Crítica: Duna (Dune) (1984)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1984: Kyle MacLachlan (Paul Atreides), Francesca Annis (Lady Jessica), Kenneth McMillan (Baron Vladimir Harkonnen), Jurgen Prochnow (Duque Leto Atreides), Everett McGill (Stilgar), Dean Stockwell (Dr Wellington Yueh), Sian Philips (Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam), Alicia Roann Witt (Alia), Sting (Feyd-Rautha), Brad Dourif (Pietr De Vries), Sean Young (Chani), Patrick Stewart (Gurney Halleck), Paul Smith (Rabban la Bestia), Freddie Jones (Thufir Hawat), Jose Ferrer (Padishah Emperador Shaddam IV), Richard Jordan (Duncan Idaho), Linda Hunt (Shadout Mapes), Max Von Sydow (Dr Liet-Kynes), Virginia Madsen (Princesa Irulan)

Director / Guionista – David Lynch, basado en la novela de Frank Herbert, Música – Toto, con el tema de La Profecía escrito por Brian Eno, Productor – Rafaella De Laurentiis

Trama: En tiempos muy muy remotos, la población del universo fue esclavizada por una raza de robots. Existió una revolución que terminó con el dominio de las máquinas, y las diferentes razas se volvieron enemigas de la tecnología. Alcanzado un nuevo orden, decidieron organizarse en un sistema feudal bajo la égida de un emperador. Y la base de la fortuna del imperio es una extraña substancia conocida como la Especia Mezclada, un material que permite la expansión de los poderes mentales de unos pocos elegidos como los miembros de la hermandad Bene Gesserit (que pueden dominar a las mentes humanas y anticipar el futuro) y la especie mutante que forma La Guía de los Navegantes (capaces de realizar viajes interespaciales sin necesidad de moverse). Tanto las Bene Gesserit como La Guía de los Navegantes dominan completamente las acciones del emperador.

En el año 10191, el emperador Shaddam IV decide cambiar la tutela de la producción de la Especia Mezclada, que sólo se obtiene en el planeta Arrakis – también conocido como Duna -, pasando de manos de la casa Harkonnen a las de la casa Atreides. Pero en realidad es todo una trampa: el emperador lo único que desea es exterminar a los Atreides, que los considera una amenaza a su poder, además de restarle los beneficios extra que obtenía cuando los Harkonnen regían Duna. Además la Guía de los Navegantes ven una amenaza en el hijo del Duque Atreides, Paul. Es que el duque tiene por cónyuge a una Bene Gesserit, cuya misión no sólo es la de vigilar las acciones del duque, sino la de asegurarse que tenga hijas como herederas, para eventualmente fusionar las casas contrayendo enlace con el hijo del Barón Harkonnen. Pero Lady Jessica se ha enamorado del duque y le ha dado un hijo varón.

El problema que ven las Bene Gesserit y la Guía de los Navegantes, es que la existencia de Paul Atreides puede ser el inicio del cumplimiento de la profecía de la llegada del mesías Kwisatz Haderach: un ser todopoderoso que acabará con el actual sistema feudal y re-establecerá la justicia en el universo. Un super ser con poderes superiores a las Bene Gesserit, quienes se encontraron experimentando durante miles de años con la Especia Mezclada para intentar engendrarlo artificialmente y poder dominarlo.

Por intereses religiosos, políticos y económicos, la Guía, las Bene Gesserit, el emperador y los Harkonnen conspiran y aplastan a los Atreides en Duna. Pero Paul y su madre, Lady Jessica, escapan al desierto donde moran los Gusanos Gigantes – los seres que producen la Especia -, y no tardarán en dar con los Fremen, la raza de los moradores de las dunas. No pasará mucho tiempo antes de que Paul y los Fremen se alíen, y decida contraatacar a la nefasta alianza que produjo la muerte de su padre y la caída de su casa.

Duna 1984 Hitchcock solía decir que una película es realmente buena cuando puede resumirse su argumento en una sola frase. Sin embargo, como se puede ver en el resumen de la trama que publicamos en esta review, se trata de la sinopsis más larga que hemos escrito hasta ahora.

Eso no implica que Duna sea una mala historia; el tema es que es un relato enorme y excesivamente complejo. La novela original de 1965 de Frank Herbert es frecuentemente considerada como un hito de la literatura sci fi, comparable en estatura a, por ejemplo,El Señor de los Anillos de Tolkien – su influencia en otras obras de ciencia ficción es notable; sin ir más lejos, La Voz de las Bene Gesserit es comparable a los trucos mentales Jedi – . Pero se encuentra terriblemente lastrada por un argumento con demasiadas vueltas de tuerca que precisaría no una sino varias películas (o novelas) para poder narrarlo de modo digerible. Se podría comparar la complejidad de Duna con la de resumir la trilogía del Señor de los Anillos en una sola película: demasiados personajes, demasiadas historias – los antecedentes de las casas feudales, las intrigas políticas, religiosas y económicas, las resonancias a nivel metafísico – como para que quepa en un formato standard sin que el lector (o el espectador) se sienta abandonado por el narrador, saturado de miles de detalles y con poco tiempo para asimilarlos.

Sea en el celuloide o en el papel, Duna es un brillante desastre, que desborda de ideas originales pero que perece bajo el peso de malos narradores que carecen de sentido didáctico como para esbozar de modo digerible toda la pintoresca cultura que desean que compremos. Posiblemente la adaptación más fiel del libro sea la miniserie de TV del año 2000, ya que en un formato de varias horas y manejando otros ritmos permite de que el público pueda entender tanta trama y, especialmente, seguir el hilo de la historia. El mayor problema del film de David Lynch es que comienza la narración en el medio de una historia mucho más larga, con lo cual uno no sabe por qué ciertos personajes hacen lo que hacen.

La historia de la filmación de la película es tan fascinante como el film en sí. Es también una historia de errores de concepto de los diferentes productores y directores que pasaron por el proyecto. De algún modo, alguien entendió que una historia sobre posibles mesías y sobre drogas que expanden la mente y permiten viajes espaciales debía caer en manos de artistas, y que el resultado debía ser cine arte, en vez de directores que tuvieran más sentido narrativo y menos delirios intelectuales. Viéndolo desde un punto de vista actual, un Spielberg, un Jackson o incluso un Kubrick podrían haber sido mejores elecciones para manipular la historia en vez de un intelectual de cine arte. Esto no significa que los directores ante mencionados no tengan aspiraciones intelectuales de explorar las resonancias del libro, pero son sabios artesanos que saben con explicar una historia al público y mantener la atención del mismo.

Pero el libro pasó por muchas manos. En un principio estuvo bajo la tutela de Roger Corman (!), lo tuvo Arthur P. Jacobs (el productor de El Planeta de los Simios, que iba a filmar Duna con David Lean), y después fue a para a manos de capitalistas europeos. Ridley Scott estuvo a punto de montar Duna, pero el proyecto resultaba enorme y decidió desligarse para desarrollar Blade Runner. Y, de todos los proyectos que hubo, el más legendario y salvaje fue el del chileno Alejandro Jodorowsky, que tenía una dirección de arte por parte de artesanos como H.R. Giger y el dibujante Moebius, donde David Carradine sería el duque Leto Atreides, Charlotte Rampling como Lady Jessica, Orson Welles como el Barón Harkonnen, Gloria Swanson sería la madre Bene Gesserit, el hijo de Jodorowsky sería Paul Atreides, y Salvador Dalí interpretaría al emperador – desnudo, sentado en un retrete de oro -, la música de Pink Floyd y la colaboración en efectos especiales de Dan O´Bannon (que los había hecho para la opera prima de John Carpenter Dark Star, y que desarrollaría un carrera exitosa como guionista a partir del argumento de la mítica Alien). Prácticamente no habría guión – Dalí improvisaría frente a cámara (al módico precio de u$s 100.000 por hora de filmación) – y se centraría todo sobre el aspecto lisérgico de la obra – la Especia Mezclada como medio para expandir los límites de la mente -, terminando el film con la muerte de Paul, con todos los Fremen hablando con la voz de Paul como si fuera un inconsciente colectivo, y la transformación de Arrakis en un planeta verde, sagrado y migrante, viajando por todo el Universo. El Duque sería un castrado, y la fecundación de Paul sería por el contacto de uan gota de sangre del duque con la piel de Lady Jessica. Muchas de estas ideas suenan brillantes en el papel, pero en los hechos Alejandro Jodorowsky se veía a sí mismo como un iluminado – el portador de un mensaje -, donde fuerzas trascendentales le habían dicho que Duna debía ser su próximo film, y consideraba a la obra como una especie de Biblia del siglo XX, cargada de significados metafísicos. Esto derivó en que el proyecto escalara en costos y delirios desproporcionados a medida que pasaba el tiempo. Considerando el enorme capital necesario para montar semejante producto (además que después de 4 años y 2 millones de dólares, la gente del proyecto comenzó a desligarse poco a poco), y la escasa recepción que podría tener un film de semejantes características, era lógico que el proyecto de Jodorowsky quedara en el olvido. Posteriormente Jodorowsky reciclaría la mayor parte de su imaginería en la larga serie de comics La Casta de los Metabarones, con una historia donde resuenan personajes clonados de los Harkonnen, y donde también se pelea por una substancia conocida como la Epifita.

Después de Jodorowsky, la saga cayó en manos de Dino de Laurentiis, quien primero tentó a Scott – es una lástima que abandonara el proyecto, hubiera resultado mucho mejor que la actual película -, y después se lo ofreció a David Lynch. Lynch es un intelectual que es un hábil explorador de las perversiones de la mente, pero no sé si es un buen narrador de lo que se propone contar. Tampoco es un buen director de actores. Es más un brillante guionista que se pone detrás de cámaras, y que a fuerza de originalidad de ideas (y de disparar cientos de ellas a la cámara) obtiene su reconocimiento, que buen director. Pero en Duna Lynch es guionista y, resulta obvio decirlo por los resultados, se encuentra desbordado. Carece de tiempo de metraje para darle coherencia a una historia tan larga y complicada (bueno, uno debe considerar que el proyecto legendario de Jodorowsky planeaba un metraje de 14 horas para el film). En la avalancha de información sobre nuevas culturas e intrigas, no terminamos de comprender por qué civilizaciones tan avanzadas se manejan con algunos artefactos tan anticuados, o qué rol juegan los Mentat – las computadoras humanas en una cultura que odia la tecnología, precisamente por los sucesos pasados -. En la edición especial para TV (que Lynch desaprobó, y optó por firmar con el seudónimo Alan Smithee), que provee 40 minutos de metraje extra, explica mejor ese trasfondo. Es cierto que la mayoría de estos agregados – un largo prólogo con dibujos de mala calidad y un narrador explicando toda la prehistoria de la trama – son de calidad técnica mediocre, pero esclarecen enormemente la mayoría de los aspectos sombríos de la historia – nuestra sinopsis se basa en esa versión -, y al menos el espectador llega mejor preparado para el inicio de la acción, entendiendo muchísimos más aspectos que Lynch prefirió dejar en un abstracto intelectual.

No es un film malo pero tampoco uno brillante. El problema es la saturación de información, con el agregado del problema de Lynch para narrar la historia. Muchos diálogos son muy veloces, citando los complicados nombres de los personajes o complejos términos culturales; con el problema adicional de que, mientras el espectador está ubicando mentalmente qué es tal cosa o quién es quién, Lynch opta porque todos los personajes tenga monólogos internos, lo cual es irritante y era un recurso narrativo que se podía haber suprimido perfectamente. Además, salvo el prólogo de la versión para TV, tampoco termina de quedar muy claro por qué todos conspiran contra los Atreides.

Pero hay muchas cosas destacables en el film; el diseño de arte es muy bueno, en una onda retro con similitudes al Flash Gordon de los 80 que también produjo De Laurentiis. La prueba está en que la miniserie de TV no pudo deshacerse completamente del estilo, que es el que mejor refleja el tenor del relato. La música es notable, pero los efectos especiales sin embargo se ven anticuados, muy plásticos o mal integrados a la cinta original (se nota la superposición de imágenes). Mientras que los gusanos se ven aceptables, las naves y los viajes espaciales parecen increíblemente falsos. Para una producción que costó 47 millones de dólares de su tiempo, y siendo producida muchos años después de La Guerra de Las Galaxias, los FX se ven baratos, propios del cine italiano clase B o Z. Otras producciones americanas de la época (sin ir más lejos, Viaje a las Estrellas) se ve mucho mejor. En cuanto a las actuaciones, el nivel es desparejo: mientras que los personajes principales están correctos, secundarios como Freddie Jones o Brad Dourif parecen extasiarse en la sobreactuación. Y si nos referimos a la dirección, Lynch consigue algunos momentos notables y otros terribles. En la dirección de las secuencias épicas es torpe, hay momentos en que parece cine amateur o experimental, mientras que en otros – como las visiones de Paul sobre su futuro – son de alto vuelo imaginativo. Pero el excesivo trasfondo del relato hace que a veces las transiciones sean muy abruptas: la conversión de Lady Jessica en una auténtica Bene Gesserit, o la aceptación automática de los Fremen a la leyenda del elegido no están explicados.

Hay enfoques en la cinta muy propios de Lynch, especialmente cuando el relato gira hacia los Harkonnen, que temáticamente están más ligados al estilo del director. Los Harkonnen representan la perversión pura, con su supuesto hermafroditismo y su placer por la matanza. Sin duda una de las imágenes más duraderas del film es ver al obeso barón Vladimir Harkonnen, pleno de pústulas, volando por el aire y sangrando por todos los poros. Es algo totalmente contrapuesto a la ingenuidad (y virginidad) de los Atreides. O como las imágenes del Navegante, el espermatozoide gigante que desarrolla el viaje interdimensional del ejército de Atreides al principio del film. Cuando el argumento toca tópicos vinculados a los sexual o lo perverso, es cuando Lynch se siente en su casa. También el final, distinto al del libro, donde el Kwisatz Haderach transforma a Duna en un vergel, provienen de la inspiración de Lynch, cuando no, del borrador del proyecto de Jodorowsky. Duna no es una versión taquigráfica de Herbert, y eso queda claro. Pero la innovaciones sobre la historia original no siempre tienden a hacer el producto más potable.

Sin dudas cuando De Laurentiis adquirió los derechos sobre Duna en los años 70, lo planeó como una suerte de rival para la franquicia de Star Wars (el contrato con Lynch establecía la posibilidad de filmar dos secuelas). Pero no sólo la complejidad de la obra, el desborde o impericia de Lynch para potabilizarla (estuvo 3 años y medio en el proyecto hasta llegar al estreno), o la incidencia del puritanismo intelectual del mismo autor en el guión (Herbert tenía el visto bueno sobre el libreto final y obligó a Lynch a escribir 7 versiones del mismo, con la mayor fidelidad posible al relato original) atentan contra ese propósito. Es una obra oscura. Sin duda el advenimiento de un Mesías resulta en un argumento fascinante de desarrollar, pero el exceso de historia bien podría haber ameritado dividirla en dos filmes. Si bien Star Wars es el otro extremo – es una aventura de serial bien narrada -, Lynch debería haber considerado que para un épica donde hay tantos personajes las cosas deben desarrollarse de modo simple. Realizar el boceto de los personajes en breves trazos (no hay demasiado tiempo de metraje para hacer todo) de modo que resulten carismáticos y no individuos anónimos, a los cuales la platea no les interesa su destino. Y eso, lamentablemente, es lo que pasa la mayor parte del tiempo en Duna.

LA SAGA DE DUNA

El libro de Frank Herbert tuvo dos adaptaciones: Duna (1984), dirigido por David Lynch; y Duna (2000), una miniserie dirigida por John Harrison. Children of Dune (2003) es su secuela y adapta los libros Hijos de Duna y El Mesías de Duna. Jodorowsky’s Dune (2013) es un documental que narra el fallido intento del cineasta chileno Alejandro Jodorowsky en rodar el libro de Frank Herbert a mediados de los años 70. Duna – Parte Uno (2021) y Duna: Parte Dos (2024) son parte de una trilogía formada por el director Denis Villeneuve, basada en los dos primeros libros de la saga.