Crítica: Un Dia de Furia (1993)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1993: Michael Douglas (Bill Foster), Robert Duvall (Martin Prendergast), Barbara Hershey (Elizabeth Tevino), Rachel Ticotin (Sandra Torres), Tuesday Weld (Amanda Prendergast), Raymond J. Barry (Capitán Yardley), Frederic Forrest (Nick), Donald Moffet (Detective Lydecker), Michael Paul Chan (Lee)

Director: Joel Schumacher, Guión: Ebbe Roe Smith

Trama: Los Angeles, California. Bill Foster ha quedado varado en un gigantesco embotellamiento de tráfico, y el ruido y el calor abrasador han provocado el colapso de su mente. Así es como toma sus cosas y abandona su auto en medio de la carretera, emprendiendo un largo camino a pie hasta la playa de Venecia, en donde su hija se apresta a festejar su cumpleaños. El tema es que Foster terminará chocando con un montón de personas durante su travesía – sean pandilleros, locos neo nazis, insufribles dependientes de tiendas y adinerados prepotentes -, con los cuales comenzará a reaccionar de manera cada vez mas violenta. Y cuando después de una refriega logra hacerse de un maletín cargado de armas, Foster comenzará a eliminar sangrientamente a aquellos que considera parias de la sociedad. Mientras tanto el veterano detective Martin Prendergast – a punto de jubilarse – ha detectado el rastro que está dejando Foster, y ha comenzado a seguirle. Y ahora ha anticipado que el final del camino del sicópata será la casa en donde vive su hijita y su ex esposa, la cual lo ha abandonado después de descubrir las violentas tendencias de su marido. ¿Es Foster realmente un asesino demente que ha comenzado un raid de violencia y muerte?; ¿o simplemente se trata de un pobre hombre desbordado por las injusticias y la prepotencia del medio que lo rodea, lo cual lo ha inducido a perder la razón?.

Un Dia de Furia – ¿Le pasa algo?

– Me… muero…. preciso… mis píldoras!

– ¿Y donde están sus píldoras?

(el ricachón, tirado sobre el campo de golf y padeciendo un ataque al corazón, le señala el carrito de golf al que Bill Foster acaba de pegarle un escopetazo y que ahora se dirige, descontrolado, a hundirse en un lago)

– Malas noticias, amigo. Su carrito va a ahogarse. Y usted se va a morir, usando ese estúpido sombrerito. Ahora eso… ¿cómo lo hace sentir?

En algún lado leí que 32 grados Celsius es la temperatura de la locura. Cuando hace menos de 32º, la gente sobrevive el calor; cuando hace mas de 32º, las personas se abaten y abandonan cualquier tipo de tarea física; pero a los 32 grados exactos las neuronas del cerebro humano bullen como en un caldero, nublando la razón y disparando los instintos asesinos. Antes que las estadísticas anunciaran esto, Raymond Chandler lo había sospechado en su fabuloso cuento Viento Rojo ése en donde el asesino de turno es un matón uruguayo (!) -, aludiendo al Santa Ana: esa ventisca caliente y seca que abrasa los los veranos del sur de California, y que se asemeja a una oleada de aliento del mismo infierno, crispando los pelos de la nuca y enloqueciendo a todos aquellos que se ven obligados a padecerlo.

Al principio de la película, la mente de Michael Douglas implosiona bajo el sofocamiento del calor, del ruido y de la impotencia producida por el atascamiento de tráfico en el cual se ha visto atrapado. No es que Douglas fuera de antemano el tipo mas centrado del mundo, pero el ambiente opresivo de aquel momento le ha despertado un brote sicótico. Tampoco es que se ha convertido en un asesino serial, sino que es mas bien una especie de vigilante de voz calma y buenos modales, regido por una escala propia de valores: a las injusticias pequeñas, miserables y diarias – imposibles de punir dentro de los marcos legales tradicionales – les aplica cierto castigo proporcional; y como se tratan de circunstancias que todos hemos vivido, de paso se genera cierto sentimiento de empatía entre el espectador y el protagonista. El accionar de Douglas enciende el enano fascista que todos tenemos adentro, y así nos vengamos inconscientemente de los patoteros, los comerciantes extranjeros de mal carácter, los pequeños burócratas que nos hacen sentir miserables con su ciego apego al reglamento diario, los ricachones que nos basurean, y un largo etcétera. Sería interesante discutir – algún día y en profundidad – por qué nos fascinan las películas protagonizadas por héroes fascistas, sea El Vengador Anónimo, Harry el Sucio o el grueso de superhéroes y/o vigilantes que hacen justicia por mano propia. Mientras que en los casos ante mencionados esas figuras justicieras se enfrentan a arquetipos del mal o personajes violentos, abusivos y despreciables – lo cual no deja de ser el apoyo inconsciente a un asesino que creer tener la verdad de su lado y por ello puede matar criminales con total impunidad -, el Bill Foster de Michael Douglas parece ser un vigilante de cuarta decidido a “arreglar” (a su modo) las injusticias de la vida cotidiana. Desde ya el tipo tiene toda la pinta de haber salido de un libro de Stephen King – de esos en donde pinta la America profunda y ultraconservadora -: tiene anteojos de marco, corte de pelo estilo militar, tres prolijos boligrafos atachados al bolsillo de su camisa blanca, y toda su ropa parece planchada con almidón. Le falta el carnet de pertenencia a la Asociación Nacional del Rifle, lo cual terminaría por completar el cuadro.

No me gusta para nada Joel Schumacher pero debo admitir que el tipo se defiende mejor en los thrillers Phone Booth, 8 MM, ésta pelicula – que en otros géneros. Quizás Un Dia de Furia merecía un tratamiento mas afilado por parte de alguien mas subversivo como, por ejemplo, David Fincher. Acá Schumacher es correcto, pero hay momentos en que pareciera no saber qué hacer con el relato: ¿es una comedia negra?. ¿Douglas es un enfermo malvado o sólo el fruto de su ambiente?. ¿Acaso no es un maldito racista violento que hostigaba a su mujer y su niña, o simplemente es un patriota ultraconservador que se ha desmoronado al verse sólo en la vida?. Como sea, el libreto es tan efectivo que es a prueba de las indecisiones de Schumacher, pero quizás le faltaba una línea mas de subtexto en vez de tanta ambigüedad. Muchas de las escenas están fantásticamente escritas – el delicioso perfil del policía que compone Robert Duvall; la increible escena en la hamburguesería; la deliciosa revancha que se cobra Douglas contra los ricachones del campo de golf -, y el personaje de Michael Douglas tiene su cuota saturada de pathos pero, por otro lado, no termina de definirse de algún modo concreto. El libreto debe insertar artificialmente la escena del neo nazi vendedor de pertrechos de guerra (Frederick Forrest) para demostrar que hay tipos mas malos y enfermos que Douglas, y de ese modo ponerlo en un nivel ligeramente superior a lo mas bajo de la escala. Del mismo modo, las escenas entre Barbara Hershey y la policía son incongruentes – el tipo ¿era violento o no violento?; era prepotente, pero ¿era malo?; obsesivo y malvado no es lo mismo, y la orden de restricción del juez queda en cierta nebulosa (¿acaso los jueces no emiten esas órdenes basándose en pruebas fehacientes de que los ex-esposos son individuos violentos?) -. Mientras que esquiva demonizarlo, por otra parte Un Dia de Furia tampoco logra leer con claridad todas las motivaciones que lo impulsan a Douglas a portarse como loco con su antigua familia – considerando que el tipo es tan “equilibrado” en su reparto de justicia a lo largo de su extensa travesía por la mitad de Los Angeles -.

Dejando de lado ello, no entiendo el ensañamiento de algunos críticos – incluyendo al ídolo de este autor, Richard Scheib – con el filme. Desde ya no se merece ni por asomo un ranking de cero estrellas; la mayoría de los personajes están excelentemente escritos, y el filme cuenta con un puñado de escenas memorables. Duvall brilla como siempre, y Michael Douglas descolla de manera inusual; yo creo que éste papel – junto a su protagónico en Wall Street y Detrás del Candelabro – figuran entre lo mejor de su carrera.

Un Dia de Furia es ambigua y polémica; nos vuelve complices de un individuo desequilibrado y hacemos catarsis con su accionar violento frente a personas y circunstancias que vivimos diariamente y que – admitámoslo – nos molestan. Lo que precisaba es un giro final mas pronunciado, ése en donde el espectador se vuelva terriblemente incómodo al descubrir que el tipo que nos caía bien es un enfermo desequilibrado y violento – algo así como revelar, sobre el final, que ese tipo tan simpático y justiciero nos gustaba mucho resultaba ser un genocida nazi -, lo cual nos habría generado una sensación tan incómoda como duradera.