Crítica: Deathwatch (2002)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB / Alemania, 2002: Jamie Bell (Charlie Shakespeare), Rúaidhrí Conroy (Colin Chevasse), Mike Downey (Martin Plummer), Laurence Fox (capitán Bramwell Jennings), Andy Serkis (Thomas Quinn), Torben Liebrecht (Friedrich)

Director: Michael J. Bassett, Guión: Michael J. Bassett

Trama: 1917, Primera Guerra Mundial. Son los tiempos de la guerra de trincheras y Charlie Shakespeare integra un pelotón británico que batalla arduamente contra los alemanes en el frente occidental. Pero Charlie es un joven imberbe que ha ingresado en el ejército mintiendo sobre su edad, y que ahora ha descubierto que carece del coraje para matar. En una carga suicida contra el enemigo, el pelotón se extravía entre la niebla de la guerra y de pronto aparece en una trinchera alemana abandonada, capturando a un oficial germano. Mientras el capitán decide fortificar la trinchera y llamar por refuerzos, los soldados pronto se dan cuenta que alguien – o algo – ha comenzado a acosarlos y ha empezado a depredarlos uno por uno. Y perseguidos por los fantasmas y los cadáveres revividos de los soldados muertos, no pasará mucho tiempo antes que los británicos caigan en la locura y desesperación, lo cual llevará a Charlie a tomar decisiones extremas.

Deathwatch Deathwatch viene de la mano de Michael Bassett, un tipo que prometía mucho con Solomon Kane y que después descarriló feo con la segunda parte de Silent Hill. Deathwatch es su debut como realizador y, aunque es dispar y desprolija, Bassett demuestra un talento formidable para crear un clima opresivo y siniestro en un ambiente inexplorado como es el de la Primera Guerra Mundial, mérito mas que suficiente como para ganarse una recomendación desde el arranque.

Deathwatch entra dentro del microscópico subgénero de “filmes de horror ambientados en tiempos de guerra”, el cual tiene exponentes diversos como The Keep, El Bunker y Outpost. La idea aquí es poner a un grupo de soldados enfrentándose a algo diabólico en una trinchera en plena Primera Guerra Mundial. Todas la guerras son horribles y sangrientas pero, lo personal, la Primera Guerra Mundial me parece una cosa escabrosa – un conflicto largo, salvaje e ineficiente -, una masacre en cámara lenta plagado de armas mas dañinas que letales, y lo cual dejó a un montón de gente deforme, discapacitada o con serias heridas en el cuerpo. En particular la idea de las trincheras – que aquí Bassett retrata con una efectividad sublime -, el cual es un laberinto saturado de cadáveres y gente hacinada, un lugar insalubre sometido a inclemencias de todo tipo – las cuales son mas letales que las balas enemigas -. El único escenario que yo recuerde y que haya sido tan brutal como ése debe ser las selvas del sur de Asia, en donde ingleses y japoneses se enfrascaron en sangrientas guerras de guerrillas durante la Segunda Guerra Mundial, siendo los británicos diezmados por las enfermedades, los animales, y el clima en un terreno tremendamente hostil y décadas antes de que los norteamericanos repitieran una experiencia similar – aunque ligeramente mejor organizada – en la Guerra de Vietnam.

He aquí un grupo de soldados británicos acuartelados en una trinchera enemiga a la cual tomaron por sorpresa. El problema es que la trinchera está saturada de cadáveres y parece un laberinto cavado en medio de un cementerio. Entre la lluvia constante y las toneladas de barro, se trata de un lugar infernal con el agravante de que el fango puede esconder presencias letales a plena luz del día. Es particularmente shockeante la secuencia en que un soldado empieza a divisar algo raro en una de las paredes de la trinchera… la cual pronto revela tener ojos y tratarse de un oficial alemán incrustado en el barro, el cual se abalanza sobre el testigo para intentar degollarlo con su bayoneta. O el hecho de estar pisando cadáveres – y trozos de cuerpos humanos – todo el tiempo, un espectáculo que pronto revela ser tan opresivo como demencial.

Mientras que el clima es formidable y Bassett se da maña para crear algunos sobresaltos efectivos – alambres de puas que tiene vida propia, los que salen, atan y fetean en pedacitos a los soldados; paredes de barro que comienzan a sangrar; formas diabólicas formadas fugazmente bajo la cortina de una lluvia intensa; o una horda de ratas que devoran los cadáveres a la vista de todos -, en donde falla el director es en el manejo de las performances y en la prolijidad del guión. Bassett definitivamente no sabe manejar actores y aquí cada uno queda a su albedrío, sea Tobin Bell con una interpretación pétrea o Andy Serkis desquiciándose de una manera no muy convincente. Por otra parte el libreto a veces da vueltas y vueltas y, cuando llega el final, se despacha con un climax abrupto. (alerta spoilers) Ciertamente no es dificil pensar de que todos estos soldados están muertos y se encuentran en una especie de purgatorio – uno lo siente a medida que ve que el cobarde es el único que va sobreviviendo -; del mismo modo también puede entenderse que la situación es real, y que lo que ocurre es que se han topado con un demonio… pero no hay explicación posible de por qué hace lo que hace, o cuál es la utilidad de su trinchera / trampa. La sensación final es que no se trata de una entidad malvada sino de un castigador, una figura destinada a ejectuar a los violentos y los injustos. Es la única razón posible por la cual deja vivo al cobarde… liberándolo en una zona que puede ser terrenal o tratarse del mas allá (fin spoilers).

Deathwatch es un filme con mucho potencial, el cual no está logrado en su máxima forma. Con un director mas experimentado hubiera resultado un filme mas ajustado, efectivo e impresionante, un clásico inolvidable. Así como está funciona muy bien, pero a veces sus desprolijidades distraen y le restan efectividad. En todo caso es una pifia tan interesante que resulta recomendable, siquiera como para escapar un momento de los tediosos clichés que nos tiene acostumbrados el mediocre cine de terror de unos años a esta parte.