Crítica: Malos Momentos en el Hotel El Royale (2018)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaUSA, 2018: Jeff Bridges (padre Daniel Flynn), Cynthia Erivo (Darlene Sweet), Dakota Johnson (Emily Summerspring), Jon Hamm (Laramie Seymour Sullivan), Chris Hemsworth (Billy Lee), Cailee Spaeny (Rose Summerspring)

Director: Drew Goddard – Guión: Drew Goddard

Trama: Fines de los años 60. El Royale es un hotel de primera situado en la frontera entre los estados de California y Nevada, cuya mayor curiosidad es la raya roja que divide al hotel en dos y marca el límite estatal: de ese modo, alojarse en el ala de California es mas caro que el de Nevada (y tiene mas lujos) pero, por contra, en el ala Nevada se puede beber licor sin restricciones. Pero El Royale se le ha pasado su época de gloria – en donde las estrellas de Hollywood lo visitaban – debido a ser revocada su licencia de juego (y ser desmantelado el casino que poseía). Como un fantasma de sus mejores épocas, ahora es un edificio lujoso y vacío situado en medio de la nada, y donde un puñado de extraños se dan cita en el mismo día para registrarse en sus habitaciones: un cura parlanchín y bebedor, un molesto vendedor de aspiradoras, una morena que oculta algo y una hippie malhumorada. Pero nadie es lo que dice ser, y detrás de su fachada se esconden criminales y agentes del gobierno, cada uno con su propia historia plagada de macabros matices. Y cuando el líder de una secta criminal decida presentarse en el lugar, dispuesto a reclamar la devolución de algo que le han quitado, El Royale se convertirá en un hervidero de balas y sangre, en una noche infernal que parece no terminar nunca.

Arlequín: Crítica: Malos Momentos en el Hotel Royale (2018)

Royale sin cheese.

Hace 24 años (por Dios, como pasa el tiempo!) salió Pulp Fiction y revolucionó al planeta. Divertida, popular, iconoclasta y mucho mas inteligente de lo que parecía, Tiempos Violentos presentó a Quentin Tarantino al mundo (antes hizo Reservoir Dogs, pero quedó reservada para críticos, especialistas y, sobre todo, gente de estómago fuerte) e hizo escuela. En las universidades de cine estudian la compleja estructura narrativa de Pulp Fiction, sus idas y vueltas en el tiempo, la manera de entrelazar historias y personajes. Y en los estudios salieron avalanchas de directores a copiarlo, desde Dos Días en el Valle hasta los filmes de Guy Ritchie (como Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes), que es lo mas parecido que hay pero en versión british. Un cuarto de siglo después (y cuando la euforia pasó su cuarto de hora) aparece este clon, que tiene un cast de lujo, un director y guionista genial (autor de los libretos de Alias, Lost, Cloverfield, The Martian, Guerra Mundial Z, productor del Daredevil de Netflix y responsable de esa joyita que es La Cabaña del Terror)… y falla miserablemente el tiro, errándole por una legua al blanco. El drama no sólo pasa por el abrupto cambio de tono sobre el final, sino porque todo es demasiado leeeeento. Las escenas duran una eternidad, y aunque están bien escritas y bien actuadas (y terminan con un bang!), se vuelven soporíferas por lo interminable.

Mezcla de Four Rooms y Pulp Fiction, Bad Times at the El Royale se da maña para confluir una serie de historias y personajes interesantes en un solo lugar, un hotel ubicado en la frontera de los estados de California y Nevada (que homenajea al Cal Neva, un hotel de idéntico estilo y ubicado en la misma zona limítrofe, que Frank Sinatra tenía en los años 60). El chiste del hotel es que el límite interestatal parte a las instalaciones en dos, y queda remarcado con una raya roja pintada en el suelo: podés alquilar habitaciones en California (el ala izquierda), la que son un dólar mas caro por día y el café te lo cobran, o podés quedarte en Nevada donde no hay restricción de alcohol. Ahí llega un cura no muy santo que digamos (Jeff Bridges), una misteriosa morena que resulta ser una cantante de blues en la mala (Cynthia Erivo), un vendedor de aspiradoras que no es lo que parece ser (Jon Hamm), y una hippie malhumorada que trae un secreto en el baúl de su auto (Dakota Johnson). No sólo se registran en el hotel sino que pasan cosas raras, como Hamm sacando toneladas de micrófonos ocultos en su cuarto, un conserje drogadicto, una chica secuestrada por la hippie (quien es su hermana e intenta rescatarla de un culto al estilo de Charles Manson, liderado por Chris Hemsworth), la morena acolchonando las paredes de su cuarto para cantar sin límites… y el cura desarmando el piso del cuarto, buscando lo que parece ser un botín oculto hace 10 años. Encima el hotel tiene un corredor oculto por donde espiar a los cuartos (y filmar a sus ocupantes) a través de sus espejos de fondo falso.

Todo esto da para un delicioso licuado tarantinesco, la macana es que la prosa de Goddard no es tan inspirada como la de Quentin y, lo que es peor, Goddard se da maña para arruinar su propia película, con un libreto demasiado indulgente que está enamorado de sus personajes y los deja hablar por horas, llevando al filme al exagerado metraje de 2 horas 20 de duración. El clímax por sí solo dura 40 minutos, y se hace eterno. Si hay algo que Bad Times at the El Royale precisaba desesperadamente era a un tipo como Peter Jackson como libretista, alguien que pueda perfilar a un personaje en 3 líneas e hiciera las escenas mas cortas, chispeantes y eficientes. A la película le sobra fácil una hora por exceso de retórica y, aunque tiene sus momentos placenteros, llega un punto en que uno precisa un lápiz para dibujarse la raya del trasero. Las 2 horas 20 no pasan rápido como ocurre en otros filmes mas entretenidos.

Los personajes son fantásticos, y eso es lo que salva al filme. Jeff Bridges se despacha con una performance para el Oscar (y eso que el filme no lo merece!), como un ex ladrón de bancos que tiene un tumor en la cabeza y está perdiendo la memoria. La mirada perdida de Bridges cuando no coordina o no recuerda algo te parte el alma, y es una muestra mas del formidable actor que es. Cynthia Erivo tiene una voz prodigiosa y es hermosa, lástima que sus canciones dilatan todo mucho mas de la cuenta. Dakota Johnson no es sexy pero sabe poner cara de mala, y su misión es realmente muy triste. Hasta Lewis Pullman, el conserje del hotel, tiene su momento de brillo. Y los mas flojos son Hamm (demasiado parlanchín, algo que no le va tan bien, precisaban a otro actor tipo Jim Carrey para el rol) y Hemsworth, el cual es blando no por performance sino porque el rol no está bien escrito. Se supone que es un dios sexy que irradia carisma, seduce jovencitas en problemas y tiene su culto mansonesco con orgías y robos para divertirse y sobrevivir, pero sus diálogos no son brillantes. Hemsworth hace lo que mejor le sale, que es lucir sexy sin camisa pero le falta villanía y corrupción.

Si el filme arranca como una comedia negra tarantinesca – plagada de gore, chistes e historias retorcidas -, en el último acto se vuelve seria y sombría, la resolución se hace eterna y, lo que es peor, poco creíble. Tortura y muerte no va con lo cómico, y queda como un emparche para intentar cerrar todos los cabos, pero lo hace de una manera poco prolija, sin estilo.

Bad Times at the El Royale es un filme para pacientes. Muchos la defienden por sus méritos y sus dos primeros actos, pero para mi es demasiado larga y conversada. A los diálogos le falta chispa y brevedad, y al final le falta una solución brillante de último momento, no un deus ex machina de pobre credibilidad. Es en todo caso una intentona de Goddard por imitar a su maestro, lástima que se olvidó de pulir el libreto para hacerlo mas ágil, eficiente… y tarantinesco.