendentes vueltas de tuerca con las que se despacha el guión cada quince minutos. Al principio van unos soldados a rescatar a un general… que resulta no ser un general sino un actor… que el grupo no es tal sino que hay un traidor… en donde hay una agente extra que nadie conoce, opera por su cuenta y que hace de soporte de Richard Burton… en donde Burton hace cosas raras y se ve tan sospechoso que puede ser él el traidor… y la historia sigue y sigue. Las cosas se complican hasta tal punto que, en el climax – el cual ocurre en medio de una reunión de altos jerarcas nazis – todo está tan enrarecido que nadie sabe quién es aliado y quién es traidor.

Sin dudas hay que aplaudir a MacLean por todo el bardo que hace para que las cosas sean interesantes en todo momento. El personaje de Burton es extremadamente sagaz y arriesgado, aún cuando el físico del actor no vaya en saga con las cosas que hace – por eso es que Eastwood y Burton bromeaban, diciendo que sus dobles pasaban más tiempo en pantalla que ellos mismos -. Pero son las cajas de sorpresas que reserva MacLean las que hacen que el filme sea una gozada a pesar de durar 2 horas 30. Hay tanta acción (y filmada con tanto estilo) que el climax ocurre 40 minutos antes que termine el filme; y, lo que sigue, es una larguísima e intensa persecución en donde MacLean se reserva un par de trucos para el último momento.

Donde las Aguilas se Atreven es una gran película de aventuras. Ok, tiene su buena cuota de pifias – helicópteros nazis (?) sorprendentemente modernos; una fortaleza en donde hay miles de soldados y ninguno de guardia en el muro… como para ver si alguien viene trepado en el techo del funicular; el abominable efecto stormtrooper, en donde Clint Eastwood puede liquidar a media división alemana con 10 balas y sin sufrir un rasguño mientras el resto de los nazis le dispara a las nubes; y dos toneladas de bombas cargadas en un modesto maletin, las cuales explotan como si fueran dispositivos nucleares; etc, etc -, pero resulta tan entretenida que uno le perdona todo, y resulta una clara muestra de los buenos espectáculos que Hollywood solía armar en su época de oro.