Crítica: El Hundimiento (The Downfall) (Der Untergang) (2004)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorAlemania / Austria, 2004: Bruno Ganz (Adolf Hitler), Alexandra Maria Lara (Traudl Junge), Corinna Harfouch (Magda Goebbels), Ulrich Matthes (Joseph Goebbels), Juliane Köhler (Eva Braun), Heino Ferch (Albert Speer), Christian Berkel (profesor. Dr. Ernst-Günter Schenck), Matthias Habich (profesor. Dr. Werner Haase), Thomas Kretschmann (SS-Gruppenführer Hermann Fegelein)

Director: Oliver Hirschbiegel, Guión: Bernd Eichinger, basado en los libros Inside Hitler’s Bunker, del historiador Joachim Fest, extractos de las memorias de Albert Speer, memorias de la secretaria de Hitler Traudl Junge y las memorias de Siegfried Knappe., Musica – Stephan Zacharias

Trama: Este es el relato de los últimos diez días en la vida de Adolf Hitler, vistos a través de su fiel secretaria Traudl Junge. Mientras Berlín se encuentra rodeado por las fuerzas rusas, y la caída es cuestión de tiempo, se narra la crónica de traiciones, lealtades e ilusiones en que se encuentran sumergidos los últimos bastiones del poderío nazi, instalados en el bunker construído bajo el edificio de la Cancillería. Con las fuerzas civiles armadas, las ejecuciones sumarias a los traidores y la falsa creencia en la llegada de refuerzos a último momento, el Fuhrer mantiene esperanzas de poder dar un golpe decisivo que permita dar vuelta la suerte de la guerra. Pero la realidad lo avasalla, y pronto se encontrará tomando una terrible decisión sobre el destino de su esposa Eva Braun, sus más leales colaboradores y él mismo ante la inevitabilidad de la derrota.

El Hundimiento Adolfo Hitler no era el diablo en la Tierra ni un demente. Eso sería darle una descripción sencilla a un personaje tan complejo que surgió de la nada, construyó un imperio, sesgó la vida de millones de personas, consiguió el apoyo del pueblo hasta último momento, y trajo la destrucción a una enorme cantidad de naciones, incluyendo la alemana. No, no hay definiciones fáciles que puedan resumir en una sola frase a semejante figura que oscureció la primera mitad del siglo XX.

El problema con las definiciones es que, por su naturaleza, terminan siendo rígidas. Es por ello, y en especial con una figura tan siniestra como Hitler, que las posturas suelen ser radicales y, en ciertos casos, patéticas. Tanto la representación de Hitler por parte de Hollywood como los comentarios de la crítica sobre filmes y series basados en su vida suelen representar las posturas políticas de hacedores y críticos. Incluso los actores que han encarnado a Hitler previamente (Alec Guiness o Anthony Hopkins), generalmente sobrectúan e intentan dar una imagen del dictador que ronda la caricatura. Es como si todo el mundo quisiera descargar sus dardos sobre Hitler como represalia de la masacre que provocó en la Segunda Guerra Mundial. Pero es absurdo; aún individuos como Hitler son seres humanos – deleznables, pero lo son -, personas de carne y hueso con sentimientos, ideas, lealtades, temores.

Es por ello que cuando salió a la luz El Hundimiento, terminó por provocar todo un revuelo. Hay gente que lo entendió como una apología del nazismo – la humanización del monstruo – mientras que un puñado terminó por defender la valentía del director Oliver Hirschbiegel para asumir un punto de vista ecléctico. En lo personal me parece el mejor film sobre el dictador aleman que se haya rodado. Es sencillamente fascinante, profundo y poderoso.

Siempre he planteado a través de nuestras reviews sobre los filmes de guerra, que Adolf Hitler es una figura fascinante desde el punto de vista de su complejidad. Locos y malvados no dominan al mundo; el demente no capta seguidores, y el malvado disfruta del daño que provoca. En cambio Hitler es directamente un individuo amoral, un sujeto que puede cometer las más terribles acciones sin mosquearse – y que toma semejantes decisiones por una cuestión de ideología mesíanica y de expeditiva practicidad -, y que puede irse a dormir sin remordimientos de conciencia después de ordenar una masacre. Pero a su vez son individuos que poseen una formidable astucia para captar las necesidades de la gente que le rodea y poder manipularlas de acuerdo a sus requerimientos. Son seres humanos muy especiales, que viven en una burbuja aislada de la realidad, y que tienen sentimientos, pero sólo por los individuos que se encuentran con él dentro de esa burbuja. El resto de las personas son objetos, de los cuales puede dispensar sus vidas con absoluto desinterés. La figura de Hitler no difiere mucho de la de los asesinos seriales, que consideran a sus víctimas como no humanas, con el mismo valor que cuando uno mata a un insecto.

Pero además, poseen una inteligencia extraordinaria, un sentido de la oportunidad único y un carisma fascinante. Saben como estimular a los demás, seducir, aprovechar el momento histórico y transformarse en un héroe a la vista de su pueblo. Gran parte de los sucesos que narra el film no hacen más que demostrarlo – él es el prócer de Alemania, el padre de la patria -, y la gente sólo se siente protegida por él. En más de un sentido Hitler terminó siendo un vengador de su nación – la Alemania derrotada y humillada por los Aliados tras la Primera Guerra Mundial – que le insufló nacionalismo y levantó a su país, reclamando orgullo. Alimentó los rencores que estaban inmersos en los corazones alemanes, creando enemigos ficticios – el odio contra el pueblo judío, la búsqueda de victimarios contra los cuales descargar su ira -, y supo manipular a las masas para embarcarlos en una odisea expansionista que se transformó en una hecatombe de sangre y locura. Sin dudas al final Hitler vive en la irrealidad – que tropas fantasmas podrán dar vuelta el transcurso de la guerra, ya perdida -, pero de ningún modo es un idiota. Si uno lo compara con otros dictadores y asesinos modernos – desde Hussein a Bin Laden -, nadie puede hacerle sombra. El resto son imbeciles disfrazados; Hitler es sencillamente el más formidable villano de la historia: inteligente, carismático, expeditivo, mesiánico, despiadado.

El perfil que narra el film es sencillamente absorbente. No sólo Hirschbiegel pudo quebrar uno de los tabúes más fuertes del cine alemán – que un germano interprete a Hitler, y de un modo natural -, sino que adopta una postura totalmente documental y desinteresada de la crónica de sus últimos días. Acá el dictador muestra sus sentimientos hacia Eva Braun, ama los perros, es un caballero con su secretaria y colaboradores más fieles, mientras vive en la irrealidad de un falso resurgimiento. La interpretación de Bruno Ganz es brillante; no sólo copia todo los manerismos de Hitler sino que le añade sutilezas y humanidad, lo que hace al personaje aún más siniestro y extremecedor.

Por supuesto el resto de los personajes, si bien siguen una fidelidad histórica impresionante, dan la imagen de estar resueltos de acuerdo a simbolizar diferentes posturas para dar un caleidoscopio completo del panorama reinante. La secretaria que ve a Hitler como un héroe, el general renegado que sabe que todo está perdido y hay que rendirse, los fieles seguidores (hasta la demencia, como Goebbels y su esposa, que resultan más siniestros que el mismo Fuhrer) que le acompañan hasta la muerte… y Eva Braun, que parece vivir en un estado de locura permanente – en una de las escenas, la primera imagen que se me ocurrió es que se trataba de una fiesta en el Titanic -. Todos los caracteres están excelentemente desarrollados e interpretados, pero la figura de Ganz es simplemente descomunal. Y aún cuando Hitler desaparece del relato, la escena más poderosa del filme es sin dudas cuando la esposa de Goebbels envenena a sus hijos cuando la caída es cuestión de horas. Es espeluznante que una madre decida matar a sus hijos, simplemente porque no concibe un mundo si el partido Nazi. Eso realmente es demencia.

Sin lugar a dudas es uno de los más poderosos filmes acerca de la Segunda Guerra Mundial, pero simplemente la mejor película rodada sobre el dictador alemán. Una experiencia impecable y estremecedora.