Crítica: El Gran Lebowski (1998)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1998: Jeff Bridges (Jeff “el flaco” Lebowski), John Goodman (Walter Sobchak), Julianne Moore (Maude Lebowski), Steve Buscemi (Donny Kerabatsos), David Huddleston (el Gran Lebowski), Philip Seymour Hoffman (Brandt), Tara Reid (Bunny Lebowski)

Director: Ethan Coen & Joel Coen, Guión: Ethan Coen & Joel Coen

Trama: Para Jeff Lebowski, el trabajo es una palabra sin sentido. Retacea los dólares que cobra del seguro social, se la pasa comprando marihuana y gasta sus tardes en el bowling en compañía de sus amigos Walter y Donny. Pero un día un par de matones irrumpe en su casa y le exige que pague la cuantiosa deuda que ha dejado su esposa. Como “el flaco” no tiene un dólar ni está casado, los matones sólo atinan a darle un susto y orinar su alfombra. Es entonces cuando el flaco se da cuenta que hay otro tipo con su nombre, un viejo millonario casado con una rubia despampanante que atina a ponerle los cuernos cada vez que puede. Y las cosas se salen de control cuando la rubia es secuestrada y el Lebowski millonario le pide al flaco que interceda en la operación entregando el cuantioso rescate. Pero un millón de dolares es mucho dinero para un stoner y su pendenciero amigo, y pronto intentarán quedárselo aunque son tan torpes que terminan perdiendo el maletín con el dinero. Es entonces cuando el millonario, el secuestrador, la feminista hija de Lebowski y hasta el pornógrafo – que inició a la rubia en el negocio del cine de adultos – se irán encima del vago para quitarle el botín o incriminarlo en el secuestro de la muchacha. Pero el flaco tiene mas inteligencia de lo que parece y, a pesar de sus burradas, terminará por desentrañar el misterio que ha puesto en juego su propia vida.

Critica: El Gran Lebowski

    El Hombre de la Cuarta Dimension (The 4D Man) No soy un iconoclasta pero a veces siento que ciertas obras y/o ciertos autores están sobrevaluados. No creo en filmes perfectos y suelo ser extremadamente exigente con aquellos que la crítica tilda como favoritos o clásicos de culto. A mi juicio Casablanca es un bodrio que raya en lo ridículo – las veces que Humphrey Bogart le pide al moreno pianista de su bar que toque Según Pasan los Años bordea lo paródico -, y tengo mis serios problemas con el final de 2001, Odisea del Espacio en donde los bananas de turno ven interpretaciones que no existen (mientras que a mi me parece una ensalada de último momento creada para intentar ponerle un final siquiera críptico a algo que sería imposible concluir de manera satisfactoria). No soy Pauline Kael pero tiendo a pasar por un tamiz mucho mas fino a las películas mas votadas, y les encuentro defectos como cualquiera. Sino vean lo atroz que me parece El Resplandor y eso que está dirigida por Kubrick.

Algo parecido me ocurre con los hermanos Cohen. Los tipos son unos bananas de primera, mas sofisticados que graciosos, y no son tan infalibles como la crítica venera. La remake de El Quinteto de la Muerte me pareció atroz, Quémese Después de Leer me pareció divertida, Barton Fink me pareció sobrevaluada, y quizás haya disfrutado mucho mas sus thrillers como Simplemente Sangre o De Paseo con la Muerte, ese excepcional homenaje al policial negro que Dashiell Hammett solía cultivar con tanta altura.

Y si los Cohen coquetearon con Hammett en su momento, en El Gran Lebowski se atreven a homenajear a Raymond Chandler, el otro ícono del policial negro. Claro, las novelas de Chandler son infilmables porque no hay nada menos cinematográfico que un tipo pensando y sacando conclusiones sarcásticas de un embrollo que solo el protagonista es capaz de dilucidar (pero el espectador no; incluso para el lector de las novelas de Chandler las tramas son excesivamente crípticas salvo la de alguna novela corta como La Dama del Lago; recordemos que Chandler canibalizaba sus cuentos previos, fusionaba tres o cuatro y de allí salían las tramas de las aventuras de Philip Marlowe). Por eso pertenecen a la época de oro de Hollywood (años 30 y 40) y después todo intento de aggiornamiento del policial negro ha quedado a mitad de camino entre la fidelidad a la densidad del texto y la tergiversación hasta el punto de alterar radicalmente la trama. Es por eso que aquí los Cohen deciden otro enfoque radicalmente diferente. En vez de un Philip Marlowe quemado por la dureza de las calles y el alcohol, tenemos a Jeff Lebowski, un tiro al aire que vive drogado, se rasca todo el tiempo y sólo existe para jugar bolos día y noche. Como el tipo es un idiota con raptos de lucidez, son sus macanas los que hacen llevadera la densa y complicada trama que parece salida de El Gran Sueño de Chandler (incluso el título es parecido): millonario paralítico, esposa descocada que es secuestrada de improviso, un pasado relacionado con la pornografía y la mafia, y un montón de falsos comodines que entran y salen de la trama para enredarla aún mas. “El flaco” (que se me ocurre es la traducción mas apropiada de The Dude, como le dicen a Lebowski) no es mas que Marlowe sobrepasado de marihuana: lo confunden todo el tiempo, los matones lo secuestran y le pegan pensando que tiene información vital, se cruza con los protagonistas y siempre obtiene accidentalmente piezas del rompecabezas y, cuando tiene la cabeza despejada, termina por armar el cuadro de manera lúcida y genial.

Lo que pasa es que el flaco está rodeado de una banda de patanes que termina fastidiando su tarea antes de ayudarlo. Está el amigote fascista John Goodman (visiblemente inspirado en John Milius, un militarista de primer orden que contribuyó con los scripts de Patton, Harry el Sucio y Apocalipsis Now, y que es amigo en la vida real de los Cohen), el bueno para nada de Steve Buscemi, y algunos ejemplares de la fauna local como Jesús, el fanfarrón contrincante del equipo del flaco en las semifinales del campeonato de bowling. La mayoría de las corazonadas – acertadas, por cierto – de Bridges terminan siendo destrozadas por el temperamento volátil de Goodman, el cual prepotea a todos a la hora de interrogar testigos para avanzar en el caso (o para salir de él, ya que estos tipos terminan metidos en un cacao que ni siquiera ellos saben como comenzó).

Como dice Sam Elliott, éste es un filme que te deja una sonrisa todo el tiempo y, de tanto en tanto te arranca una carcajada. La gracia de El Gran Lebowski es que el idiota del héroe es el mas normal de todos los especímenes que se topa en el camino, sea la hija sexópata del millonario, la esposa ex-actriz porno del potentado, los actores porno que buscan armar una estafa, o el feroz mafioso que opera como productor de cine XXX. Y si todas las circunstancias están empapadas de un humor zumbón, al menos el filme roza la genialidad en los momentos oníricos, esos en donde al flaco lo han drogado o le han pegado y, en pleno estado de inconsciencia, imagina fastuosos festines visuales basados en el sexo y el bowling, los cuales desbordan de creatividad.

Desde ya, el filme no funcionaría con otro elenco. Jeff Bridges la pasa bomba con su vago falopeado, y John Goodman destila locura reaccionaria con una naturalidad que asusta. En sí, no sé si El Gran Lebowski es el gran filme de culto que todos claman, pero me parece una comedia simpática con algunos momentos descollantes, en donde las situaciones están mas logradas que la historia en su totalidad.