Crítica: La Carretera (The Road) (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2009: Viggo Mortensen (hombre), Kodi Smit-McPhee (niño), Charlize Theron (esposa), Robert Duvall (anciano), Guy Pearce (veterano), Michael Kenneth Williams (ladrón)

Director: John Hillcoat, Guión: Joe Penhall, basado en la novela de Cormac McCarthy

Trama: Un mundo postapocaliptico. La Tierra se muere, la vegetación está seca, los animales han desaparecido, y sólo quedan los restos de la humanidad, los que vagan por ciudades y carreteras en busca de comida. Un hombre y su hijo han abandonado su casa y han tomado una ruta hacia el sur, en donde creen que puede haber alguna esperanza. En el trayecto son acosados por hordas de desesperados y caníbales, y los recuerdos del cruel pasado los asaltan en cada noche que pasan sin comida. Y a medida que pasan los días, lo poco que queda de esperanza empieza a desvanecerse.

La Carretera La Carretera está basada en la novela homónima ganadora del premio Pulitzer y escrita por Cormac McCarthy en el 2006. Como otro trabajo de McCarthy – No es Pais para Viejos – fue adaptado exitosamente al cine por los hermanos Coen en el 2007, Hollywood posó su mirada en el premiado libro del autor. Luego de varias idas y vueltas el director australiano John Hillcoat logró plasmarla y ponerla en cartelera en el 2009, recibiendo múltiples elogios de la crítica aunque – para variar – pasó desapercibida a la hora de las nominaciones al Oscar.

Es un relato realmente amargo. Si hay algo que se le puede asemejar es la segunda parte de Threads (1984) o algunos momentos de The War Game (1965), que pintaban un mundo post apocaliptico con esperanza cero. Aquí el origen del holocausto es desconocido – es probable que se trate de algún tipo de plaga, ya que dejó a la tierra estéril, fulminó animales y plantas en todas partes del mundo -, y lo que queda es la lucha por la supervivencia. En el fondo La Carretera es un estudio sicológico sobre la gente frente al desastre. Cuando la catástrofe no tiene arreglo, persiste en el tiempo, lo que termina por suceder es que las personas empiezan a deshumanizarse. Sin esperanza, hambrientas, desconfiadas de las demás, las personas se transforman en depredadores de sí mismos.

Este es un futuro para nada elegante. No hay héroes ni luchas épicas al estilo Mad Max; ni siquiera hay un atisbo de alguna luz al final del tunel. Frente a semejante cuadro, la gente reacciona como puede (o como le sale). La esposa que compone Charlize Theron no soporta la realidad, y abandona a su familia en busca de una muerte rápida que ponga fin a su sufrimiento. El padre – Viggo Mortensen – se aferra a la idea de que su hijo debe sobrevivir y que hay esperanza en algún lugar al sur; y el hijo, ajeno a la mayoría del horror que lo rodea, aún mantiene ciertas premisas de moralidad y humanidad que muchas veces terminan por frenar los impulsos desesperados de su padre de cometer una atrocidad con tal de sobrevivir.

En ese estudio de caracteres es donde residen las mejores bazas de La Carretera, pero son a su vez el defecto de nacimiento que le impide llegar a algo más. Al ser el apocalipsis un escenario, el relato no le presta atención en explicarlo, justificarlo o lamentarlo. Al centrarse exclusivamente en los personajes y en las temibles decisiones diarias que deben enfrentar – Mortensen está siempre preparado para ponerle una bala en la cabeza a su hijo si las cosas se ponen feas -, la historia se limita a sensaciones y a algunas reflexiones, y por ello cuando llega el final no se siente como tal. Esto ni siquiera es la versión apocalíptica de La Vida es Bella, ya que Mortensen cuida a su hijo pero no le camufla el horror del mundo que lo rodea. Y lo que se le podría reprochar es que está tan ensimismado en sobrevivir cada día, que olvida entrenar a su hijo para el día en que deba manejarse por su cuenta.

La Carretera es un filme que emociona a partir de la visión de los lazos entre los protagonistas. Pero también es cierto que es un filme que no va a ningún lado – cuando llega el climax, todo el trabajo de Mortensen no se pierde por una mera casualidad -, y que funciona mientras dura, por el hecho de que es una crónica de experiencias de viaje a la cual asistimos. Es triste, conmovedora, pero creo que le falta un punto final – ¿para qué sirvió todo lo que vimos y vivimos? – como para redondear una historia muy amarga pero muy bien contada.