Crítica: Del Crepúsculo Hasta El Amanecer (1996)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1996: George Clooney (Seth Gecko), Quentin Tarantino (Richard Gecko), Harvey Keitel (Jacob Fuller), Juliette Lewis (Kate Fuller), Tom Savini (Maquina Sexual), Fred Williamson (Frost), Ernest Liu (Scott Fuller), Cheech Marin (guarda de la frontera / portero / Carlos), Salma Hayek (Santanico Pandemonium), Michael Parks (Earl McGraw), Brenda Hillhouse (Gloria Hill), Danny Trejo (Razor Charlie)

Director: Robert Rodriguez, Guión: Quentin Tarantino, Musica – Graeme Revell

Trama: Los hermanos Seth y Richard Gecko son un par de ladrones que se encuentran emprendiendo una huida desesperada hacia Mexico. En el camino se topan con la familia del ex-pastor Jacob Fuller, quien ha perdido la fe después de la muerte de su esposa y se encuentra realizando un viaje de reencuentro espiritual. Los Fuller son secuestrados en su Motorhome y obligados a cruzar la frontera, para llegar al antro conocido como El Festival de las Tetas, donde los Gecko se encontrarán con un mafioso local para repartirse el botín y pedir protección. Pero el cabaret resulta ser un nido de vampiros humanoides, que rápidamente desatan una carnicería entre los asistentes. Muy pronto los Fuller y la pareja de criminales deberán unir fuerzas para pelear por sus vidas.

Del Crepusculo Hasta El Amanecer En los 90 Quentin Tarantino parecía ser el nuevo Martin Scorsese, con títulos brillantes como Reservoir Dogs y el clásico Pulp Fiction. Pero dos años después de su obra maestra, Tarantino decidió poner en escena uno de sus primeros guiones – originalmente escrito para el debut en la dirección del artista de efectos especiales Robert Kurtzman, quien aquí se hace cargo de los FX -. Y para esa época entablo amistad con Robert Rodriguez, el talento detrás de El Mariachi y Desperado. La dupla se transformaría en una unión duradera, con colaboraciones mutuas en trabajos tales como Kill Bill, Sin City, Four Rooms o la celebrada Grindhouse.

Pero en realidad, lo que estaba demostrando en 1996 Tarantino era que se trataba de un fan del cine de género. Si uno lo compara con la carrera de Scorsese, lo que hizo Tarantino fue desarrollar dos policiales negrísimos a la usanza de los filmes que a él tanto le gustaban mientras trabajaba como dependiente de un video club, pero su corazón estaba en todo tipo de genero exploitation habido y por haber. Scorsese jamás habría hecho una jugada tan radical como volcarse al cine de terror en un momento en que su nombre era sinónimo de auteur de calidad. Los policiales de Tarantino, en el fondo, no son más que estilizaciones del policial negro, tal como lo es el spaghetti western al cine del oeste. Si bien las tramas y los diálogos son de excelente factura, ya hay señales allí de lo que sería la filmografía posterior de Tarantino.

Es por ello que no sorprende que su nombre figure en un proyecto como Del Crepusculo al Amanecer, un film que cualquier otro director en boga (u oscarizado) hubiera escapado o firmado con seudónimo. Aquí es obvio que, a pesar del crédito de Rodriguez, medio film está manejado por la mano de Tarantino. Desde los diálogos hasta las situaciones resultan Tarantinescas de pura cepa.

Es una película dividida en dos secciones: la primera parte es un excelente policial, al mejor estilo del clásico Desesperate Hours, con criminales sicoticos en fuga, familia secuestrada, y una lenta pero soberbia relación entre victima y victimarios para preservar su familia a salvo. Tarantino, que usualmente como actor apesta, logra resultar razonablemente siniestro con su look de nene inofensivo y letal. Obviamente la dirección actoral es excelente, y todo este segmento bien podría haber figurado como uno de los capítulos de Pulp Fiction. El asesino sicótico y maníaco sexual controlado por su hermano más racional; el pastor que ha perdido la fe e intenta preservar su familia mediante el uso de la diplomacia a la vez que estudia a los criminales; la tensión sexual entre Richard y la joven hija de Jacob… Es un comienzo realmente formidable, donde todos los personajes resultan interesantes. Desde la secuencia inicial – el excelente teaser en la estación de servicio donde, como nota aparte, matan al sheriff Earl McGraw, un personaje que aparecerá en Kill Bill y en Grindhouse -, los diálogos, el inocente trato de Richard con la mesera secuestrada… merecería 5 estrellas.

El tema es la segunda parte, donde pareciera que Tarantino cede el mando a Robert Rodriguez, y el guión comienza a deshilacharse. El problema no es que semejante grupo de personajes interesantes se metan en una cantina llena de vampiros, sino que las criaturas aparecen de la nada, sin demasiada sorpresa ni tensión, y comienzan a sucederse algunas secuencias disparatadas. Empezando por el terrible personaje del maquillador Tom Savini (Maquina Sexual) con su pistola en la bragueta y su látigo, hasta la ex estrella del cine B Fred Williamson – relatando sin mucha convicción su anecdota en Vietnam -, a un grupo interesante de caracteres se le suman un par de personajes bizarros que no encajan, y que parecen pertenecer a otra película. La secuencia en que Williamson arranca un corazón con su mano es francamente ridícula; y él y Savini parecen salidos de un típico film clase Z (o de Grindhouse), y son francamente incompatibles con el realismo que venía vendiendo el film. El problema en sí no es que se encuentren con los vampiros, sino que se desarrollan todo tipo de acrobacias exageradas que no se condicen con lo que venía promocionando el film. Poden a Williamson y Savini, incrementen la tensión, y la segunda parte bien podría haber sido un estremecedor relato de supervivencia en vez de una fantochada de acción clase B. El mismo film se encarga de romper la preciosa credibilidad que había construído. Y, si estos dos personajes no fueran suficientes para arruinar el escenario, la película intenta generar shock con las sorpresivas muertes de varios de los principales caracteres; pero al haber perdido credibilidad, no sólo no impacta sino que resulta molesto, como si fueran trampas del guión hacia el espectador. Hubiera sido mucho mejor mantener la seriedad, y posiblemente de ese modo esta película podría haber resultado en un clásico.

De todos modos, es un espectáculo más que entretenido y, a mi gusto, es notablemente superior a Grindhouse: Planet Terror. No sólo está mejor armada, sino que mantiene un buen ritmo y tiene mayor sabor exploitation – aunque la mezcla de soberbio policial y exagerado horror y acción no cohesione muy bien que digamos -. El problema es Robert Rodriguez, que en la segunda parte del film dispara demasiado delirio barato, lo que le resta amenaza y tensión. Salvando eso, es un show más que recomendable.