Crítica: La Casa Muda (2010)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Uruguay, 2010: Florencia Colucci (Laura), Abel Tripaldi (Néstor), Gustavo Alonso (Wilson), María Salazar (niña)

Director: Gustavo Hernández, Guión: Oscar Estévez, sobre una historia de Gustavo Hernández y Gustavo Rojo

Trama: Laura y su padre Wilson son contratados para reacondicionar una casa de campo que está a punto de ponerse en venta. Ambos llegan a última hora de la tarde y se preparan para pasar una noche incómoda, ya que la casa se encuentra en un estado deplorable y sin luz. Pero al poco tiempo de acostarse Laura comienza a sentir ruidos en el piso de arriba y decide despertar a su padre para que vaya a investigar. Sin embargo las cosas se salen de control cuando Laura escucha el grito de su padre y un ruido seco, como el de un cuerpo lanzado contra el piso. Ahora la chica, presa de un ataque de nervios, intenta por todos los medios salir de la casa y huir de la amenaza; el problema es que las llaves está en el bolsillo del pantalón de su padre… razón por la cual Laura deberá subir al primer piso sin saber a ciencia cierta con qué se topará…

La Casa Muda Hablar de Uruguay haciendo cine, es como hablar de un equipo jamaiquino de carreras sobre hielo. Bah, lo último existió y lo primero está ocurriendo. Siendo uruguayo, lo único que se hizo en el país (que yo recuerde) eran rarezas tales como Los Tres Mosqueteros (1945) con Armando Bo (rodada en el Parque Rodó y siglos antes que Bo decidiera mostrarle los flotadores de Isabel Sarli a medio mundo), El Lugar del Humo (1979) (un bodrio por el cual importaron a la única estrella internacional uruguaya, George Hilton), y Guri (1979). Y luego vino un apagón, y la industria cinematográfica uruguaya dejó de producir películas. Por supuesto, luego pasó mucha agua bajo el puente; yo me vine a Argentina, en Uruguay volvió la democracia, y los nuevos gobiernos terminaron por generar nuevas leyes para estimular el séptimo arte en la Banda Oriental. Y entre toda esa gente que se acercan al ICAU en busca de un préstamo para financiar su proyecto cinematográfico, apareció una dupla que venía con idea de rodar una película de terror.

Y si hay algo más raro que hablar de cine uruguayo, es hablar de cine uruguayo de terror. Y hablar de una buena película uruguaya de terror. Es el caso de La Casa Muda, una auténtica rareza a la que presentaron en varios festivales (como en Cannes) y a la gente le gustó. ¿Y saben por qué les gustó?. Simplemente porque es efectiva.

Acá los guionistas se basan muuy libremente en un hecho real ocurrido en los años 40. ¿Qué pasó entonces?. No importa, no interesa. En los años 40 no existían cámaras Polaroid, lo que es un detalle importante de la trama, así que la idea básica debió haber sido “muertes extrañas en una casa abandonada” y “un misterio que no se resolvió nunca”, y el resto es pura imaginación de los libretistas.

Acá hay un padre y su hija que son contratados por un estanciero para que arreglen una casa que el tipo está por vender. Llegan a la tardecita, se trancan, se ponen a dormir y empiezan los ruidos. La chica entra en pánico, manda a su padre a investigar, y al viejo lo tumba alguien… o algo… en el primer piso. Como la chica queda enclaustrada en la casa, debe ir al primer piso a recuperar las llaves que tenía su padre. Y, como lo que sea que anda arrastrándose allá arriba no quiere que se vaya, comienza a perseguirla sin cesar para poder atraparla.

La película es dispar pero muy efectiva. Está rodada en digital, así que se ve impecable aunque el sonido (en especial, de los diálogos) deja mucho que desear. Es como que le faltaba un doblaje en post producción, ya que la cámara se aturde con el sonido ambiental y es muy débil para registrar la voz humana (igual, hay pocos diálogos que atender, pero…). Las performances son buenas, en especial la de Florencia Colucci que está en frente de cámara el 90% del tiempo y debe pasar por todos los estados anímicos posibles. Pero en donde La Casa Muda basa su efectividad es en el manejo de cámara; la película está rodada en una sola toma (bah, hay cortes invisibles al estilo de La Soga de Hitchcock, ya que la filmación real llevó cuatro días) y en primer plano tipo El Proyecto Blair Witch. No, no hay un protagonista nabo con la cámara rodando todo el tiempo; es como una cámara fantasma que flota alrededor de la chica y la sigue a todos lados a donde va.

Debo admitir que el filme tiene su cuota de momentos muertos, en donde la chica examina todo lo que encuentra (absolutamente todo) y a veces con demasiada lentitud. Por su parte, esto contribuye a crear clima. Cuando Florencia Colucci se ve obligada a buscar las llaves en el pantalón de su padre – al cual todos damos por muerto -, el filme entra en una espiral de suspenso creciente. Y la siguiente hora es una auténtica montaña rusa de emociones, en donde uno pega unos repingos increíbles. La tensión que provoca el efecto de toma continua es inenarrable.

La primera hora es formidable porque se reduce a la chica intentando salir a toda costa de la casa, y siendo acosada desde los rincones por sombras y manos que salen de la nada. Con un libreto tan minimalista, Gustavo Hernandez genera algunos shocks realmente efectivos. Pero la narración resiente un poco de su credibilidad debido a que cada secuencia de impacto funciona como un compartimiento estanco, lo cual no es natural. Por ejemplo, una de las mejores escenas tiene lugar cuando la chica queda encerrada en una habitación y se le rompe la linterna, con lo cual lo único que tiene para iluminarse son los flashes de la cámara Polaroid que encontró. Ni qué decir de las cosas horribles que ve en cada llamarada del flash (demás está decir que con cada fogonazo ve cosas espantosas). Cuando la protagonista logra salir del cuarto y se pasa al siguiente, en vez de huir corriendo por toda la casa decide quedarse a investigar unos objetos extraños que acaba de encontrar. Perdón, pero ¿no es que había monstruos en el cuarto de al lado y queriendo atraparla?.

En donde la efectividad de La Casa Muda se diluye bastante es en el último acto. (alerta spoilers). El guión decide despacharse con una serie de indicios, dando a entender que todo lo que ocurre es fruto de una mente afiebrada. Es natural que los filmes de fantasmas se puedan interpretar en términos sicológicos, pero aquí las señales son bastante explícitas y arruinan el clima de shock. Al parecer el padre de la chica y el estanciero se mandaban sus fiestitas sexuales en la casa y todo lo documentaban con la Polaroid; cuando la muchacha descubrió las fotos, terminaron por saltarle los fusibles. Al momento en que las evidencias aparecen, los protagonistas empiezan a hablar y – lo que es peor de todo – la cámara queda estática en uno de los intérpretes (como si fueran sus ojos). Es en ese instante en donde La Casa Muda devalúa gran parte de los activos que había conseguido. Primero, porque se trata de un cambio de reglas (en especial la cámara testigo), como si fuera otra película distinta que hubieran empalmado con ésta; y, segundo, porque se transforma en algo demasiado standard. No es que lo que hay en pantalla sea malo, pero tiene tufillo a trampa, y arruina el impacto de la revelación sobre lo que pasa realmente en la casa. (fin spoilers).

La Casa Muda es muy recomendable. Los yanquis ya tomaron nota y se despacharon con su remake, Silent House (2011) con Elizabeth Olsen (burp!). Aún con sus problemas menores, es un filme de terror efectivo. Y sí; es uruguayo.