Crítica: Los Sexoadictos (A Dirty Shame) (2004)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2004: Tracey Ullman (Sylvia), Johnny Knoxville (Ray Ray), Selma Blair (Caprice), Chris Isaak (Vaughn), Suzanne Shepherd (Big Ethel)

Director: John Waters, Guión: John Waters

Trama: Sylvia sale enfurecida de su casa, luego de lidiar con su hija stripper y con su marido – que se ha levantado cachondo y la ha estado acosando sexualmente toda la mañana -. Pero en el camino sufre un accidente y termina siendo asistida por Ray Ray, el que se presenta como una especie de sanador sexual. Luego de tener un orgasmo con Ray Ray, la conservadora Sylvia se libera de todas sus ataduras morales y se convierte en una adicta al sexo, buscando desesperadamente la compañía de hombres y mujeres para gozar. Pero la promiscuidad de Sylvia ha comenzado a contagiar su adicción al sexo a todas las personas con las que se ha acostado, con lo cual el barrio comienza a superpoblarse de maníacos. Y ahora su madre y su marido han comenzado una cruzada moral contra la promiscuidad, no sólo para depurar el vecindario sino para detener el desenfreno sexual de Sylvia.

Los Sexoadictos (A Dirty Shame) En los 70 John Waters significaba transgresión con mayúsculas. Ok, hacía un humor sexual naif, desenfadado y muy divertido. Una enorme parte de su filmografía se la puede relacionar con su identidad gay, ya que ser homosexual a finales de los sesenta era nominarse voluntariamente a ser un paria. Durante muchos años Waters batalló desde sus filmes para que la gente abriera su mente, cambiara su postura respecto del sexo y, sobre todo, no discriminara al diferente. En ese sentido lo de Waters fue una cruzada contra el conservadorismo, enarbolando como bandera la ingenuidad del amor libre, propia del flower power.

Quizás lo mejor que tenían los primeros filmes de Waters era su falta de ataduras de todo tipo y por eso se animaba a decir lo que quería. Carecía de las restricciones del establishment hollywoodense. El problema es que Waters se convirtió en un director de culto, lo llamó Hollywood y comenzó a pasteurizarse. Y esto se le suma el enorme cambio cultural (y sexual) de las últimas décadas – la pornografía está por todos lados, los gays están mayormente aceptados en la sociedad, tienen derechos reconocidos y pueden casarse, etc, etc -, con lo cual la cruzada de Waters ha pasado al status de reliquia con el correr de los años.

Con lo cual llegamos a A Dirty Shame (Una Sucia Vergüenza, titulo original que acá mutó en Los Sexoadictos), el que vendría a ser (hasta ahora) el canto de cisne de Waters. Luego de la tibia respuesta de su anterior opus, Cecil B. De Mente, Waters decidió despacharse con una comedia sexualmente desenfadada como las que hacía hace 40 años. El problema es que, aún con todas las cosas bizarras que le han metido al guión, A Dirty Shame es un Waters muy tibio. Hay desnudos, hay chistes y situaciones procaces, hay actuaciones realmente desenfadadas… pero no hay propósito alguno en todo esto.

Ciertamente aquí se vuelven a los viejos temas de Waters; los desprejuiciados que gozan del sexo versus los conservadores que apenas lo tienen. Acá figura Tracey Ullman como una ultraconservadora ama de casa que descubre el placer del sexo y luego se dedica a transar con todo lo que se le cruza en el camino. Ullman se la pasa corriendo en minifalda durante toda la película, generando un gag tras otro que van de lo ok a lo apenas gracioso. El tema es que, como su personaje está mal desarrollado, uno nunca termina por conectarse con él. En las viejas comedias de Waters los protagonistas eran individuos idealistas, gente de discursos (mas allá de si éstos eran ridículos o no). Acá eso no pasa. Está Johnny Knoxville como un “hombre santo – sexual” que habla mucho pero explica poco. Nunca se entiende para que precisa reunir doce apóstoles o qué va a pasar con el mundo cuando termine de reclutarlos.

El tema es que todo se ve muy light y algo pasado de moda. Sin dudas hay un par de buenas carcajadas escondidas en el libreto, pero da la impresión que Waters ha perdido el filo para hacer una comedia deshinibida y grosera. Uno puede elogiar el empeño y desenfado que tiene el cast, pero los actores no consiguen repuntar lo que parece ser una historia sin rumbo, una sucesión de sketches no muy inspirados y vagamente conectados por un hilo temático central.

A Dirty Shame está ok, pero no es gran cosa. Y, aunque parezca increíble, las obras más viejas de Waters tienen mas energía e impacto que esta película. Vale simplemente para revivir un momento de humor rayano en lo bizarro, pero cuya efectividad dista mucho de los viejos momentos de gloria del director.

JOHN WATERS

Algunos de los filmes de John Waters comentados en este portal: Pink Flamingos (1972) – Desperate Living (1977) – Hairspray (1988) – Cecil B. DeMente (2000) – A Dirty Shame (2004). Hairspray Live! es la versión en vivo de la comedia musical basada en el filme de 1988.