Crítica: Atmosfera Cero (1981)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1981: Sean Connery (sheriff William T. O’Neil), Frances Sternhagen (Dra Marion Lazarus), Peter Boyle (Mark B. Sheppard), James B. Sikking (sargento Kenneth Montone), Kika Markham (Carol O’Neil), Marc Boyle (Spota)

Director: Peter Hyams, Guión: Peter Hyams

Trama: William O´Neil ha sido asignado como el nuevo sheriff de la estación minera ubicada en la luna Io, la que se encuentra en la órbita del planeta Júpiter. Pero al llegar se topa con la extraña muerte de uno de los mineros, el cual se había introducido en la cámara intermedia de descompresión – entre la base y el vacío del espacio exterior – sin su traje espacial. Al intentar analizar el cuerpo, descubre que la corporación minera ha dispuesto expeditivamente del mismo, siendo enviado a la estación espacial más próxima en cuestión de un puñado de horas. O´Neil comienza a rastrear casos similares y descubre que se agolpan por decenas, ocurriendo en los meses anteriores a su llegada. Considerando que se trata de una conspiración que proviene de lo mas alto de la compañía, decide confrontar a Mark Sheppard, el gerente de la estación. Pero Sheppard es quien ha estado introduciendo drogas experimentales en la base, las cuales le han permitido obtener fantásticos incrementos en la producción de minerales pero a costa de la salud mental de los trabajadores. Ahora Sheppard ha decidido deshacerse del sheriff, y para ello ha solicitado a sus cómplices el envío de un escuadrón de sicarios a la estación minera. Y con la indiferencia de los mineros y de su propio equipo de seguridad, O´Neil descubrirá que está solo para enfrentar la amenaza.

Atmosfera Cero Atmósfera Cero = A la Hora Señalada en el espacio. Uh, qué interesante. En realidad, trasladar un western a un entorno de ciencia ficción no es nada nuevo – John Carpenter lo hace siempre que puede -, y los resultados suelen ser irreprochables. El punto es que, en el caso que nos ocupa, el producto final es tan correcto y predecible que termina siendo escasamente excitante (cuando no, directamente aburrido). No sé; será que cuando uno ve naves espaciales espera que el filme se decante por monstruos verdes babosos corriendo por las tuberías, u hombrecitos verdes en platos voladores que cuelgan de un hilito, o en cosas sobrenaturales que hacen pensar en la existencia de una inteligencia divina confrontando por primera vez a la humanidad. Ver una vulgar trama policial en el espacio, en donde el suspenso es cero y a los 10 minutos de iniciado se puede saber cómo va a terminar el filme, no representa exactamente el nivel de show con el cual yo quisiera matar 90 minutos del tiempo de mi vida.

Nadie niega que el filme es correcto – es raro que Peter Hyams meta la pata, ya que siempre ha sido un artesano más que prolijo -, pero todo se ve demasiado rutinario. No pasa mucho tiempo hasta que uno descubre que lo que pasa es por culpa de una droga experimental, y que el malo es Peter Boyle – en uno de los escasos papeles serios de su carrera -. Lo que sigue es casi un melodrama ambientado en el espacio – al protagonista lo abandona su mujer y su hijo, el resto del escuadrón no considera en lo más minimo arriesgar su pellejo por el sheriff recién llegado, y no hay un miserable minero que esté del lado del héroe, a excepción de la alcohólica doctora de la base que está cachonda con Connery – con algunos agujeros de lógica realmente importantes. Si el protagonista sabe que los asesinos llegarán a la estación en 60 horas, ¿cómo hace para convivir todo ese tiempo con el villano y ni siquiera lo arresta o lo secuestra?. O sino, ¿cómo es que el villano maneja todos los hilos sin tener un escuadrón de matones a mano, y tiene que pedirlos por delivery?. Porque, que yo sepa, en cualquier momento el sheriff puede ir a surtirlo a trompadas a su oficina y no hay un misero esbirro para interponerse en su camino.

Acá figura en el protagónico ese monumento a la testosterona que es Sean Connery. Si bien el ex 007 sigue siendo un tipo duro, no es el más adecuado para representar a un hombre desesperado – es por eso que Gary Cooper resultaba más efectivo en ese mismo puesto en el western original -. El otro punto es que Peter Boyle es un malvado demasiado civilizado. Uno lo ve y espera que en cualquier momento saque un bastón y se ponga a cantar Puttin´On the Ritz.

Atmósfera Cero es simplemente material de relleno de cable. No es original, y es tan prolija que aburre. No comete ningún pecado mortal, pero tampoco se sale de la rutina. Ya que el setup es muy simple y lineal, uno esperaría que el duelo final (que dura media hora) fuera intenso… pero tampoco lo es, con lo cual el filme equivale a una desabrida comida light, correcta en todos sus valores pero con demasiado sabor a poco.