Crítica: Billy Jack: Nacidos para Perder (1967)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1967: Tom Laughlin (Billy Jack), Elizabeth James (Vicky Barrington), Jeremy Slate (Daniel ‘Danny’ Carmody), William Wellman Jr. (“Nene”), Jack Starrett (alguacil Fred), Jeff Cooper (“Gangrena”)

Director: Tom Laughlin, Guión: Elizabeth James & Tom Laughlin

Trama: Una banda de motoqueros liderada por Danny Carmody aterroriza a una ciudad del sur de California. Ahora los vandalos se han obsesionado con Vicky Barrington, una adinerada y desinhibida muchacha que se pasea en bikini con su moto por la ciudad. Mientras la acorralan, Vicky llega hasta donde se encuentra Billy Jack – un indio mestizo que doma potros en la zona -, y éste logra defenderla. Pero la banda ha jurado tomarse la revancha con Billy, y ahora han comenzado una oleada de vandalismo, violando a cinco muchachas y amenazando a sus familias para que no se presenten ante las autoridades. Y no pasará mucho tiempo antes que Billy Jack vuelva a interceder, pero esta vez haciendo justicia por mano propia.

Billy Jack: Nacidos Para Perder (1967) No soy un especialista en las bikers movies (peliculas de motoqueros). Posiblemente la piedra fundacional del género sea The Wild One (1953), ésa en donde Marlon Brando conducía una Harley enfundado en una chaqueta de cuero. En aquella década los estudios se dieron cuenta de que había un público adolescente que tenía ansias de rebeldía, y se dedicaron a lanzar productos de todo tipo, caracterizados por protagonistas en sus 20 y siempre al margen de la ley. De todas esas variantes el subgénero de pandillas de motoqueros fue uno de los más prolíficos y Roger Corman lo explotaría hasta el hartazgo. En los 60 ya era un producto plenamente exploitation, que incluía sexo, drogas, violencia y rock & roll. El género terminaría sepultado bajo el peso de la obra maestra del rubro, Busco Mi Destino, en 1969.

Pero en la época en que las bikers movies aún tenían gasolina, apareció un tipo con un libreto que había escrito en 1954 y que consiguió el aval de la AIP para materializarlo. Era Tom Laughlin, un actor secundario de los años 50 y que desde principios de los 60 que no hacía filme. Los popes de la American International Pictures financiaron su proyecto, y el mismo terminó siendo un sorpresivo éxito de taquilla. Tal sería el suceso del personaje que terminaría por tener su propia saga, con cuatro filmes en total producidos hasta 1977.

Pero a decir verdad, Nacidos para Perder es una película terrible. Tanto las actuaciones como los diálogos son atroces y están a la altura de Reefer Madness. Aquí hay una muchachita ligera de cascos que se pasea por toda la ciudad en bikini a bordo de su moto. La pandilla de motoqueros, que anda moscardoneando por ahí, no tarda demasiado en irse al humo, ya que todos los chicos quieren “festejar” con ella y convertirla en una mama motoquera (algo así como la amante del grupo). Intercede Billy Jack pero, como es obvio, las cosas salen mal. A Jack – ex boina verde en Vietnam, indio mestizo y, encima, desocupado – le ponen una bruta multa y a los vándalos le dan una palmadita en el hombro (maldito sistema!). La muchacha ni se mosquea, y sigue exhibiéndose en ropas cada vez más ajustadas. Como los motoqueros le tienen ganas, la vuelven a perseguir y la violan… a ella y a cuatro chicas más. Ahora el pueblo está aterrorizado y los familiares de las víctimas no se animan a atestiguar en su contra. ¿Y entonces?

Nacidos para Perder es 100% formula y clichés. Cada vez que aparece Tom Laughlin en pantalla, el tipo le pone ganas y carisma pero el libreto apesta. Su Billy Jack es una especie de versión bajo presupuesto de Charles Bronson – cinico, lacónico, y expeditivo cuando la situación lo amerita -. Pelea muy poco y tampoco impresiona en ese aspecto. Pero el personaje es muy recto y tiene la novedad de ser un héroe indio, amén de estar en contra de la injusticia y de las fallas del sistema legal (lo que sería uno de los temas fundamentales de toda la saga), con lo cual se sale del molde. Y mientras que Laughlin es destacable, el resto parece pertenecer a un filme de Ed Wood. Los motoqueros son demasiado prolijos, y tienen más pinta de hipsters (artistas drogones de los años 60) que de vándalos asesinos. El libreto está tan mal escrito que los pandilleros terminan resultando simpáticos (ver para creer; entre ellos figura Jeff Cooper… quien se hubiera imaginado descubrir a Kaliman golpeando gente y violando adolescentes!). Elizabeth James (quien co escribe el libreto) intenta ser una adolescente despechada y seductora pero dice sus lineas con convicción cero y termina resultando patético (no me sorprendería si su padre hubiera financiado la película). Y las situaciones… por Dios …, es un compendio de cosas sideralmente ridículas. Veamos: una de las chicas violadas está aburrida y se dedica a hacer un strip tease (y justo aparecen los motoqueros!); la madre de una de ellas (la veterana Jane Russell, entrada en kilos, en años y en alcohol) se fastidia tanto con la presión del fiscal que termina echándolo de su casa … pero se confunde de puerta y encierra al tipo en el baño; hay un idiota al principio del filme que insulta a los motoqueros, éstos le pegan muy mal…. y el pibe sigue insultándolos y le siguen pegando (¿esto donde lo ví? ¿en un filme de Austin Powers o en un sketch de Saturday Night Live?); una de las chicas violadas queda tan traumatizada que mentalmente vuelve a su niñez y se la pasa chupándose el dedo; los motoqueros están tan alegres de haberle roto la casa a alguien que se dan un largo beso de lengua (QC!); y, así como esas, hay toneladas de situaciones similares.

Si no fuera por Tom Laughlin y las chicas en bikini Nacidos Para Perder merecería la picota. Aún así, es medianamente divertida en un sentido bizarro, ya que todo es tan mediocre que da material de sobra para sacarle el cuero. Resulta increíble que Laughlin haya podido hacer carrera con un comienzo tan terrible, pero el público manda y Billy Jack sería el héroe de una generación. Lamentablemente Laughlin no sería muy bueno haciendo negocios y en 1977 quebraría, vendiendo los derechos de las películas. En 1986 comenzaría a rodar una quinta película, la que quedaría inconclusa por falta de fondos. Y hoy se mantiene ocupado participando en la política aunque de manera cada vez más espaciada, ya que está muy grande (79 años) y padece cáncer. Un opaco ocaso para quien fuera, en su momento, un ícono de multitudes.