Crítica: The Cloverfield Paradox (God Particle) (2018)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

2 atómicos: regularUSA, 2018: Gugu Mbatha-Raw (Hamilton), David Oyelowo (Kiel), Daniel Brühl (Schmidt), John Ortiz (Monk), Chris O’Dowd (Mundy), Elizabeth Debicki (Jensen)

Director: Oren Uziel – Guión: Oren Uziel & Doug Jung

Trama: En el futuro la Tierra sufrirá una profunda crisis de energía. Es por eso que una fuerza multinacional de científicos se encuentra probando un acelerador de partículas en la estación espacial Cloverfieldel cual, si tiene éxito – generará energía limpia de manera ilimitada. Pero el experimento sale mal, y la Cloverfield termina en el otro extremo del Sistema Solar, amén de desencadenar una serie de fenómenos inexplicables tanto en la Tierra como a bordo de la nave. Porque el acelerador ha abierto una brecha en el tiempo y el espacio, y todo tipo de aberraciones y criaturas interdimensionales han pasado por él. Ahora el equipo intentará arreglar y encender el acelerador una última vez, para ver si – con los cálculos correctos – pueden corregir lo que ha pasado y regresar al tiempo y espacio de donde provenían. Pero nada saldrá como lo previsto.

Arlequin: Critica: The Cloverfield Paradox (God Particle) (2018)

Estaría bueno hacer un juego de tragos con las diferencias entre J.J. Abrams y Dean Devlin. A final de cuentas los dos son vendedores profesionales de pescado podrido, sólo que uno tiene mucho mas talento comercial que el otro. Mientras Devlin vende horrendos latiguillos, personajes de cartón pintado, estúpidas amenazas a la humanidad y mala ciencia, Abrams vende latiguillos reciclados, una catarata interminable de misterios imbéciles y resoluciones que te dan ganas de pegarte un tiro en las gónadas. La gente tolera mas Lost que Dia de la Independencia; y la prueba de fuego para Abrams será, en todo caso, ver cómo termina la nueva trilogía de Star Wars, si reciclando El Regreso del Jedi o despachándose con una huevada que sólo el tilda de genialidad.

Si Abrams ha triunfado, es porque tiene el poder de captar la atención del público; el drama es que suele redondear las tramas para el demonio, y gran parte de la culpa recae en sus colaboradores como Damian Lindelof. En The Cloverfield Paradox quedan patentes todas las limitaciones (y horrores) de los productos típicos de la factoría Abrams: grandes efectos especiales, escenas intrigantes, buenos actores, resoluciones indignantes.

El cómo esta película vio la luz es un misterio de la naturaleza. Aparentemente Paramount se mandó con una de sci fi sobre aceleradores de partículas y universos paralelos (que era La Partícula de Dios, título original), después vió el bofe terminado y no le gustó nada, y empezó a intentar sacársela de encima. Entra Abrams, le mete una subtrama totalmente ajena (con el moreno marido de la protagonista estancado en la Tierra, rescatando a una piba y viendo los efectos devastadores que sobre el planeta ha desatado la prueba del acelerador de partículas) e inmediatamente le pegaron dos secuencias como para empardarla con el ADN de Cloverfield. Le pusieron un moñito, encandilaron a Netflix con el cast y los efectos especiales, y los popes del streaming se despacharon con un estreno rutilante (lanzaron el trailer dos horas antes del estreno online)… el cual fue inmediatamente apedreado. Porque Netflix podrá producir series geniales (Orange is the New Black, Better Call Saul, One Day At the Time, Lemony Snicket, etc, etc) pero, en cuanto a películas, es como una especie de canal SyFy con los bolsillos obscenamente rebosantes de dinero. Queman dólares, contratan estrellas pero no hay ni una cinta que no sea mediocre. Acá pegaron un batacazo de marketing, sin duda – yo la vi apenas me llegó el aviso al celular – pero solo confirman que no logran remontar vuelo. ¿Cuando van a hacer la Gran Disney y se van a comprar un estudio hecho y derecho (¿Paramount?) antes de seguir produciendo bofes de la magnitud del que nos ocupa?.

The Cloverfield Paradox es un licuado de ideas de las cuales no cuaja ninguna. Por un lado han hecho una especie de versión moderna de Mas Allá del Sol (1969) (ésa donde Roy Thines descubría una versión gemela e inversa de la Tierra al otro lado del Sol), y por el otro metieron con calzador el giro apocaliptico de Cloverfield. Como una especie de precuela (que tampoco tiene sentido, porque aquí las cosas ocurren en una época mucho mas moderna a la de la primera Cloverfield), entendemos cómo el bicho gigante llegó a la Tierra… algo que se ve en tres fotogramas y después de 90 minutos de desarrollo. La energía escasea en la Tierra, el acelerador de partículas parece la solución ideal – energía vasta e inagotable para todo el mundo – y el experimento termina rasgando el tiempo y el espacio de manera atroz. La estación orbital termina en el otro lado del sistema solar, las cosas se fusionan con las personas (!) (incluyendo el mas estúpido caso de gastritis de la historia), aparece una mina a bordo así de la nada (y mezclada con dos millones de cables) y, mientras tanto, las paredes se deshacen, los paneles cobran vida y las computadoras se vuelven en su contra. La cantidad de absurdos que debe sufrir esta troupe de excelentes actores (Daniel Bruhl!; David Oyelowo!; Ziyi Zhang!!) es tan interminable como aberrante. Es cierto que al principio los golpes de efecto fascinan (como cuando Chris O’Dowd pierde el brazo… y lo recupera con vida propia al estilo The Evil Dead!), pero después se vuelven cada vez mas idiotas e inexplicables. Ya no son perversiones de un universo paralelo y anómalo sino pirotecnia visual vomitada por el director para que resulte interesante… al menos en los mismos términos de Lost. ¿Otra Tierra paralela?. ¿Por qué apareció esta rubia de la nada? ¿Como es que el ruso no nota la bola de bowling que tiene en el abdomen?.

Y mientras la telenovela de la estación espacial se sucede, por otra parte vienen las escenas agregadas… en donde la Tierra se vuelve un escenario apocalíptico, dando a entender que el experimento chupó a Clover de otra dimensión y lo desató sobre la Tierra. Decir que el final está super traído de los pelos es ser redundante.

Mientras dura, The Cloverfield Paradox entretiene… hasta que intenta explicar la ensalada que quisieron armar y que ninguno de los guionistas supo cómo cerrar. Es un vasto desperdicio de dólares, ideas y talentos desarrollado por un montón de creativos mediocres que sólo creen en contar la primera parte del chiste y nunca el remate. En todo caso es una rareza que vale la pena para ver los FX y las buenas performances, lástima que no hay nadie serio en la producción que se haya dado cuenta de lo ridículo que termina siendo todo esto, y que sólo piensa en hacerse el banana vomitando una escena intrigante tras otra… aunque después no se caliente en hilvanarla para darle algo de lógica.

CLOVERFIELD

Cloverfield (2008) – Avenida Cloverfield 10 (2016) – The Cloverfield Paradox (2018)