Crítica: Conan el Bárbaro (Conan the Barbarian) (1982)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1982: Arnold Schwarzenegger (Conan), Sandahl Bergman (Valeria), James Earl Jones (Thulsa Doom), Gerry Lopez (Subotai), Mako (mago), Max Von Sydow (Rey Osric), Ben Davidson (Rexor), Cassandra Gaviola (Bruja lobo), Valerie Quenessen (Princesa Yasmina)

Director: John Milius, Guión: John Milius y Oliver Stone, basados en las novelas de Robert E. Howard, Música – Basil Poledouris

Recomendación del Editor

Trama: En la era de Hyboria, las tropas de Thulsa Doom arrasan numerosos poblados de Cimeria. Precisamente en uno de esos ataques Doom asesina a los padres de Conan, y el niño es atrapado y esclavizado para trabajar en su gran maquinaria de guerra. Con el paso de los años Conan crece y termina por destacarse en los combates a muerte que organizan sus captores como entretenimiento. Su éxito le lleva a obtener una serie de privilegios, entre ellos, el adiestramiento en las artes de la guerra, pero su captor decide liberarlo en una noche de ebriedad. Muy pronto el joven se encuentra escapando por su vida y dedicado a dar con el paradero de Doom. Siguiendo el rastro del culto de la serpiente no tardará en dar con el mismo, pero el enorme poder del hechicero y su vasto ejército se interpondrán en el camino de Conan para obtener la venganza de la muerte de sus padres.

Arlequín: Crítica: Conan el Bárbaro (Conan the Barbarian) (1982)

Robert E. Howard es el padre de la llamada Fantasía Heroica. Sus primeros trabajos del género son de la década del 30, y si bien creó numerosos personajes, su obra máxima sería la saga de Conan. Ambientada en una era imaginaria (Era de Hyboria), Howard creó un setup (teóricamente, “posterior al hundimiento de la Atlántida”) con tribus y religiones fantásticas viviendo en una Europa prehistórica. No es difícil asociar conceptos de la mitología de Conan con los de otras naciones guerreras de la antigüedad (sin ir más lejos, los Vikingos – de hecho en el film, Conan menciona al paraíso de su religión como el Valhalla –), pero Howard prefirió inventarlos a su manera, para evitar los inconvenientes y demoras que le hubieran causado las investigaciones históricas para documentar sus trabajos.

Es interesante notar el boom de la ficción en la década del 30. Desde la sci-fi y el policial hasta la fantasía dispararon sus mejores obras (y la base de sus respectivos géneros) en aquellos años, fundamentalmente por la gran depresión del año 29 que popularizó la literatura barata (o pulp) como medio de entretenimiento. Innumerables autores surgen en la época post derrumbe de Wall Street, sea publicando relatos en revistas especializadas o bien novelas cortas. Howard es un típico caso de un escritor pulp.

También en la misma década aparecen los cimientos de la obra de J.R.R. Tolkien. Hay diferencias de tono entre la obra de Tolkien (que podríamos llamar la Fantasía Mágica) respecto de la Fantasía Heroica de Howard. La Fantasía Mágica parece basarse en leyendas medievales y mitos arturianos, donde la magia está tanto en el bando del bien como del mal. Además tiene un seteo casi feudal, con señores de tierras y vastos ejércitos, y son tramas mucho más elaboradas en lo dramático. En cambio, la Fantasía Heroica parece más inspirada en las leyendas griegas y romanas, es más cercana al Peplum. El mal es quien posee la magia, no hay desarrollos épicos sino que se basa en los heroísmos individuales, y se orienta hacia la aventura y el entretenimiento. Además, la Fantasía Heroica parece una utopía hipermasculina, con guerreros (y guerreras) de físicos formidables, escasas ropas y un exagerado sentido estoico. Tal como reza al principio del filme, parece una concepción ultra estilizada de postulados de Nietzsche.

Y si de Nietzsche se trata, qué mejor que John Milius para una obra como ésta. Como director sus obras no son muy populares (ni es un gran talento), pero como guionista o script doctor su trabajo es memorable (Harry el Sucio, Apocalipsis Now, etc). El problema de Milius es su mentalidad eminentemente marcial (cuando no fascistoide) que a veces juega en su contra. Es un individuo obsesionado con los ritos de iniciación que hacen al hombre adulto, y que para él tienen que ver con la guerra. El combate, según Milius, es la pérdida de la virginidad.

El tema es que esa mentalidad se traduce en cada fotograma del film, con sus pros y sus contras. Es una película sorprendentemente silente en gran parte de su duración, y numerosas escenas parecen coreografiadas como viñetas de una historieta. Esto redunda en que la actuación de Schwarzenegger sea bastante efectiva, aún con la inmadurez que tenía en 1982 – posteriormente aprendería algunos trucos como para desempeñarse con cierta dignidad delante de cámaras -. Otra que destaca es Sandahl Bergman, que transpira carisma en su corto paso por la trama. Y como villano James Earl Jones podrá tener una voz formidable, pero no tiene el physique du rol para generar una presencia amenazante.

Pero si los protagonistas son lacónicos, es porque están erigidos como figuras heroicas de un modo sobrehumano. Como dice Subotai en un momento del filme: “lloro yo porque él, Conan el Cimerio, no puede llorar”. El problema de los héroes impenetrables y cuasi perfectos es que son unidimensionales. Uno simpatiza con la causa y disfruta de las acciones del héroe, pero no termina por congeniar con el personaje en sí, porque es distante y nunca conocemos sus verdaderos sentimientos. En ese sentido todos los personajes parecen funcionar como soldados que cumplen órdenes y siguen preceptos en función de una causa superior, pero son desconocidos como personas. Es todo demasiado estoico.

El otro tema es que la película es muy episódica, sin fluidez respecto a la trama inicial. Los capítulos tienen algún nexo que los une, y terminan por parecer las entregas de una revista de comics – de hecho mezcla montones de personajes e historias de Howard, pero a veces parecen ser demasiadas cosas agolpadas en las líneas del guión -. Hay mucho estilo y una excelente fotografía (sin contar la formidable partitura wagneriana de Basil Poledouris), pero le falta profundidad. Sin ir mas lejos, falta un discurso de Conan sobre la búsqueda de la venganza. Ese tipo de reflexiones harían al relato mucho más pulido (y al personaje más humano); en cambio, sólo termina por ser visto como una sucesión de aventuras donde la venganza es la excusa para el clímax.

Es un film muy bello en lo visual. De todos modos los buenos decorados no logran disfrazar la torpeza de la dirección de Milius en algunas escenas – los combates no son de lo mejor, y a veces los personajes se mueven de forma tosca, casi como si fuera un film amateur -. Además, Milius está tan obsesionado con el tema del honor guerrero de los caracteres que pierde de vista el aspecto épico de la historia – este es el inicio de la leyenda de un esclavo que terminará por convertirse en rey -. Pero en general es una película satisfactoria. Actualmente New Line Cinema se encuentra desarrollando un proyecto sobre el personaje, lo que sería una excelente continuidad en el género de la fantasía proviniendo del estudio que nos trajo El Señor de los Anillos.

LA SAGA DE CONAN

Los filmes de la saga de Conan son: Conan el Barbaro y Conan el Destructor . Conan el Barbaro (2011) es una reimaginación de los inicios del personaje.