Crítica: Breaking Bad (2008 – 2013)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

5 atómicos: excelenteRecomendación del EditorUSA, 2008 – 2013: Bryan Cranston (Walter White), Anna Gunn (Skyler White), Aaron Paul (Jesse Pinkman), Dean Norris (Hank Schrader), Betsy Brandt (Marie Schrader), RJ Mitte (Walter White, Jr.), Bob Odenkirk (Saul Goodman), Jonathan Banks (Mike Ehrmantraut), Giancarlo Esposito (Gustavo ‘Gus’ Fring)

Creada por Vince Gilligan

Trama: Cuando Walter White – un modesto profesor de química de la secundaria de Alburquerque, Nuevo Mexico – se entera que padece de cáncer de pulmón en estadío terminal, su mundo se viene abajo. La perspectiva que su hijo discapacitado y su esposa embarazada queden en la ruina lo atormentan, y su mediocre puesto de trabajo sólo alcanza para tener las cuentas al día. Solo le quedan meses de vida para que Walter haga algo radical con su existencia y pueda asegurar el futuro económico de su familia cuando no esté, y la única opción que le parece posible es usar su talento para “cocinar” metanfetaminas y venderlas al bajo mundo local. Claro, él sabe mucho de química y los “cocineros” que usan los mafiosos locales generalmente son unos improvisados que generan drogas mediocres, así que pronto la fama de los productos de Walter se expande y atrae la atención del lord de la droga Gustavo “Gus” Fring. Y mientras los dólares entran a paladas, la situación de Walter se complica cada vez mas ya que Fring solo quiere copiar el método que usa White y luego reemplazarlo por un técnico mucho mas dócil – un detalle que incluye una bala en medio de su frente -. Walter se verá obligado a entrar en un letal juego del gato y el ratón, impidiendo las movidas de Fring mientras los sicarios rondan su casa y su familia, su inestable socio Jesse Pinkman cae en el vicio a cada rato, su cuñado Hank Schrader – que trabaja para la DEA! – anda tras sus pasos sin saber que es él la nueva estrella del narcotráfico, y su abogado Saul Goodman se embarca en un doble juego para blanquear el dinero malhabido, movida que puede acabar con los cadáveres de todos los involucrados enterrados en medio del desierto. Pero el drama es que Walter ha aprendido a jugar el juego y, lo que es peor, ha comenzado a disfrutarlo… con lo cada triunfo que obtiene es un paso dado en la dirección incorrecta, que lo aleja del humilde esposo y amado padre de familia que fue toda su vida, y lo acerca a convertirse en un maníaco amante del poder, un monstruo capaz de destruir a cualquiera que se ponga en su camino… aunque se traten de sus seres queridos.

Crítica: Breaking Bad (2008 - 2013)

¿Cuál es la naturaleza del mal?. En algunos se trata de un desorden genético / químico en el cerebro por el cual perciben al mundo de una manera diferente – el resto de las personas son cosas; los valores morales y culturales de la sociedad son incomprensibles; y el dañar a los demás se transforma en la única fuente de emociones posible ya que el sexo, el amor, la familia o las amistades, en un modo normal, no alcanzan a satisfacer las necesidades del individuo -. Tomen ahí a cualquier sicópata / sociópata de manual, desde Tenemos que Hablar de Kevin hasta la excelente The House That Jack Built, un brillante estudio exhaustivo sobre cómo son estos “alienígenas” que están entre nosotros, que se camuflan de personas civilizadas y que un día despiertan revelando su auténtica (y aterradora) naturaleza. Pero en otros casos existe una fuerza corruptora, un factor externo que violenta a un individuo que hasta ese momento era normal, vulnera su inocencia y lo desequilibra de tal modo que termina por transformarse en una fuente de odio inagotable que – en caso de que esa persona forme familia y abuse de sus hijos y de su cónyuge – se convierte en una cadena interminable de abuso y formación de individuos tan inestables como él. Y sólo se termina cuando es encerrado y tratado o alguien le pone una bala entre los ojos.

Pero si la realidad y la ficción – a la hora de ilustrar la naturaleza de un villano – han caído siempre en alguno de los dos escenarios, Breaking Bad termina tirando todo por la borda y crea su propia alternativa. Walter White es un tipo sin carácter que vive una vida mediocre y cuyo único premio es haberse casado con una mujer bonita… pero su hijo es discapacitado, su carrera se estancó en un mísero trabajo como profesor escolar de química, su casa es modesta y conduce un coche tan práctico como horrible. Y cuando Walter descubre que tiene cáncer terminal, su mundo se viene abajo. ¿Qué hacer?. ¿Perecer en el anonimato, lleno de cables y tubos por todos lados y sin dejar ningún legado de valor a su familia?. ¿O jugarse el todo por el todo, embarcándose en una carrera criminal como fabricante de droga y obteniendo dinero a paladas a causa de la suprema calidad de las metafentaminas que cocina en la mas turbia de las clandestinidades?.

Breaking Bad es una serie plagada de virtudes pero una de las principales es mostrar la lenta y clara transformación de White hacia el lado oscuro. El nerd tímido y fracasado ahora es admirado por alguien – un grupo cada vez mayor de traficantes que solicitan sus productos -; el dinero le genera tanto ansiedad como poder; el peligro lo excita y pronto el anónimo profesor de química se vuelve no solo un adicto a lo temerario sino también un maestro en su juego. Devorando nervios, inventando dos millones de excusas, llevando dobles o triples vidas… pero dotado de un coraje y una inventiva que termina siendo sorpresiva – y letal – para todos aquellos que lo subestimaron.

Si la primera temporada va algo lenta es porque Vince Gilligan y sus escritores van descifrando el camino que quieren seguir. El lento proceso en donde White va matando sus tabúes morales, yendo cada vez mas lejos por culpa de la desesperación, la lentitud en recaudar la fortuna deseada, la enfermedad que avanza y las complicaciones que encuentra en su ruta. Pero el momento triunfal llega en el capítulo 6, cuando Walter adopta un alter egoel famoso “Heisenberg”, alias con el cual terminan conociéndolo en el bajo mundo – y va a ver cara a cara al criminal (Tuco) que le ha robado el dinero que ha ganado. Con todas las bazas en su contra – una pandilla entera armada hasta los dientes; una guarida en donde es imposible salir con vida; su completa incapacidad para manejar con destreza un arma de fuego – el tipo apela a sus conocimientos de química, fabrica un poderoso explosivo que detona al menor golpe y vuela la oficina de Tuco con apenas una muestra. No solo es un momento orgásmico en donde el tipo desvalido y mediocre triunfa sobre alguien mucho mas poderoso y letal que él, sino también es el desdoblamiento de la personalidad de White. En su trabajo es Heisenberg, despiadado y brutal; en su casa es simplemente Walter, el padre cansino que saca la basura y juega con su hijo adolescente.

A partir de la temporada 2 Breaking Bad se vuelve épica. No sólo Walter debe tomar decisiones cada vez mas riesgosas sino que se pone bajo el ala de un formidable genio criminal – Gus Fring, interpretado con gusto por Giancarlo Espósito -, el cual se camufla a la vista de todos como un mero emprendedor, un tipo super urbano que posee una cadena de comidas rápidas. El curso de colisión entre Fring y White es evidente, y es un duelo de mentes brillantes y retorcidas en donde Walter se transforma en un antihéroe digno de aplauso. Entre eso y la feroz caza que le da su cuñado – un bonachón Dean Norris, racista y amante de los chistes malos – forman un escenario de tensión permanente donde la resolución es genial.

Pero es en la temporada final en donde todo se va al diablo simplemente porque Walter se descarrila mal, y de pronto se erige como un auténtico monstruo. Su objetivo sigue siendo el mismo – juntar 15 millones de dólares para tener todos los gastos pagos de su hijo durante una futura carrera universitaria – pero ahora le ha tomado gusto al poder… y está tan desequilibrado y excitable que comete los actos mas impensables… y los errores mas imperdonables. Ya dejó de ser el nerd encontrando revancha en el mundo del crimen sino un tipo enviciado por el poder y el prestigio de su producto, un individuo que ha descubierto – en el tortuoso camino que ha elegido desde que descubrió su cáncer – su auténtica vocación. Cada capítulo es una sorpresa y el episodio final es sencillamente glorioso.

Pero nada de esto funcionaria si no estuviera Bryan Cranston en el papel. Me resulta imposible imaginar la serie con Matthew Broderick en el rol (que era el primer candidato al que tentaron los productores). Cranston tiene un timing cómico natural y es fácil encariñarse con él; y cuando es sumiso, es el tipo mas anónimo del mundo. Pero Cranston puede pasar de 0 a 1000 en dos segundos y convertirse en una fiera que devora a cualquiera… o en un individuo derrotado que se desmorona en lágrimas. Cuando saca a relucir su costado malvado – su talento no se limita ya a fabricar drogas sino a hacer negocios, manipular gente peligrosa e incluso intimidarla -, estás con un tipo que se relame con el rol que se ha fabricado. Es la cima del mundo, es el triunfo de su vida y ya no le importa llevarse puesto a enemigos, aliados, conocidos o incluso su propia familia con tal de triunfar en su causa. Entre eso y su relación amor – odio con su inesperado socio de negocios – Aaron Paul, que termina despertando sentimientos paternales en Cranston a pesar de ser una fuente constante de macanas – la serie forma a Walter White como un individuo completo y creíble, un tipo con una personalidad durmiente que las circunstancias extremas lograron despertar… y al máximo de su potencial. La macana es que el tiempo que le queda en este planeta es corto y, lo que es peor, las leyes de Murphy siempre se ponen en su camino… lo que no quita que Walter logre su objetivo aún a costa de una victoria pírrica.

No hay palabras para describir la montaña rusa de emociones que genera Breaking Bad cuando los libretistas entran en calor. Las performances son supremas, las vueltas de tuerca son geniales, la resolución de la trama es de un altísimo nivel. Cranston es el dios de la sobreactuación, una bestia que sólo espera el momento adecuado para transformarse y liberar toda su furia con fuerza arrolladora… pero también es un tipo torpe, sensible, atormentado, un personaje de múltiples facetas que sólo Cranston puede interpretar de manera genial en cada ocasión. Por el, por la genialidad del libreto, por la firmeza de la dirección, por un cast fenomenal y por un equipo de libretistas dotado de inventividad sin límites es sin lugar a dudas que Breaking Bad merece ser considerada la mejor serie de todos los tiempos… y con justa razón.