Crítica: BloodRayne (2005)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / ALEMANIA, 2005: Kristanna Loken (Rayne), Michael Madsen (Vladimir), Matthew Davis (Sebastian), Will Sanderson (Domastir), Geraldine Chaplin (adivinadora), Udo Kier (monje), Meat Loaf (Leonid), Michael Paré (Iancu), Billy Zane (Elrich), Michelle Rodriguez (Katarin), Ben Kingsley (Kagan)

Director: Uwe Boll, Guión: Guinever Turner, basada en el video juego del mismo nombre, Musica – Marco Beltrami

Trama: Rayne es una Damphir (creatura mitad vampiro mitad humano), que vive cautiva en un circo y se exhibe dentro de la feria de fenómenos. Pero una noche logra escapar, y decide ir tras la pista de su padre Kagan, el poderoso líder de una secta de vampiros, quien ha violado y asesinado a su madre. Mientras tanto, los miembros de la Sociedad Brimstone – una fuerza militar que opera en las sombras y se dedica a combatir a las fuerzas de Kagan – descubren la pista de Rayne. Ellos conocen una profecía por la cual sólo la chica podría derrotar a su padre, y tras seguirla y capturarla, consiguen que se una a su causa. Ahora Rayne y los cazadores de vampiros iniciarán la búsqueda de tres amuletos que busca Kagan, los que podrían otorgarle poder ilimitado, y que son los únicos medios para vencerle.

BloodRayne Me encantan los videojuegos; no he jugado a todos, pero si a una gran mayoría. Y en general, gran parte de los videojuegos resultan ser transmutaciones de conceptos hollywoodenses. Con lo cual, cuando un videogame es llevado al cine, resulta ser la tercera generación de una idea original (si es que aún hay ideas originales), lo cual es un grave problema. Con demasiadas manos en el medio, lo usual es que dicha idea quede reducida a una serie de conceptos básicos, los cuales no siempre son los mejores de los que constituían la premisa original.

Con lo cual el subgénero de “adaptaciones filmicas de videogames” están constituído por una abrumadora mayoría de películas bizarras. Desde Mario Bros hasta Doom, son filmes terribles, superficiales, y en el mejor caso, mediocres. Quizás se salva de la hoguera Tomb Raider (la primera) – que es posiblemente la adaptación más fiel e interesante de un video juego -, Alien Vs Predator, Resident Evil, y en menor medida Mortal Kombat (también la primera). Pero después el resto resultan abominables. Uno no comprende como Hollywood dispone de millones de dolares para financiar semejantes porquerías, ni como los guionistas son tan idiotas que les resultan imposible generar un script aceptable.

Y es definitivamente un caso de Ripley, con un numero creciente de producciones de este tipo en los últimos tiempos. Curiosamente hay gente que ha hecho carrera en este subgénero: Paul W. S. Anderson – que puede ser considerado un Bergman en su rubro, ya que es uno de los pocos que ha dirigido cosas decentes -, y el amigo Uwe Boll.

Boll es realmente un caso fascinante. Es un personaje de culto, odiado por casi todo el mundo, y un director mediocre que debe tener amigos millonarios en todos lados ya que consigue presupuestos considerables y castings estelares para realizar sus engendros en el celuloide. Personalmente esta es la primera vez que me acerco a una obra de Boll, pero habiendo leído las críticas del resto de sus filmes, resulta increíble pensar en cómo un profesional sin talento (y abrumadoramente criticado) puede obtener semejantes recursos y seguir trabajando. Uno podría compararlo con una suerte de Ed Wood moderno: un tipo fascinante en persona, pero un artista terrible detrás de cámaras, y que sólo sigue filmando gracias a su carisma y sus conexiones. Y la especialidad de Boll son las adaptaciones de videojuegos: Alone in the Dark, House of the Dead, y proyectos futuros como FarCry y Postal. Como se dice, un empleado de las casas de software.

Pero acercándome desapasionadamente a BloodRayne, lo mejor que uno puede decir de Boll es que es un director chato, y un imitador de estilos. Estéticamente el filme está bastante logrado, aunque ahora cualquier película puede exhibir rubros técnicos de bastante calidad con poco presupuesto. El guión tiene agujeros de lógica, personajes unidimensionales, y un final absurdo, pero esto es habitual en este subgénero. Donde se nota la falta de talento del director (y que imposibilita remontar vuelo a la película, a pesar de sus defectos argumentales) es en el resto. El film tiene algunos saltos de continuidad al principio; pero si bien son corregidos a medida que avanza la cinta, se suceden otros problemas. Uno de los más importantes es la variación del tono en la narración; hay momentos supuestamente serios que fallan en dramatismo, hay otros que son terriblemente camp (en general, todas las escenas con Billy Zane), y hay un trabajo de edición lamentable. Por momentos Boll se da el lujo de copiar las tomas aéreas al estilo de El Señor de los Anillos … que son abruptamente truncadas para pasar a una escena totalmente diferente (y que al final, uno termina por estallar en carcajadas ante lo brusco del corte); hay una escena de sexo descolgada y gratuita, que no tiene ni la más mínima incidencia en la interacción posterior entre los personajes; los combates cuerpo a cuerpo son lentos y recién hacia el final mejoran en estilo.

Pero el otro gran problema es el casting y el manejo de actores. La observación obvia es que se encuentran sonámbulos en prácticamente todo el metraje, y uno sabe de qué calidad de film hablamos cuando la mejor interpretación de la cinta proviene de Udo Kier. Además de ser muy desparejo, mezclando a la modelo Loken con el impasible Madsen y el excelente Kingsley – que aquí parece drogado todo el tiempo -, ninguno puede citar alguna línea con cierta convicción, e incluso tiene diálogos anacrónicos (o directamente ridículos, como la escena con la adivinadora). Uno de los graves problemas del film pasa por la elección de Kristanna Loken para el papel principal: en Terminator 3, Loken exhibía cierto ángel en el papel de villana, pero acá es totalmente incapaz de transpirar algo mínimo de la dureza (o del angel) que requiere el carácter de Rayne. Y es cuando uno piensa que Milla Jovovich puede trabajar durante años como heroína de acción; Jovovich posee carisma de sobra y cierto dejo de locura en la mirada, además de transmitir rudeza y presencia en pantalla. Uno compara a Loken con lo que podía haber hecho Jovovich con el mismo guión terrible, y hubiera terminado siendo un mejor filme.

BloodRayne no es un film pésimo – a pesar de todo -, pero tampoco es un film bueno. Se deja ver, tiene algunos momentos inspirados y otros terriblemente absurdos, y resulta bastante entretenido – sea por la acción en pantalla o criticando lo ridículo de algunas escenas -. Es ideal para ver por cable, pero no vale siquiera el dinero del alquiler en el videoclub.

BLOODRAYNE

Bloodrayne (2005) – Bloodrayne II: Deliverance (2007) – Bloodrayne: El Tercer Reich (2010)