Crítica: Das Boot (1981)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorAlemania, 1981: Jürgen Prochnow (capitán Henrich Lehmann-Willenbrock), Herbert Grönemeyer (corresponsal Werner), Klaus Wennemann (jefe de ingenieros Fritz Grade), Hubertus Bengsch (primer oficial)

Director: Wolfgang Petersen, Guión: Wolfgang Petersen, basado en la novela homónima de Lothar-Günther Buchheim

Trama: Octubre de 1941. La Segunda Guerra Mundial recrudece y los tiempos para los alemanes parecen estar cambiando, al menos en lo que respecta a la guerra en alta mar. Un corresponsal de guerra ha sido asignado a cubrir las misiones del legendario U-96, un submarino alemán que ostenta un notable record de bajas enemigas; pero lo que parece un trabajo rutinario pronto se transforma en un descenso a los infiernos, debido a las brutales condiciones en que se desempeñan los marineros y el feroz acoso de los destructores aliados – los cuales amenazan con hundirlos de un momento a otro -. Y mientras el corresponsal de guerra anota sus pensamientos, pronto se dará cuenta que la guerra no consiste en matar enemigos sino en sobrevivir a la ferocidad del conflicto, tarea que recae sobre los hombros del capitán del submarino, un individuo tan inteligente como temerario.

Arlequín: Crítica: Das Boot (1981)

No hay peor escenario para el ser humano que el de una guerra. El mundo estalla en pedazos, el hombre se deshumaniza y, lo que es peor, los valores morales son reemplazados por nefastas reinterpretaciones basadas en el inflado patriotismo y la lucha por causas que no son propias. El problema con ese gran concepto llamado “Patria” que es muy noble de por sí, y le brinda espíritu de grupo a todos aquellos nacidos y afincados dentro de un mismo territorio -, es que nunca resulta manejado por un grupo de individuos objetivos, moralmente impolutos, y absolutamente centrados en sus ideas, sino que casi siempre es manipulado (como pretexto) por politicuchos de pecho inflamado y oscuras intenciones, fanáticos deseosos de desatar una carnicería con tal de anexarse un puñado de tierra o realizar una disparatada elegía de los valores nacionales (¿alguien mencionó algún conflicto histórico en el Atlántico Sur?).

Es en esos casos en donde Patria se confunde con “la idea de fulano de hacerle la guerra a mengano”. Y es por ello que no compro el patriotismo ciego. Lamentablemente las guerras son empujadas por el patriotismo y, cuando se desatan, recién entonces nos damos cuenta de lo sucio y sangriento que es todo el asunto. En la guerra la gente muere de la peor manera posible, y dudo mucho que haya alguna causa humana que merezca semejante sacrificio. La historia humana desborda de imbéciles con poder y de corderos sacrificados en aras de una causa demasiadas veces injustificada. Sin dudas hay lugar – en medio de todo ese berenjenal – para los amantes de la guerra, sicópatas con uniforme que ven a todo esto como un juego y que son capaces de realizar desquicios de todo tipo con tal de ganar el partido a favor de su equipo. Pero lo que hay en el medio es un grueso de gente que no es fanática, individuos que vivían apaciblemente en sus casas con sus familias y que terminaron siendo enrolados a la fuerza en una guerra que ellos jamás decidieron librar. Y sin posibilidad de echarse atrás, lo único que les queda es intentar sobrevivir… aunque para ello se vean obligados a matar a un montón de desconocidos, a los cuales deben asesinar de manera maquinal simplemente porque el color de su uniforme es distinto, y porque se llega a una instancia brutal de que sólo sobrevive el que primero apreta el gatillo.

Es en escenarios así en donde uno termina cuestionándose si los héroes de guerra no son mas que asesinos condecorados. ¿Hay mayor nobleza en matar a un militar enemigo que a un civil?. Y mientras que en una refriega armada que tiene lugar cara a cara las cosas se emparejan, dudo mucho de la honorabilidad de hundir buques de carga – misión encomendada a los tripulantes del submarino cuyo filme ahora comentamos -. Sin lugar a dudas es una opción estratégica imprescindible – se trata de cortar los suministros del enemigo -, pero también se trata de un asesinato a ciegas. Algo parecido al francotirador que es capaz de matar a miles de metros de distancia sin ensuciarse de sangre las manos.

Pero, como suele ocurrir con todo lo relacionado con la guerra, las cosas nunca pueden definirse en términos de blanco y negro. Si la tarea del U-96 que comanda Jurgen Prochnow suena innoble, por otra parte toda esta gente se ve reducida a vivir una serie de condiciones inhumanas, y con la paranoia constante de que cualquiera de éstos días puede ser el último. A final de cuentas es un grupo de gente conviviendo en una lata de sardinas, la cual puede ser hundida con el primer proyectil que les alcance en directo, y sin chance alguna de escape. Oh, si, no hay nada mas claustrofóbico que un submarino de la Segunda Guerra Mundial, y el director Wolfgang Petersen se encarga de resaltarlo con un grueso subrayado.

Y mientras que el filme hace el esfuerzo en separar a estos militares alemanes de sus parientes sicópatas – los nazis -, por otra parte se preocupa en mostrarlos como curtidos supervivientes sometidos a la impiedad de las órdenes de sus superiores, los cuales son capaces de enviarlos a misiones suicidas sin mayores herramientas que su valor y su astucia. Lo que uno experimenta son los interminables momentos de tensión que se viven en las profundidades, el acoso por parte de los buques acorazados enemigos, la camaradería que se genera en semejante ambiente, y la locura de vivir bajo el constante ataque de las cargas de profundidad. Es en esas batallas en donde Das Boot obtiene sus mejores bazas – con Prochnow sintiendo, a través del casco, cómo se acercan los destructores o cómo se resquebrajan los cascos de los cargueros que acaban de torpedear, fruto de la presión ejercida por las profundidades -; se trata de pura adrenalina y desesperanza, en donde las cosas salen a flote sólo a causa de la pericia y la maña de sus tripulantes.

Mientras que Das Boot es formidable como experiencia cinematográfica – uno transpira el encierro, la incomodidad y la paranoia de los tripulantes de un submarino alemán de la Segunda Guerra -, donde se queda corto es con su discurso antibélico (y ése es un aspecto que molestó bastante al autor de la novela original). En todo caso Petersen prefiere resaltar el heroismo de las individualidades, mas preocupadas en sobrevivir que cometer proezas bélicas, personas sometidas a una presión constante y los cuales escapan a la muerte gracias a su astucia y su valor. Allí no valen las causas nacionales; se tratan de individuos valientes enfrentados a la adversidad y deseosos de ver el amanecer de otro día antes que de sumarle una nueva victoria al Fuhrer.

Das Boot funciona de manera perfecta como experiencia cinematográfica – uno realmente está allí, viviendo las condiciones de vida brutales a las que se sometían los tripulantes de los U-Boot germanos -, pero no la siento tan lograda respecto al mensaje, mas allá de decir que la guerra es injusta para todos los involucrados. A su modo Petersen se ha ensalsado con el estoicismo de sus personajes en vez de humanizarlos por completo, razón por la cual la escena final pierde mucho de su impacto; pero esa falla no impide erigir a Das Boot en un filme intenso y vibrante, el cual se percibe por los sentidos mas que por el intelecto.