Crítica: Relámpago Negro / El Rayo Negro (Chernaya Molniya) (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Rusia, 2009: Grigoriy Dobrygin (Dima), Ekaterina Vilkova (Nastya), Viktor Verzhbitskiy (Kuptsov), Valeriy Zolotukhin (Perepelkin), Ekaterina Vasileva (Romantseva)

Director: Dmitriy Kiselev & Aleksandr Voytinskiy, Guión: Dmitriy Aleynikov & Aleksandr Talal

Trama: Dima estudia en la universidad de Moscú y es un joven de modestos recursos. Sus compañeros de clase tienen más éxito con las chicas gracias a que poseen coches nuevos y caros. Viendo la tristeza del joven, su padre le compra un viejo Volga 21, el que se encuentra en muy mal estado pero al menos funciona. Para Dima andar con semejante auto es un bochorno; pero un día, accidentalmente, acciona un comando secreto y el Volga se transforma en un coche volador. Mientras tanto Viktor Alexandrovich Kupstov ha estado buscando un motor catalizador de nanocombustible – una fuente inagotable de energía -, con la cual habían estado experimentando en la vieja Unión Soviética en los años 50, y que precisa para activar un poderoso taladro excavador que le permitirá extraer diamantes en la capa subterránea bajo Moscú. Al enterarse por los diarios de la existencia del auto volador – al cual apodan “el relámpago negro” -, Kupstov está convencido que el coche posee el dichoso catalizador e intentará obtenerlo por todos los medios, llegando incluso a matar al padre de Dima. Ahora el enfrentamiento entre el millonario y el joven es a muerte, y se resolverá sobre el cielo de Moscú.

Relampago Negro Esta fumada película procede de Rusia y está producida por el nuevo pope cinematográfico local, Timur Bekmambetov, director de Wanted – Se Busca y productor de Numero 9. Aunque la idea parece realmente estúpida, uno se termina por enganchar con el filme después de ver el trailer en donde un Volga Gaz 21 de 1966 (una especie de Siam Di Tella ruso) vuela los cielos de Moscú como si fuera la versión sicodélica y pobre del coche de Will Smith y Tommy Lee Jones de Hombres de Negro. El tema es que, una vez terminada la cinta, termina por convencerse de que la impresión inicial era la correcta.

El cine ruso viene dando pasos acelerados para generar producciones fantásticas de calidad internacional. Ellos han tenido una larga tradición de filmografía sci fi gracias al respaldo estatal en su momento, en donde la política quería utilizar al cine como propaganda del pro hombre soviético, y sus obras estaban basadas en la abundante literatura rusa de género, lo que le ha dado un molde más intelectual e idealista. Pero con la caída del comunismo y la modernización / globalización de Rusia, la industria local terminaría por ser influenciada por la narrativa cinematográfica norteamericana. No hay nada más lejos de la esencia de la narrativa intelectual rusa (al estilo del Solaris de Tarkovsky) que Guardianes de la Noche. Tras esa movida iniciada por Timur Bekmambetov, vendría la secuela Guardianes del Dia (2006) y otras cosas más substanciosas como la bilogía de La Isla Habitada (2008 – 2009). Y, en el medio de todo ello, se colaría Relámpago Negro.

En sí, Relámpago Negro no es más que un intento de hacer un superhéroe ruso utilizando el molde narrativo de Spiderman. Acá la historia es casi idéntica – la sigue de manera demasiado lineal, para mi gusto -, y ése es uno de los puntos en contra del film. No es que Dima sea picado por un Volga 1966 y se convierta en un auto volador (algo estúpido pero que hubiera sido interesante de ver!!), pero el esquema estudiante pobre va a la universidad / niña bonita que no le da bola / accidente superheroico / muerte del padre / deseo justiciero e identidad oculta es una copia textual de la génesis del superhéroe de la Marvel. Incluso acá el chico reparte flores en vez de pizza y utiliza su auto especial / superpoder para hacer las entregas. En ese sentido Black Lightning me hace acordar a las versiones bollywoodenses de éxitos cinematográficos norteamericanos, que roban todo el guión de un filme conocido – desde Identidad (2003) hasta la trilogía de Crepúsculo – y reemplazan a los protagonistas por actores hindúes. Al menos aquí el libreto mete algunas ideas propias, aunque el resto de su base intelectual spidermaniana queda en evidencia a los cinco minutos que comenzada la película. El otro tema es que, cuando el libreto debe abandonar ese esquema y crear un cierre propio, empieza a deshacerse muy mal. En los últimos 20 minutos de Black Lightning la credibilidad del filme explota por los aires, comenzando por revelaciones de último momento (no muy convincentes) y siguiendo por un duelo de tutús voladores por los cielos de Moscú. Mal día para que los guionistas abandonen el vodka.

Sin embargo, y a pesar de todas sus pifias, hay un par de méritos que salvan a Relámpago Negro de la hoguera. El primero es el apartado visual, que es impecable y está rodado de manera excitante (no sería de extrañar que Timur B. haya participado en dichas escenas). En un momento un camión sin control se dirige hacia una mujer con un bebé, y el Volga volador sale de la nada, golpeándolo de costado en cámara lenta (y no parecen efectos especiales, sino que hubieran tomado un auto real y lo hubieran disparado con una grúa contra el camión). El otro punto es que esta aventura de superhéroe a la rusa tiene otras lecturas en semejante contexto. En el fondo de Relámpago Negro hay un discurso de protesta en contra de la globalización de Rusia y la pérdida de los valores tradicionales (que no significan, necesariamente, valores pro soviéticos). El bueno maneja un Volga, el villano maneja un Mercedes Benz. Los chetos de la universidad usan Mercedes, tienen Iphones y hablan un slang casi yanqui. Dima trabaja, es pobre, en su casa come con lo justo y toma el tranvía, por contra a esa juventud americanizada y banal. Incluso esa banalidad llega a cuestiones morales como la solidaridad – el padre de Dima fallece porque el muchacho no le da bolilla a una anciana que ha presenciado el crimen y le pide que le ayude, desconociendo el joven la identidad de la víctima -. Uno nota en Relámpago Negro cierta furia reprimida contra el desprecio actual por la idiosincracia nacional y el abrazo a valores extranjeros, lujosos y superficiales. Es algo similar a lo que ocurre en la sociedad japonesa, rígida y moralista, que se ha visto inundada de una juventud rebelde y americanizada. Eso termina por traducirse en un par de detalles curiosos que quizás deberían haber sido mejor explotados y, con lo cual, El Rayo Negro hubiera terminado siendo un filme mejor y con mayor personalidad. Así como está, es una copia mediocre de Spiderman (o si se quiere, una versión rusa de Zenitram) con un par de escenas logradas en lo visual y otro par de ideas interesantes pero minimizadas de manera injusta.