Crítica: El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project) (1999)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1999: Heather Donahue (Heather Donahue), Joshua Leonard (Joshua Leonard), Michael C. Williams (Mike)

Director: Daniel Myrick & Eduardo Sanchez, Guión: Daniel Myrick & Eduardo Sanchez, Musica – Tony Cora

Trama: En Octubre de 1994 tres estudiantes desaparecieron en los bosques linderos al pueblo de Burkittsville. Lo único que se sabe de ellos es lo hallado en varios videos encontrados en los bosques. Los jovenes habían comenzado a filmar un documental sobre una leyenda local – la bruja de Blair, a la cual le adjudican las muertes de numerosos niños a lo largo de cientos de años -, y se encontraban en camino para localizar los lugares históricos donde habían transcurrido los eventos. Pero la pérdida del mapa y el descubrimiento de misteriosas señales comienza a incrementar la tensión en el grupo hasta niveles intolerables. Extraviados en el bosque, vagan sin rumbo cierto y pronto comienzan a encontrar indicios de que alguien – o algo – los está siguiendo y los acosa por las noches.

El Proyecto de la Bruja de Blair Stephen King sabe de terror. Aunque cineastas y escritores conozcan la fórmula, fue King el que sintetizó la idea en una frase: lo que nos aterra es lo que tiene que ver con nuestros miedos más primitivos. En particular King explotó ese filón con un puñado de novelas que ponían el dedo sobre la llaga de los terrores infantiles.

En el fondo, ni a usted ni a mí nos asusta un monstruo alienígena de 3 metros. La criatura dará asco, pero no es lo que nos provoca miedo. Lo que realmente nos asusta es saber que alguien está en la oscuridad y que puede abalanzarse en cualquier momento. Que sea estéticamente horrible es agregarle una pizca de sal, pero la base está en que el horror más profundo es el que reside en nuestras mentes. Son las fobias. Como cuando éramos niños, que debíamos entrar a un cuarto oscuro y buscar a tientas la llave de la luz… sin saber si algo o alguien estaba esperándonos en las tinieblas (y nos iba a tocar la mano). Esos temores lo acompañan a uno de por vida.

Los documentales falsos (o mockumentary en inglés) son conocidos desde la década del 60. En general este formato – presentar una gran mentira adornada de numerosos ribetes formales que le dan aires de veracidad – usualmente es utilizado para elaborar sátiras. Pero sin dudas el padre de la idea es Orson Welles, que aunque no filmó nada, su legendaria emisión radial de La Guerra de los Mundos en 1938 tiene todas las características sobresalientes del formato. Una historia truculenta presentada como verídica, testimonios y escenas prearmadas para reafirmar la verosimilitud de los hechos, y su intención de manipular al espectador una vez que el concepto ha sido comprado. Si uno quiere, un mockumentary no es más que un elaborado estudio del funcionamiento de la mente humana frente a la mentira: planteada ésta, se elabora todo un sistema de falsas creencias que tiende a saltar precisamente en aquellos momentos en que el espectador comienza a dudar de la historia – allí aparecen los paños fríos que consolidan su seudo veracidad -. El director anticipa los momentos de duda del espectador y elabora mecanismos para abatirlos, con lo cual termina por incrementar su poder de manipulación sobre la audiencia. Obviamente es un trabajo mucho más delicado que el de un director común, pero a la vez le brinda una capacidad de influencia colosal; si el tono y las imágenes son adecuados, el cineasta termina por trabajar directamente en el subconsciente de los individuos.

En 1998 dos directores noveles – Stefan Avalos y Lance Weiler – rodaron un film de bajísimo presupuesto llamado The Last Broadcast, donde se narraba la historia de una expedición que transmitía en vivo sus experiencias por la radio. Los expedicionarios iban tras El Demonio de Jersey, un asesino serial que moraba en los bosques. La travesía culminaba de un modo sangriento, donde el unico superviviente terminaba por ser acusado de la muerte del resto, y culminaba por suicidarse en su celda. Solo una videofilmación que había sobrevivido a la tragedia contenía las imagenes que podían develar la verdad de los hechos.

No he visto The Last Broadcast, aunque los comentarios que llegan es que su nivel artistico es francamente amateur y, por lo tanto, poco efectivo. Lo cierto es que también otros dos aspirantes a directores – Daniel Myrick y Eduardo Sanchez – la vieron, y decidieron pulir la idea. A diferencia de los directores de The Last Broadcast, Myrick y Sanchez decidieron encarar el proyecto desde un punto de vista propio de guerrilla. Armaron un breve esquema sobre la leyenda que da pie a la historia – la de la Bruja de Blair -, contrataron actores desconocidos que estarían improvisando todo el tiempo (y solo seguirían un par de lineamientos generales), y los abandonarían en el bosque, acosándolos por las noches y retaceándoles comida con tal de llevarlos al límite de la histeria. A todo esto se sumaría una brillante campaña publicitaria hecha por dos pesos, con sitios de internet promocionando la historia como verídica, publicando avisos en los diarios solicitando el paradero de los jovenes desaparecidos, emitiendo gratuitamente un falso documental sobre la leyenda de la bruja así como testimonios de la desaparición de los chicos, y generando toda una publicidad boca a boca afirmando que los hechos del film son verídicos y que se trataba del video del rodaje hallado en el bosque, unico testigo del destino de los expedicionarios. La fabulosa recepción del film en el festival de Sundance solo ayudó a popularizarlo, y pronto se transformaría en el film independiente más taquillero de todos los tiempos: con un presupuesto de 25.000 dolares llegaría a recaudar cerca de 250 millones en la taquilla.

Pero dejando de lado la brillante campaña de marketing de Myrick y Sanchez, El Proyecto de la Bruja de Blair es un film formidable. Es un excelente ejemplo que para aterrorizar no es necesario ni millones de dolares en efectos especiales, ni inundar la pantalla con tripas. Toda la puesta en escena es excelente, simplemente porque es creíble. Las actuaciones son naturales, relajadas, verosímiles. La parte más débil, que sería los hechos que dan lugar a la leyenda, son relatados de modo fragmentado y breve, de modo que uno no se detiene mucho a pensar si lo que dicen los testigos de Burkkittsville tiene mucho sentido. Lo que lo hace coherente es el caracter natural de los personajes, y su interacción como grupo. Desde el momento que les creemos a ellos, el resto es pan comido.

A pesar de que el escenario sea un bosque, el film respira una atmósfera realmente claustrofóbica. Es posible que como film de terror no resulte tan intenso, pero como drama funciona de modo excelente. En realidad es una historia de pánico, las vivencias de un grupo perdido en un bosque enorme, que es algo que le podría pasar a usted y a mí. La escalada de histeria es formidable, con los miembros yendo de la depresión a la euforia, las peleas y reproches, la desesperación a flor de piel. Myrick y Sanchez lo único que hacen es agregar algo sobrenatural – alguien que los acosa desde las penumbras – que termina por volar por los aires los nervios crispados de los jovenes. El espectador está contagiado de la locura de los chicos cuando empiezan a aparecer las primeras señales de la bruja acosándolos. Uno puede aceptar o rechazar por ridículas las señales – unas piedras amontonadas, unos muñequitos de madera colgados en el bosque -, pero desde el momento en que usted está tan tenso como los jovenes, todas esas pavadas se transforman en ominosas señales de que algo maligno realmente los está acechando. Si a esto se suma la escalada de tensión – con el paquete que descubre Heather con dientes y una lengua; los ataques nocturnos a la carpa; los gritos desgarradores en medio de la noche -, es obvio que cuando llega el clímax (con los sobrevivientes corriendo y gritando en la cabaña abandonada del bosque) el corazón le da un vuelco al ver a Mike mirando fijo a la pared. Eso es capacidad de shock sin derramar ni un litro de sangre.

Como diría James Berardinelli, este es uno de esos filmes que quedan con uno. Cualquiera que vaya de camping precisamente recordará (a su pesar) las vivencias de The Blair Witch Project. Si hay algo que objetar es relativamente mínimo, como podría ser lo absurdo del deshecho del mapa por parte de Mike, o lo inexplicable de la súbita desaparición de Joshua de la noche a la mañana. Pero en cuanto al resto es sencillamente perfecto. Un ejemplo sublime de cómo aterrorizar a la gente (incluso después de terminada la proyección) sin necesidad de ningún shock barato. Simplemente, una obra maestra.