Crítica: Divergente (2014)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2014: Shailene Woodley (Beatrice ‘Tris’ Prior), Theo James (Tobias ‘Cuatro’ Eaton), Kate Winslet (Jeanine Mathews), Jai Courtney (Eric), Ashley Judd (Natalie Prior), Ansel Elgort (Caleb Prior), Zoe Kravitz (Christina), Maggie Q (Tori)

Director: Neil Burguer, Guión: Evan Daugherty & Vanessa Taylor, basado en la novela de Veronica Roth

Trama: El futuro. Después de una sangrienta guerra, la civilización se ha reorganizado en busca de una paz duradera. Es por ello que la sociedad se ha dividido en cinco facciones – Osadía, Abnegación, Erudición, Candor y Amistad -, las cuales se reparten las funciones de ejército, gobierno, investigación, justicia y solidaridad. Cada adolescente debe escoger una facción al llegar a los 18 años y, a juzgar por sus cualidades genéticas, casi siempre son similares a las facciones a las que pertenecen sus padres. Beatrice Prior es hija de dos de los mas prominentes miembros de la junta gobernante, y ella misma debería pertenecer al sector Abnegación; sin embargo, el test de personalidad revela que posee cualidades sobresalientes de abnegación, justicia y valentía, lo cual la convierte en una divergente – una paria que no pertenece a ninguna clase y cuya existencia es exterminada por las actuales reglas de la sociedad -. Beatrice decide ocultar el resultado y se enrola en las filas de Osadía, a pesar de los deseos de sus padres. Allí recibirá un duro entrenamiento y terminará por enamorarse de su instructor, el aguerrido Tobias Eaton, el cual parece poseer su propio pasado oscuro. Pero todo cambiará el día que Beatrice se entere que los Eruditos están planeando un golpe de estado, el cual aniquilaría la junta de gobierno de los Abnegados – y entre los cuales figuran sus padres -. Es por ello que, con la ayuda de Tobias, deberá intentar desmantelar la conspiración… aunque se trate de una misión imposible, ya que los opositores son demasiados y la valentía – de por sí sola – no baste.

Divergente He aquí otro futuro distópico arbitrario y banal, lleno de reglas estúpidas y carente de mecanismos dramáticos reales. Es cierto que, a veces, uno tiene que concederle algo de tiempo para que la premisa crezca y se desarrolle, y ahí puede llevarse una grata sorpresa – como pasó con Los Juegos del Hambre, en donde una horda de tipos ridículos y mal maquillados terminaron encarnando una trama intensa y apasionante -, pero aquí ello no ocurre. Divergente comienza con una pavada, lo que sigue es genérico y poco interesante, y ni siquiera el climax levanta algo el pulso comatoso de la película. Hay un buen cast pero nadie hace algo siquiera destacable; y ni siquiera la heroina posee alguna característica que nos despierte algún tipo de entusiasmo, a no ser de su talento excepcional para llorar como una magdalena y mostrarse compungida cada vez que puede.

El problema es el vicio surgido con las sagas literarias orientadas a los Jovenes Adultos, nuevo engendro moderno que ha dado a Crepúsculo, Los Juegos del Hambre, y dos millones de sagas de fantasía protagonizadas por adolescentes cachondos. La mayoría son demasiado parecidas entre sí – escuelas, torneos, competiciones de todo tipo para poner al protagonista de turno frente a un gran desafío, descubrir su gran amor y, de paso, derrotar al maloso que impone las reglas idiotas que subyugan el mundo utópico donde viven – y, salvo que les toque un gran cast y un director inspirado, no hay nada que las saque del fango de la mediocridad a la cual pertenecen. Claro que a los productores de Hollywood esto les interesa un pomo, ya que oleadas de adolescentes fanatizados (y devoradores seriales de dichas novelitas) acuden en masa a los cines y les llenan los bolsillos con las toneladas de tickets que compran. Divergente es otro clon mas en la onda de Los Juegos del Hambre, en donde la chica de turno se volverá mas dura e inteligente que el resto de los mortales, y contribuirá a patearle el trasero a los dictadores de moda, encarados por Kate Winslet y sus huestes. La chica es Shailene Woodley, pecosa y con nariz de boniato, no muy bonita pero al menos es buena actriz – a mí me gustó mucho cuando trabajaba con George Cloonet en The Descendants – ; el problema es que el libreto es incapaz de darle una personalidad magnética como a Jennifer Lawrence en The Hunger Games. Acá la Woodley vive en un mundo totalmente arbitrario, en donde a la autora se le cantó dividirlo en facciones. Los mas absurdos son los de Osadía, una horda de idiotas que se la pasan haciendo parkour y se trepan a los rascacielos a mano limpia. Como no saben lo que es una parada de trenes (o lo que es una puerta), saltan de los ferrocarriles en movimiento y cometen proezas tan estúpidas como mortales todo el tiempo. Precisamente es en Osadía a donde va a parar la protagonista, a la cual le toca un entrenamiento demasiado vulgar y silvestre – no hay ni una maldita prueba que resulte medianamente interesante u original -, y moquea todo el tiempo cada vez que le dan una paliza. Como ella tiene una cualidad sorprendente (?) – la de poseer los dones de todas las facciones en su misma persona, algo prohibido por ley y castigado con la muerte -, debe callarlo y seguir con la rutina sin que nadie la descubra. Serán precisamente sus dones lo que la hagan inmune a una droga impartida por la jefa del consejo (Kate Winslet), la que convertirá a los “osados” en un ejército de robots dispuestos a seguir ciegamente sus órdenes para derrocar al gobierno de turno.

Divergente es larga y aburrida. El problema es que la premisa de base es trivial – denme una razón lógica para clasificar a la sociedad en facciones y matar o deshechar al que no quepa en ellas -, y lo que sigue es un castillo de naipes construido sobre dicha premisa. Si a uno no le convence la idea de base, todo lo que sigue termina por serle indiferente, y es lo que a mi me ocurre con el filme. Ni siquiera el climax es interesante. Lo cual es una lástima, ya que aquí hay un cast muy bueno, pero que opera en piloto automático la mayor parte del tiempo. Ni siquiera la Winslet descolla en su papel de villana; y si hay alguien que destaca – siquiera un poco – es Theo James, que es confidente y sagaz, lo que es apropiado para su rol de entrenador de la muchacha en cuestión.

El cómo Divergente resultó un éxito de taquilla sólo puede explicarse en términos de marketing. No hay nada aquí que lo distinga de otros emprendimientos que fracasaron miserablemente. Quizás en la siguiente entrega las cosas repunten un poco, pero lo dudo. Lo que hay aqui no me llama la atención, y dificil que la voluntad se haga carne para ver cómo los osados derrotan a los eruditos y protegen a los abnegados… en un reparto de funciones tan inútil como superficial.