Artículos: In Memoriam George A. Romero (1940 – 2017)

Volver al Indice – artículos sobre Cine Fantástico / un artículo de Alejandro Franco

No es una racha de mala suerte; lo que ocurre es que existió una generación de hacedores que tuvieron su época de brillo en los años 60 y 70 y que ahora – por su edad – está llegando a su fin. En nuestro tercer obituario recordamos a George A. Romero, un publicista que quería hacer unos dólares mas y terminó pariendo una de las obras seminales del cine de terror, creando el género zombie tal como lo conocemos hoy en día.

Gamechangers. Una expresión que usan los críticos norteamericanos cuando se topan con una obra que revoluciona un género y prácticamente lo refunda. Pero generar un gamechanger implica romper tabúes y lanzarse a lo desconocido… y cuando uno está en un negocio millonario como es el del cine, nadie quiere arriesgarse a ser demasiado innovador, o a ofender a sectores sensibles de la sociedad.

La historia del cine fantástico está plagada de gamechangers. La Guerra de los Mundos (1953), que sacó a la ciencia ficción del ghetto de la serie B, probando de que los grandes estudios podían obtener enormes ganancias con un género considerado reservado para adolescentes. Psicosis (1961), en donde un director tan mainstream y respetable como Alfred Hitchcock se dió el lujo de contar la sórdida historia de un asesino serial, y creó el primer slasher… luchando contra viento y marea para obtener el visto bueno de los estudios. El Planeta de los Simios (1968), que demostró que los filmes de ciencia ficción podían ser tan inteligentes como atractivos para el público, y podían convertirser en franquicias multimillonarias. O ese masivo fenómeno cultural y popular que fue La Guerra de las Galaxias (1977), la cual dió a luz al moderno blockbuster y revolucionó la industria de los efectos especiales.

Y entre todos esos filmes millonarios, masivos y bancados (a regañadientes en un principio, abrazados con pasión después de ver los resultados) por reconocidos estudios, se coló una producción independiente, un filme hecho con dos mangos y mucho sacrificio que no sólo haría escuela sino que presentaría al mundo a uno de los directores de terror mas inteligentes de la industria.

Controversial, apasionado, brillante, sacrificado. Esta es la historia de George A. Romero, el padre del género zombie y uno de los mejores directores de cine fantástico que haya existido.

Todo a pulmón

Siempre hay un filme influencial que despierta el gen creativo en un potencial cineasta y, en el caso de Romero, fue la visión de Los Cuentos de Hoffmann (1951) de Michael Powell. En vez de limitarse a filmar la estática versión teatral de la ópera de Jacques Offenbach, Powell – cada vez que podía – se escapaba al reino de lo fantástico, creando un despliegue visual que iba mas allá de lo imaginable. La capacidad de Powell para conmover al espectador con las imagenes sedujo al joven Romero, quien pronto quiso una carrera en el cine.

Pero ser cineasta es un sueño que tiene su precio y lleva su tiempo y, antes de eso, hay que pagar cuentas y ganar experiencia. Junto a otros compañeros de universidad Romero forma un emprendimiento dedicado a rodar películas institucionales y educativas – de esas que sirven para mostrarle a los visitantes una fábrica en movimiento, o cintas que servían para capacitar a los obreros en el manejo de nuevas maquinarias – con el cual subsiste a lo largo de la década del 60. Era un trabajo aburrido y escasamente creativo pero al menos las cuentas estaban al día.

Pero Romero quería dar un batacazo, darse el gusto de rodar una película propia y, sobre todo, ganar buen dinero. ¿Y qué mejor idea que rodar un filme independiente de terror?.

Lo que ocurre es que en los Estados Unidos de la década del 60 existía margen de sobra para que una producción independiente se colara y, sobre todo, ganara buen dinero en el circuito de exhibición. Existía un masivo circuito de autocines y salas grindhouse que prosperaba a lo largo de todo el país y que, fundamentalmente, estaba ávido de películas de corte sensacionalista. Bastaba juntar algunos fondos, rodar una película exploitation con cierta prolijidad y dar con el distribuidor adecuado. En sí la idea de Romero no era nueva – desde los filmes de Ed Wood hasta La Mancha Voraz (pasando por El Carnaval de las Almas) habían seguido el mismo derrotero con mayor o menor éxito dependiendo de la calidad de la cinta -, y pronto convenció a sus socios para crear una productora, Image Ten Productions, en 1968. Su mano derecha era John Russo, con quien desarrollaría el guión de su inminente proyecto.

Nacen los muertos vivientes

Resulta curioso descubrir que la primera idea de Romero fuera la de rodar una comedia con toques fantásticos – adolescentes alienígenas llegan a la Tierra y aprenden las malas costumbres de la juventud terricola… una idea que parece salida de los filmes que hacía Tommy Kirk en aquel momento (como Marte Precisa Mujeres, 1967) -. Fue Russo quien vino con un segundo borrador mas orientado hacia el terror. Acá los alienígenas llegan a la Tierra para devorar a la gente y el protagonista – un adolescente que huye de su casa – se topa con decenas de cadáveres regados por las calles, un descubrimiento estremecedor que lo lleva a investigar qué es lo que pasa. La idea del último sobreviviente humano vagando en un mundo plagado de cadáveres y monstruos no era nueva: Richard Matheson ya la había plasmado en su libro Soy Leyenda (1954), la cual había recibido tratamiento cinematográfico en 1964 con el filme protagonizado por Vincent Price El Ultimo Hombre Sobre la Tierra. Pero la versión de Sidney Salkow estaba a años luz de transmitir la ferocidad y la desolación del texto de Matheson.

La idea era crear una amenaza masiva e imparable. Al igual que el libro de Matheson, la hecatombe se desata a partir de un virus mutante – pero aquí su procedencia es alienígena; vino de regalo en una sonda espacial enviada a Venus y recientemente recuperada por la NASA -. El virus revive a los muertos y los convierte en criaturas hambrientas de carne humana… formando una horda interminable que, aunque lenta en su andar, no deja de ser letal e incontrolable.

La escasez de recursos – 114.000 dólares juntados entre propios y extraños, un presupuesto paupérrimo si se considera lo que gastaban los estudios en esa época siquiera en un filme serie B – agudizó el ingenio. El fin del mundo tendría lugar en una granja, y la población infectada se restringiría a 20 o 30 amigos, tipos que le hacían un favor a Romero y sus socios (e incluso algunos eran clientes de sus filmes industriales) y gustaban de maquillarse para participar en una película de horror. Los zombies asediarian la granja y convertirían a la supervivencia de los protagonistas en una larga y cruenta batalla que duraría toda la noche. Para recortar costos rodaron en blanco y negro, un detalle fortuito que terminaría por contribuir a la efectividad del filme en gran forma.

Ahora bien; ¿por qué La Noche de los Muertos Viventes no se diluyó en las arenas del tiempo como otros productos exploitation de la época – caso de los filmes saturados de gore de Herschell Gordon Lewis -?. El tema está en los aditamentos que Romero y Russo le pusieron a la historia. La primera fue elegir a un protagonista negro, más a finales de los 60 cuando la cuestión racial era un tema candente en los Estados Unidoshabía revueltas en todas partes del país y la escalada de tensiones se había cobrado las vidas de Malcolm X y Martin Luther King, apóstoles de la igualdad racial -. Oh, sí, Romero siempre ha vendido la historia de que Duane Jones fue el mejor actor que se presentó a la audición para el papel del protagonista, pero es un cuento imposible de tragar. Basta ver el resumen del filme para darse cuenta de que se trata de una alegoría sobre el racismo – un grupo de violentos viene a linchar a un moreno y éste recibe refugio en la casa de unos blancos a los cuales el color de piel no les interesa -, y es una que funciona de manera resonante. Duane Jones no es un pusilánime que está en segundo plano sino que es el líder de los supervivientes, y no sólo le da órdenes a sus compañeros de desgracia de raza blanca sino que termina a cachetazo limpio con ellos para imponer la lógica de su criterio. ¿En serio Romero quiere hacernos creer que este filme funcionaría igual con un protagonista blanco?. El shock que deben haberse llevado las audiencias al ver a un moreno dar las órdenes y salvarle el pellejo a un puñado de blancos debe haber sido impresionante para su momento histórico – recuerden que el primer filme blaxploitation llegaría recién tres años mas tarde con Sweet Sweetback’s Baadasssss Song (1971) de Melvin Van Peebles -.

El segundo es crear una amenaza masiva, voraz e imparable. Nada de buenos modales o cosas sugeridas; atrás quedó el terror lewtoniano basado en sombras y sonidos, y los colmillos chorreando sangre falsa del Drácula de los estudios Hammer. Ahora teníamos tripas y gore en primerísimo plano. Si bien es cierto que los zombies existían hace rato en el cine – Bela Lugosi hizo White Zombie en 1932, y hasta Ed Wood Jr. se dió el lujo de usarlos en Plan 9 del Espacio Exterior -, nunca dejaron de ser una amenaza insulsa y anónima. Derivados de las leyendas haitianas, estos cadáveres revividos operaban bajo las órdenes del hechicero de turno y carecían de voluntad propia. Al estar despojados de impacto – no dejaban de ser un ejército de clones de La Momia, sólo que sin vendajes – nunca fueron demasiado populares hasta que Romero plasmó su visión en el filme de 1968. Una horda que devora intestinos y despedaza personas; impasible, imparable, incansable, siempre en guardia para atacarte y aniquilarte cuando el cansacio termine por derrotar tu vigilia por la supervivencia.

Y el tercer factor es el climax: nihilista, deprimente, shockeante. Luego de una batalla a sangre y fuego a lo largo de una noche interminable, el héroe ha ganado su derecho a sobrevivir… pero es confundido por error con un zombie, y es asesinado en el último minuto del filme por una cuadrilla de cazadores que viene despejando la zona. La imagen de Duane Jones arrojado a la pila de cadáveres y siendo incinerado con éstos es estremecedora. Es una estampa que queda grabada a fuego en tu memoria y persiste durante mucho, mucho tiempo.

Romero terminó con mucho sacrificio La Noche de los Muertos Vivientes y pronto la exhibió en el circuito de cines con gran éxito entre el público adolescente. Y cuando la fama y la fortuna parecían sonreirles, un error de tipeo terminaria por mandar todos sus esfuerzos al garete. El título original del filme era La Noche de los Devoradores de Carne Humanay en él estaba el aviso del copyright -. Cuando Romero y Russo la renombraron como La Noche de los Muertos Vivientes, la gente de la distribuidora se olvidó de poner el aviso de los derechos de autor… una omisión que dejó al filme en un estado de indefensión legal y pasó automáticamente al dominio público, razón por la cual ni Romero ni sus socios pudieron reclamar regalías. Curiosamente ese status de película libre y gratis – cualquiera podía conseguir una copia y exhibirla en un cine o en la televisión – serviría para darle masividad y popularidad. Y hasta el día de hoy es una de las peliculas de dominio público mas descargadas de la historia de Internet.

Renaciendo de entre las cenizas

El fiasco legal de La Noche de los Muertos Vivientes no aplastó las ambiciones de cineasta de Romero. Decidido a probar algo distinto se lanzó con There’s Always Vanilla (1971), una comedia romántica que no vió nadie. En 1972 regresaría al horror con Season of the Witch, con tibios resultados. Habría que esperar a The Crazies (1973) y, en especial, Martin (1978) para que Romero obtuviera el halago de la critica y una mejor taquilla.

Pero 1978 vería a Romero en plena euforia creativa. Alcanzada su madurez como director, no solo reinventaría la mitología vampírica con Martin sino que haría un regreso triunfal al género zombie con El Amanecer de los Muertos (1978) – por lejos, el mayor éxito de taquilla de su carrera -. Nuevamente los zombies funcionan como alegoría y aquí los dardos de Romero apuntan contra el consumismo descontrolado y la recientemente establecida cultura de los shoppings. Romero culminaría una trilogía con El Dia de los Muertos (1985) – otra estupenda muestra de su ingenio, una película tan inteligente como sangrienta – y tomaría revancha de la desdichada carrera comercial de La Noche de los Muertos Vivientes al producir la correspondiente remake en 1990 (ahora con todos los requisitos legales en orden y cobrando regalías como corresponde).

Si George Romero no ha sido mas prolífico de lo que debiera se debe al estigma de ser el padre del género zombie. Los italianos los copiaron a rabiar con clones desbordantes de sangre y tripas… pero ninguno de sus productos tuvo la inteligencia de las cintas de Romero. Los estudios norteamericanos le negaron la entrada al considerarlo un director exploitationpero en Europa lo adoraban y así es como consiguió fondos para un par de proyectos, incluso teniendo a Dario Argento (su primer fan en el viejo continente) como intermediario -.

El nuevo milenio marcaría un período de profundas contradicciones. Danny Boyle saca al género del ghetto con la estupenda 28 Dias Después (2002), y los grandes estudios desentierran a El Amanecer de los Muertos (2004), generando una remake que es alabada por todos y atrae la atención sobre su joven director, Zack Snyder. Y de pronto… todo el mundo comenzó a filmar películas de zombies, sean de todo tipo y color, con un éxito resonante: ya sean las adaptaciones del juego Resident Evil, la secuela 28 Semanas Después, la comedia de culto Shaun of the Dead… incluso con joyitas independientes como The Girl With all the Gifts y hasta Brad Pitt embarcado en el apocalipsis zombie con la taquillera Guerra Mundial Z. El único ignorado en toda esa movida es el mismo Romero, al que nadie llama para alguno de estos proyectos (o, como Resident Evil, se lo terminan quitando) y quien sigue teniendo problemas para obtener fondos para sus películas. Al final Romero terminará cediendo y volverá al género zombi con La Tierra de los Muertos (2005), El Diario de los Muertos (2008) y La Supervivencia de los Muertos (2009), su último film y su despedida del género.

Pocos directores de género han mantenido un nivel constante de creatividad e inteligencia como el de George A. Romero. Un tipo que hacia horror pensante, que creaba historias memorables, que no escatimaba esfuerzos a la hora de shockear. Un artesano experto en lo suyo cuyo legado – desde este domingo 16 de Julio de 2017 – ha pasado a la inmortalidad.