Crítica: La Celda (The Cell) (2000)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2000: Jennifer Lopez (Catherine Deane), Vince Vaughn (Agente Peter Novak), Vincent D’Onofrio (Carl Stargher), Jake Weber (Agente Gordon Ramsey), Marianne Jean-Baptiste (Dra Miriam Kent), Dylan Baker (Henry West)

Director: Tarsem Singh, Guión: Mark Protosevich

Trama: El FBI ha logrado dar con el paradero del asesino serial Carl Stargher pero, al momento de capturarlo, éste sufre un ataque y queda en permanente estado de coma. Revisando las pertenencias de Stargher los agentes deducen que éste habia capturado recientemente a una chica y que la misma se encuentra atrapada en la trampa favorita del asesino – una caja gigante de vidrio que se llena lentamente con agua -, la cual terminará por completarse en el lapso de las próximas 40 horas. Sin pistas del paradero de la trampa, los agentes recurren desesperadamente a un centro de investigación experimental, quienes se encuentran probando un dispositivo que permite a una persona introducirse en los sueños de otra. Ahora la terapeuta Catherine Deane se apresta a visitar la mente de Stargher en busca de pistas que le indiquen dónde está apresada la muchacha; pero el cerebro del sicópata es un mundo infernal en donde la vida de la misma Deane correrá peligro.

La Celda A veces la potencia creativa de una persona marca la diferencia, y hace que una pelicula insulsa cobre vida y hasta se convierta en algo memorable. Eso es lo que ocurre con La Celda; si uno revisa la fria palabra escrita del guión, verá que es un thriller comunacho, hasta tirando a mediocre. Pero es tal la energía visual que le inyecta su director Tarsem Singh, que la película termina por transformarse en un espectáculo admirable, y uno termina por perdonarle las fallas a una historia que daba para más.

Acá tomaron nota de un montón de influencias. Esto es básicamente un reciclado de El Túnel de las Pesadillas con la diferencia que, cuando la narración pisa el universo de lo onírico, se convierte en una orgía visual que asemeja un mix entre Matrix y las películas de Zhang Yimou. La gente hace cosas imposibles, se viste de la manera más extravagante, muta de un plano al otro, se transforma en cualquier otra cosa con su voluntad y, ante todo, despliega una riqueza de colorido y detalle – en vestuarios, maquillajes y escenarios – que uno queda con la boca abierta. Quitenle esas escenas a La Celda y verán que lo que les queda es un filme mediocre. Ninguno de los personajes está desarrollado como corresponde, ni el asesino es demasiado intimidante (o siquiera fascinante), y a lo sumo los diálogos están ok sin ser nada del otro mundo.

Es que en realidad el filme jamás se preocupa por explicar cómo este asesino serial demente posee semejante cultura artística que termine por traducirse en los mundos que crea en su inconsciente. Cada escena onirica que vemos procede de un cuadro famoso – como el del caballo rebanado en secciones -, y su única razón de ser es la de presentar una secuencia más extravagante que otra. Sin llegar a la mente de Vincent D`Onofrio (especialista en esta clase de papeles), uno se pregunta por qué Jennifer Lopez debe utilizar un vestido tan intrincado y poco práctico en los encuentros que mantiene en el desierto creado oníricamente en la mente de su paciente infantil; o qué sentido tiene que D`Onofrio aparezca vestido como demonio o como emperador chino, más allá de mostrar un vestuario espectacular. Uno aplaude la belleza de dichas secuencias pero, por el otro lado, no dejan de ser una exageración gratuita, algo que no agrega nada importante al relato.

Sin dudas La Celda es un filme que vale la pena ver, pero no analizar. Quizás el tema pase porque uno busca que una película tenga una excusa más o menos trillada y más o menos potable que sirva como base para un entretenimiento que se va a destacar en otros aspectos como el visual. Así como vemos todos los años las mismas historias épicas pero con mejores efectos especiales, aquí tenemos un thriller absolutamente rutinario adornado de manera lujosa y fascinante, con lo cual uno termina por aplaudir de pie a Tarsem Singh pero no al guionista Mark Protosevich.