Crítica: Ciudad en Tinieblas (Dark City) (1998)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA / Australia, 1998: Rufus Sewell (John Murdoch), Kiefer Sutherland (Dr Daniel Poe Schreber), William Hurt (Inspector Frank Bumstead), Jennifer Connelly (Emma Murdoch / Anna), Ian Richardson (Sr. Libro), Richard O’Brien (Sr. Mano), John Bluthal (Karl Harris), Bruce Spence (Sr. Pared), Colin Friels (Detective Walenski)

Director: Alex Proyas, Guión: Alex Proyas, Lem Dobbs & David S. Goyer, Musica – Alex North

Trama: Un hombre se despierta a media noche en una tina de baño. Su memoria está en blanco y, revisando sus ropas, descubre que se llama John Murdoch. Al examinar la habitación descubre el cadáver de una prostituta y siente a la Policía acercándose al edificio. Murdoch decide huir pero recibe un mensaje del Dr. Schreber, que precisa contactarlo urgentemente para explicarle la situación. Vagando por las calles, Murdoch descubre sucesos inquietantes: en la ciudad se vive una noche eterna con días de doce horas y jamás sale el Sol; cuando suenan las doce todos los habitantes se sumen en un profundo sueño. Cuando por fin contacta a Schreber éste le explica que la ciudad es un experimento de Los Extraños, una raza alienígena que está muriendo, y que precisa descubrir el secreto del alma humana para sobrevivir. Cada medianoche Los Extraños reemplazan edificios y personas, les inyectan recuerdos elaborados por el mismo Dr. Schreber, y se dedican a observar y experimentar con los humanos. Pero uno de dichos experimentos – Murdoch – ha fallado, y es el único ser humano que posee los mismos poderes que Los Extraños para materializar y modificar las cosas – una capacidad que Schreber le llama sintonizar -. Murdoch se niega a aceptar esto, pero pronto Los Extraños estarán tras su rastro, ya que su capacidad sobrehumana es la respuesta para la supervivencia de su propia raza.

Arlequín: Crítica: Ciudad en Tinieblas (Dark City) (1998)

Dark City es una obra maestra de ciencia ficción que pasó totalmente desapercibida en las taquillas, terminando por juntar polvo en los estantes de los video clubes y aguardando un merecido redescubrimiento. Posiblemente haya muchos errores de marketing en el medio – es una aventura formidable con muchos elementos que podrían haber atraído a los públicos más jovenes que después delirarían con Matrix -. Lo que se me ocurre es que los distribuidores no supieron muy bien qué hacer con el film, ya que tiene muchos elementos que desprenden cierto tufillo a cine arte, y simplemente le quitaron el apoyo publicitario que la cinta precisaba. Es una lástima, ya que posiblemente sea una de las mejores películas de sci fi de los últimos diez años.

Dark City no es ni remotamente un experimento intelectual críptico como Alphaville u otras obras sci fi provenientes del cine de autor. Por el contrario, tiene una historia y una estructura impecable y perfectamente comprensible. Si bien es cierto que la búsqueda del alma por parte de Los Extraños suena a algo vago (y hasta naif), lo cierto es que el desarrollo del relato supera ampliamente toda aspiración metafísica que los distribuidores debieron haber temido. Es más: este es un film más emparentado con Blade Runner (o con cualquier historia de Phillip K. Dick) que con el cine arte. Es una historia acerca de la memoria y de los recuerdos; es sorprendente que la trama sea original y no provenga de algún relato de Dick, pues todos sus temas están aquí.

Hay mucho de parentesco entre Blade Runner y Dark City: además del tema de la memoria, está la estética deprimente, en penumbras y con pálidas luces de neón; el glamour nostálgico de los años 40 aggiornado en una metrópolis de época indefinida. Ambas películas recrean la atmósfera del film noir, aunque en Dark City los rasgos están acentuados: el ejército de Extraños luce más como oficiales de la Gestapo en traje civil que como personas corrientes, autos de todas las épocas, largos y estilizados sombreros, colores sepia… incluso el Sr. Mano parece hablar con cierto acento alemán. También se lo ha comparado al film con otro clásico como Metrópolis: la estética retorcida de los edificios, los mundos sobre y bajo tierra, e incluso una de las frase finales de Murdoch (” ustedes pensaban que el alma se encuentra aquí – señalando la cabeza – cuando en realidad está aquí” y señala el corazón) parece rememorar aquello de “entre la cabeza y la mano debe estar el corazón de intermediario”. Es un fascinante collage de influencias.

Y por supuesto está el desarrollo del relato. Una de las cosas más sorprendentes que hace Proyas es comenzar develando el secreto – Los Extraños llevan a cabo un experimento, y con su poder de sintonizar modifican el mundo a voluntad para descubrir el secreto del alma humana -. Lo usual en este tipo de relatos es comenzar con el misterio lisa y llanamente, y empezar un lento proceso investigativo que lleve hasta la verdad… que es lo primero que pone en pantalla el director. Con semejante revelación, es necesario un guión intenso y un director de hábil mano como para que la tensión no decaiga – ¿Qué más se puede revelar que sea shockeante? -. Pero Proyas lo logra, eventualmente reconstruyendo el camino hasta demostrar esa verdad revelada junto con el protagonista. El descubrimiento de sus poderes, la llegada imposible hasta la Playa Shell (el límite de la ciudad, y que simplemente sirve para darle un broche romántico y de clase a la película), la eventual alianza con el detective Bumstead – que también empieza a desconfiar de lo que sucede -, y por supuesto el apotéotico clímax final donde Murdoch termina por erigirse en un Dios en la ciudad. No difiere en esencia del final de Duna, donde el mesías descubre y despliega todo su poder para reconstruir su mundo a voluntad.

Lo que quizás no explica demasiado el filme es que Los Extraños son un colectivo consciente (al estilo de las comunidades Borg de Star Trek). Al hallar las capacidades de Murdoch de sintonizar, ellos pueden fusionarse con el humano y generar una nueva raza de superhombres en los cuales sobrevivir – recordemos que ellos sólo pueden habitar en el cuerpo de los muertos -. En el fondo todo esto no es más que una conspiración del Dr. Schreber (una excelente interpretación de Kiefer Sutherland) que encuentra al elegido y procura con él dar término al reinado de los Extraños. Si uno presta atención al film, verá que la mayoría de los recuerdos de la gente (e incluso de Murdoch) provienen en realidad de Schreber: sus quemaduras por el incendio, la memoria de la Playa Shell, etc. Y al final, con la jeringa cargada con un “curso intensivo de Neo para iniciados”, Schreber consigue adiestrar a Murdoch en segundos y obtener su propia redención.

Pero también hay cosas que lo relacionan con el Alphaville de Godard. Por oposición, éste es un mundo de emociones e individualidades permitidas (y hasta estimuladas) con tal de encontrar el secreto del alma. Pero Los Extraños no logran entender cómo un humano que fuera asesino en una de sus vidas puede comportarse como el resto en otras – que es el experimento que realizan con Murdoch -. Sea por el afán de controlar a los humanos (Alpha 60) o por dejarlos a su albedrío en condiciones controladas (Dark City o bien Matrix), lo cierto es que los sujetos de monitoreo siempre terminan por quebrar las reglas y desatar la caída del régimen. Visto desde ese punto de vista, éste debería haber sido el relato de la tercera entrega de Matrix y no el absurdo sacrificio de Neo. Cuando se construye una épica, el héroe debe alzarse con toda la victoria.

Matrix le debe muchísimo a este filme. La idea de las realidades “virtuales” creadas como forma de contención y observación de los humanos; la ascensión del elegido… el clímax entre el Sr. Libro y Murdoch no difiere demasiado de las batallas aéreas del Sr. Smith con Neo en Matrix Revoluciones (incluso los trenes que no van a ningún lado recuerdan a los laberintos subterráneos que construía el Merovingio en la saga de los hermanos Wachowski). Es un film de un ritmo vertiginoso, absolutamente sorprendente.

Entre los créditos del film figura el mencionado Alex Proyas, un director de gran talento y escasa producción – previamente había dirigido El Cuervo en 1994, y después recién volvería a filmar en el 2004 Yo, Robot -; y entre los guionistas figura David S. Goyer, el impulsor de la nueva oleada de filmes de superhéroes y autor de guiones de Blade, Superman Regresa y Batman Inicia. Lamentablemente semejantes talentos no han vuelto a reunirse, y se han encarrilado en carreras más comerciales. Pero sin dudas Dark City es un clásico que merece ser redescubierto y, especialmente, difundido.