Crítica: Barbarella (1968)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Italia / Francia, 1968: Jane Fonda (Barbarella), John Phillip Law (Pygar), Milo O’Shea (Duran Duran), Anita Pallenberg (Reina Negra), David Hemmings (Dildano), Marcel Marceau (Profesor Ping), Ugo Tognazzi (Mark Hand)

Director: Roger Vadim, Guión: Roger Vadim, Clement Biddle-Wood, Vittorio Bonicelli, Claude Brule, Brian Degas, Jean-Claude Forest, Tudor Gates & Terry Southern, basados en el comic creado por Jean-Claude Forest, Musica – Maurice Jarre

Trama: Barbarella es una agente de la República de la Tierra enviada tras la búsqueda del científico Duran Duran, quien se ha escapado con el rayo positrónico. Debido a desperfectos en su nave, termina por estrellarse en el planeta 16, y es atacada por una extraña tribu de niños caníbales, pero es rescatada por el lugareño Mark Hand. Barbarella decide agradecerle a Hand manteniendo relaciones sexuales como es usual en la Tierra – tomando una píldora que expande la mente e intercambiando energías -, pero Hand decide hacerlo a la vieja usanza. Extasiada con la experiencia, Barbarella continúa su busqueda y terminará en los laberintos que rodean a la misteriosa ciudad de SoGo. Allí se encontrará al angel ciego Pygar, quien la llevará a SoGo. Y encontrará que la ciudad está regida por la despiadada Reina Negra, y construida sobre un lago de plasma viviente que se alimenta del mal. No pasará mucho tiempo antes de que Barbarella descubra que Duran Duran es ahora consejero de la Reina, y que planea un golpe de estado. Aliándose con la revolución, la agente intentará anticiparse a Duran Duran y acabar con las fuerzas de la Reina Negra, pero descubrirá que la mejor arma con que cuenta para obtener sus fines es su sexo.

Arlequin: Critica: Barbarella (1968)

  Barbarella es la creación del historietista francés Jean-Claude Forest, que publicara la tira en formato de novela gráfica entre 1962 y 1981. Y en 1968 llega esta adaptación de la primera de dichas novelas de la mano de Roger Vadim, un director de cine más famoso por las mujeres con quien se casó (Brigitte Bardot, Jane Fonda, etc) que por su calidad cinematográfica.

Vadim no es el peor director del mundo, pero sí uno insípido. Sus obras van desde comedias a dramas livianos, pero lo que lo hizo más conocido (aparte de sus matrimonios), fue incluir escenas eróticas en sus filmes, como algunos desnudos y sugerencias lésbicas. Lo que en su momento era visto como un escándalo (en los 50 y 60), hoy resulta absolutamente patético y hasta un aviso comercial de la TV puede tener más carga erótica que la mayoría de filmes de Vadim juntos. Salvando enormes distancias (como estilo, temáticas, etc), Vadim terminó siendo una especie de Russ Meyer a la francesa, un vanguardista de su tiempo que retó los límites de la censura, aunque cargado de ciertos aires intelectualoides que Meyer carecía, y posiblemente por obra y gracia de la Nouvelle Vague gala. En los sesentas, Vadim era el gurú del erotismo cinematográfico en Europa, un título bastante grande a juzgar por el talento real que exhibía detrás de cámaras.

Barbarella es la incursión de Vadim en la ciencia ficción; y es un claro ejemplo de lo sobrevaluado de sus talentos. Uno puede encontrar que en Barbarella hay tres filmes: una space opera, un film erótico y una comedia sicodélica camp. Ciertamente a nivel de ciencia ficción Barbarella es una película terrible: los diálogos, las situaciones, las actuaciones y los efectos especiales pueden ubicarse perfectamente entre lo peor del género (como un film clase Z), con un aire kitsch que satura el ambiente. La película fue producida por Dino de Laurentis, y uno no deja observar que el nivel bizarro de sus FX es semejante al de otros títulos también financiados por de Laurentis como Flash Gordon o Duna. E inclusive a nivel guión, la trama deja bastante que desear. La resolución de la película no es muy clara (de pronto la Reina Negra no resulta ser tan malvada, ni tampoco se sabe cómo queda la situación resultante en SoGo), y en general todo parece resultar una serie de episodios no muy bien conectados, que sirven para destacar la sexualidad de la protagonista.

Allí es donde pasamos a la segunda categoría (la del film erótico), donde Barbarella explora su sexualidad, se acuesta con varios personajes del lugar e incluso se insinúa a la Reina Negra (“bonita, bonita”). Jane Fonda luce bellísima, aunque no deja de ser una especie de Barbie de los sesenta, el modelo de rubia idiota que cambia vestuario cada cinco minutos para lucir su silueta. Uno se asombra de lo que era capaz en aquel tiempo, comparado con su evolución posterior a nivel artístico y personal – su militancia política en contra de Vietnam, su elección de papeles comprometidos, los Oscars, y un largo etcétera -, con lo cual no es difícil imaginar que Barbarella debe figurar en su lista negra personal, de aquellos trabajos que es preferible olvidarse. En el área erótica, Barbarella es apenas tibio, ni siquiera llega a ser un softcore, y todo no pasa de una serie de insinuaciones. Y, si se quiere, no dejar de ser una fantasía masculina en la mejor onda revista Playboy, donde una mujer semidesnuda pilotea una nave decorada como un departamento de soltero de la época (alfombrado en pisos y paredes, lleno de raros gadgets, con muebles de formas extravagantes).

Pero donde el film obtiene sus mejores réditos es como comedia sicodélica. Es una cápsula del tiempo de la cultura under de los 60. Hay algo de hippismo por aquí, otro tanto de los happenings intelectuales por allá, y mucho de cultura lisérgica por todos lados. Como, por ejemplo, los viajes espaciales del film, que no semejan al standard vacío negro con estrellas y planetas que estamos acostumbrados a ver en las películas de ciencia ficción, sino que son formas viscosas fluorescentes del mismo estilo de las proyecciones traseras que solían utilizarse en las boites de aquella época. También la escena donde se encuentra con Dildano (el torpe líder de la revolución, y que posiblemente sea el mejor momento del film), donde se explica que los terrícolas ahora utilizan pastillas para expandir la mente e intercambiar energías como forma de tener relaciones sexuales. Uno no puede dejar de observar cierto panfletarismo camuflado del LSD, y hasta podría asumir de que la aventura de Barbarella no es más que un viaje interior inducido por las drogas. Esto no es una crítica conservadora o represora al respecto, sino la observación de lo que intelectualmente en los 60 se entendía como el próximo paso de evolución cultural. Desde pasajes de 2001, Odisea del Espacio (el viaje de Bowman) hasta referencias más explícitas en otros films como Easy Rider, resulta claro que para los artistas, la integración del LSD (u otras drogas) a nuestras vidas era un paso necesario e indispensable para la evolución intelectual y espiritual. La posibilidad, en vida, de abandonar el cuerpo y viajar por mundos desconocidos.

Hay algunas ideas interesantes, como el concepto del lago de plasma viviente que se alimenta del mal, y que es sobre el cual está construida SoGo (que es la abreviatura de Sodoma y Gomorra). Duran Duran le explica en un momento a Barbarella que él ha envejecido prematuramente, entregándose a las vivencias del plasma, pero no es un concepto que sea explorado sino dicho al pasar. Posiblemente en el comic hayan cosas originales que Vadim termina enterrándolas en el relato, engolosinandose más con sus propios delirios. También es cierto que el guión resulta incoherente por momentos, lo que no es de extrañar ya que uno ve cuanta gente (ocho personas) metieron mano en el libreto, incluyendo al delirante Terry Southern que lo más prolijo e interesante que ha escrito en su vida sea el guión de Dr. Strangelove. Pero lo que termina por salvar al film de ser un total bodrio o de terminar enterrado en las arenas del tiempo, son algunos momentos inspirados (o cómicos) y ciertas imágenes que son icónicas. El angel ciego Pygar (con su nido y su miedo a volar, que termina por desaparecer después que Barbarella se acuesta con él), los vestidos de Jane Fonda, el ataque de las muñecas caníbales, las corridas por SoGo, las mujeres fumando esencia de hombre (!) o la muerte por placer en el órgano de Duran Duran. Muchas de estas cosas resultan fascinantes plasmadas en una foto; en el film, rara vez son efectivas o terminan siendo conducidas de un modo bizarro.

Barbarella es un film de culto, pero más que nada por el último aspecto comentado: es un excelente generador de íconos, pero incluídos en una película terrible. En su momento tuvo una gran repercusión y disparó algunas carreras, en especial la de John Phillip Law, que se transformó en un ícono pop de la cinematografía europea (protagonizando títulos como Danger: Diabolik, Dr. Justice o El viaje dorado de Simbad). Pero no deja de ser un film bizarro y muy desparejo, con ocasionales momentos inspirados.