Crítica: Dream House, la Casa de los Sueños (2011)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2011: Daniel Craig (Will Atenton / Peter Ward), Rachel Weisz (Libby Atenton / Elizabeth Ward), Naomi Watts (Ann Patterson), Marton Csokas (Jack Patterson)

Director: Jim Sheridan, Guión: David Loucka

Trama: Will Atenton acaba de retirarse para dedicarse a su nueva carrera como escritor y, para ello, ha comprado una casa en New Ashford, a donde se muda con su esposa Libby y sus dos pequeñas hijas. Pero Will descubre que están siendo observados y, para colmo, ha encontrado pistas de que en la casa una familia entera ha sido masacrada. Las pistas lo conducen hasta Peter Ward, quien se cree que ha sido responsable de los asesinatos y que ahora ha sido liberado después de pasar 5 años en un manicomio. Pero enorme será la sorpresa de Will cuando descubra que él mismo es Peter Ward – el que ha quedado amnésico luego de la matanza, y que ahora cree seguir viendo con vida a toda su familia -. Y mientras el atormentado Will / Peter se debate entre regresar a la realidad o vivir en el mundo de fantasía, el verdadero asesino ha estado siguiéndole la pista, deseando terminar el trabajo de exterminio que quedara incompleto 5 años antes.

Dream House Es difícil que yo encuentre un filme malo pero, cuando es el caso, se tratan de cintas que están construidas de manera odiosa o frustrante. Dream House entra en la última categoría. Acá hay una buena cantidad de talentos – Daniel Craig, Rachel Weisz, el director Jim Sheridan (el cual tiene títulos bajo el brazo como Mi Pie Izquierdo o En el Nombre del Padre) – que se muestran totalmente impotentes a la hora de repuntar un relato que nunca termina de cuajar. Es posible que la historia de base sea una estúpidez, o que el guión fuera incompetente; o incluso podemos culpar al estudio que metió mano por su cuenta – algo habitual para Morgan Creek, los mismos que hicieron dos versiones de la precuela de El Exorcista, o que tijeretearon Razas de Noche -. Como sea el caso, lo cierto es que el resultado final parece un engendro generado por un circo de negligentes, los que arruinaron cualquier minima posibilidad de que el filme fuera interesante o siquiera potable.

En primer lugar Dream House tiene enormes problemas con la narración. Nunca se ve fluida, siempre da la impresión de que faltan escenas en el medio, y jamás hace el más mínimo esfuerzo para crear un poco de atmósfera. Tampoco ayuda el hecho de que la historia se ve demasiado remanida – un tipo compra una casa vieja con una historia maldita detrás, la cual lo obsesiona y comienza a investigar -, y que la misma tiene problemas de identidad (nunca termina de definirse si se trata de un thriller policial o de un filme de terror). A esto se suma que el libreto basa toda su gracia en dos revelaciones clave: la primera es muy Shyamalanesca y se da a los 40 minutos de iniciado el filme, en donde descubrimos de que el protagonista es el mismo asesino que ha sido liberado del siquiatrico y que padece un fuerte ataque de amnesia (ups, sorry!; se me escapó). La “gran revelación” está manejada con tal grado de torpeza que carece de impacto y en realidad provoca una especie de pantano narrativo, ya que la historia no sabe muy bien cómo seguir a partir de allí. Pero cuando llega la segunda gran vuelta de tuerca – en donde descubrimos por qué pasó lo que pasó -, a uno le entran ganas de volarle las gónadas al guionista de un escopetazo. Es la explicación más idiota que escuchado en el cine en mucho, mucho tiempo, y termina por hundir a Dream House en el más profundo de los abismos.

Aun cuando Jim Sheridan proteste y quiera quitar su nombre de los créditos, yo creo que es culpable de gran parte del fracaso de la película. Simplemente era el individuo inapropiado para el trabajo, un director incapaz de generar el clima de tensión que precisaba el filme. Si hubiera sido eficiente, el 70% de Dream Househasta la llegada del horrendo final que insertó con calzador la gente de Morgan Creek – hubiera funcionado de manera decente. Otro director hubiera explotado con mayor profundidad la posibilidad de que las alucinaciones de Daniel Craig no fueran tales sino que él viera los fantasmas de su mujer y sus hijas fallecidas (algo que se explora muy al pasar en el terrible climax), pero acá todo es demasiado lineal y pristino, y las revelaciones llegan sin demasiado entusiasmo. Y si uno no aplica un mínimo de estilo a un thriller, simplemente termina por generar una experiencia fallida y frustrante, como si viéramos una comedia incompetente en donde los chistes son rematados sin gracia o fuera de tiempo.