Crítica: Cuernos (2013)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Canadá, 2013: Daniel Radcliffe (Ig Perrish), Juno Temple (Merrin Williams), Max Minghella (Lee Tourneau), Joe Anderson (Terry Perrish), David Morse (Dale Williams)

Director: Alexandre Aja, Guión: Keith Bunin, basado en la novela homónima de Joe Hill

Trama: Un pueblito en las montañas. Ig Perrish se ha transformado en el escándalo del lugar, al ser acusado de haber violado y asesinado a su novia Merrin hace un puñado de días. Sin chances de defenderse de la chusma y con el apoyo reticente de su familia, Ig se encierra en el alcohol y en sus recuerdos. Pero un día, al despertar, Ig descubre que le han salido unos sorprendentes cuernos en la frente, los cuales le dan un aspecto demoníaco. Atormentado por los mismos, Ig intenta quitárselos a toda costa… pero pronto descubre que los cuernos vienen acompañados de inusitados poderes sobrenaturales, los cuales hacen que las personas con las que habla se deshiniban y cuenten sus peores secretos y pecados. Así es como Ig decide usar el don para iniciar su propia investigación sobre el asesinato de Merry; pero el joven terminará descubriendo una serie de incómodas revelaciones, las cuales terminarán por ponerle en una seria encrucijada moral acerca de la naturaleza de sus nuevos poderes.

Cuernos (2013) Y ahora, algo completamente diferente…

Es dificil catalogar a algo que se sale de la vaina como es el caso de Cuernos. El filme está basado en una novela de Joe Hill, quien resulta ser el hijo – seudónimo mediante – del reconocido Stephen King. Y mientras que papito es un especialista en tragedias embadurnadas de sangre y tripas, el Horns de Joe Hill posee una historia mucho mas discreta. No hay gore ni criaturas espeluznantes, ni siquiera apunta al horror; en realidad es un thriller salpicado de tintes fantásticos y con algo de comedia negra, razón por la cual intenta ser diferente… y quizás, en ese esfuerzo de explorar caminos desconocidos, es que no logra encontrar el tono exacto para ser todo lo efectiva que debiera.

Aquí hay una parejita (Juno Temple y Daniel Radcliffe) que se ama con locura desde la niñez. La macana es que llegaron a un punto de quiebre: él quiere proponerle casamiento y ella quiere irse del pueblo. Bajamos el telón y pasamos al tiempo presente, en donde nos enteramos que la Temple ha pasado a mejor vida y que todos acusan a Radcliffe de ser el responsable. Hay muchos diálogos recargados de tintes religiosos – Radcliffe maldiciendo y acusando a los otros de tratarlo como un demonio; el padre ultrarreligioso de la Temple, que no le cree al ex Harry Potter y quiere quemarlo en la hoguera; altares montados en el sitio del crimen y saturados de estampas y figuras de la Virgen; y un largo etcétera -, los cuales no son el medio mas sutil para anticipar lo que va a suceder. Un día al despertarse luego de una borrachera, Radcliffe descubre que le salieron cuernos. Y si esto no fuera lo suficientemente bizarro, cada vez que habla con alguien (o lo toca), la gente empieza a decirle sin filtro todo tipo de barbaridades que ha cometido en privado: mujeres casadas que arman noches de orgía con sus cachondos entrenadores de golf, niñas que odian a sus madres y quisieran prenderle fuego, oficiales de policía que desbordan de fantasías homosexuales masoquistas… Oh, sí, al principio todo esto es muy divertido – como cuando Radcliffe entra al quirófano para que le extirpen los cuernos y descubre (al irse la anestesia) que el doctor ha preferido “tirarse” a la enfermera en el piso de la sala, antes que operarlo -, pero después vemos que empieza a tener su utilidad. Los cuernos son el McGuffin de la historia, un dispositivo que aparece de la nada y que sirve para que la trama avance; es como un desinhibidor de almas, ya que toda la gente vomita a boca de jarro sus secretos mas oscuros. De ese modo, Cuernos se transforma en un policial inusual. Los sospechosos expulsan confesiones, y el investigador puede incluso convencerlos de que hagan cosas contra su voluntad a modo de castigo. ¿Tiene esto alguna trascendencia religiosa seria?. No, la verdad que ninguna. Radcliffe se pasea con tridentes y serpientes pero, honestamente, le podría haber salido un tercer testículo en la frente y el resultado hubiera sido el mismo. No es que se ha transformado en un diablo (o que lo fuera de antes); es solo una excusa para que pasen cosas fuera de lo común. Incluso hay momentos en que los poderes de Radcliffe quedan limitados al colocarse una cruz perteneciente a su amada, lo cual es algo completamente salido de la galera.

Si usted no se pregunta el por qué o el cómo (ya que son inexplicables), puede disfrutar a Cuernos en sus propios términos. Los poderes de Radcliffe producen escenas diferentes y graciosas. La historia es novedosa y difícil de anticipar. En todo caso si hay algo que la derrumba, es el climax, en donde el filme se vuelve serio y oscuro. Alexandre Aja – quien maneja muy bien el horror y la comedia – de pronto suelta la cadena, y quizás ahí es donde el filme derrapa. Mete con calzador algunas muertes violentas, y no era lo que iba con el filme; en todo caso el climax debía ser mucho mas tranquilo – con menos shock y gore – para darle aire al impacto dramático, a la revelación de por qué alguien tan inocente como Juno Temple fue asesinada de manera tan brutal. Oh, sí, el Acto III merecía una seria re-escritura.

Mucha gente ha lapidado Cuernos; en cambio, yo prefiero darle el beneficio de la duda. Se atreve a ser diferente, y aunque no sabe cómo decantarse – entre una comedia negra, un thriller con toques fantásticos, o un romance plagado de tragedia -, entretiene. Daniel Radcliffe demuestra que sabe actuar, algo que hasta a mí me sorprende; y el resto del cast es sólido como para acompañar el esfuerzo del protagonista. En todo caso lo que precisaba la historia era una pulida extra, algo que le ayudara a encontrar sus pies sobre el final, ya que allí es donde pierde la mesura que la hacía efectiva. Pero, aún con sus problemas, sigue pareciéndome una película recomendable y una razón por la cual me gustaría seguir la obra de Joe Hill en adaptaciones venideras.