Crítica: Armageddon (1998)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1998: Bruce Willis (Harry Stamper), Billy Bob Thornton (Dan Truman), Ben Affleck (A.J. Frost), Liv Tyler (Grace Stamper), Steve Buscemi (Rockhound), Will Patton (Charles ‘Chickie’ Chapple), William Fichtner (Coronel Willie Sharp)

Director: Michael Bay, Guión: Jonathan Hensleigh & J.J. Abrams

Trama: Nueva York ha sido bombardeada por meteoritos. Estos son la avanzada de un gigantesco asteroide, conocido como “Dottie”, cuya masa – del tamaño del estado de Texas – lo convierte en un “exterminador global”, capaz de producir un enorme cataclismo que asesine todo tipo de vida sobre la Tierra. Ahora el director de la NASA, Dan Truman, ha examinado todas las alternativas posibles, y ha llegado a la conclusión de que la única manera de detener la amenaza es plantar una bomba atómica en el centro del asteroide. Pero, para ello, precisa perforadores profesionales y no astronautas. Así es como se decide a contratar a Harry Stamper y su equipo, los mejores perforadores del planeta y que se encuentran ahora en una plataforma petrolera en las afueras de China. Y si bien Stamper y sus hombres han pasado el riguroso entrenamiento de emergencia al que han sido sometidos, pronto descubrirán que la hostil naturaleza del asteroide es muy distinta a cualquier superficie que se hayan topado en la Tierra… provocando una serie de imprevistos que agotan el tiempo en que pueden plantar la bomba y demoler la roca antes que se transforme en una amenaza para todo nuestro planeta.

Armageddon Hay una diferencia muy grande entre una película mala espantosa y una película mala divertida. La segunda tiene tantos gaffes que uno se divierte despedazándola, o al menos el director ha tenido tanta buena onda que se ha dado cuenta de que el argumento es un asco y ha decidido tomárselo en sorna. En cambio, en el primer caso, todo es demasiado serio o al menos está plagado de actitudes chocantes, de esas que agreden al espectador y pretenden imponerle su trama aberrante como si se tratara de la Verdad revelada. Hay muchas pistas en Armageddon que indican que el director Michael Bay quiso hacer una pelicula mala divertida. Hay demasiados chistes, hay demasiadas situaciones absurdas, pasan tantas cosas en pantalla que superan lo creíble. El problema es a) la mayoría de esas situaciones no son tan cómicas como Bay pensaba; b) la mayoría del tiempo se alternan con escenas ridículamente serias, pedantes y, cuando no, soberbias; y c) la edición esquizofrénica de Bay – con millones de planos por segundo – no contribuye a que uno termine por perdonarle algo a un filme que resulta demasiado prepotente desde el vamos.

Le soy sincero: he aprendido a encariñarme con Michael Bay. Creo que es un mal director que – como Roland Emmerich – ha aprendido a pulir de tal modo su arte para terminar generando excelentes películas malas. Emmerich ha alcanzado el pináculo de su talento con 2012, y Bay lo ha logrado con las entregas de la saga Transformers. Si uno las analiza en el papel verá que los diálogos son abominables y la trama es insoportablemente boba pero, cuando el director pone dichas escenas en cuadro y les añade efectos especiales, consigue la inercia propia de un ballet y las cosas funcionan en el sentido último de la palabra “pochoclero”. Uno se rie de un chiste acertado pero también se rie de una rutina muy ridícula y, cuando llega la acción, el director despliega todo su talento para conseguir el factor Wow! en donde uno queda boquiabierto luego de ver algo imposible en pantalla. Lamentablemente llegar a ese grado de mediocridad perfeccionada lleva tiempo, y uno puede ver las simientes de dicho proceso en un filme como Armageddon. Acá Bay todavía no había aprendido de las bondades de la acción en cámara lenta – algo que recién mamaría después de ver los filmes de Zack Snyder – y todo se ve demasiado frenético. Llega un momento – como las secuencias que ocurren a bordo del asteroide – en el que resulta imposible seguir la acción en pantalla. Eso es lo que ocurre con los directores “de video” que ensamblan todo para que se vea bien en una pantalla de TV (o en una cámara de video, como la que utilizan para chequear la minuta del rodaje), pero son incapaces de imaginar el desborde visual que le supone a un tipo sentado en la décima fila de un cine con una pantalla gigante de 15 metros de largo enfrente suyo. Más que disfrutar del filme, lo que obtiene el espectador es una experiencia convulsiva.

Aún en el caso de que la edición esquizofrénica de Bay redima a la película en la pantalla chica, hay que reconocer que el argumento de Armageddon es un desastre. Resulta sorprendente ver la cantidad de talento involucrado en este despropósito – J.J. Abrams, de la serie Lost, Alias y la nueva Star Trek; Jonathan Hensleigh, el mismo de Duro de Matar 3 y The Punisher; y hasta Tony Gilroy, de la trilogía Bourne y Michael Clayton -, tipos de brillo reconocido que parecen haber redactado el libreto luego de una noche de borrachera y drogas de mala calidad. No sólo los personajes son clichés terribles, sino que parecen escritos con una prepotencia abominable (como si fueran argentinos?; ups!, no quise decir eso). Bruce Willis bombardeando a pelotazos el barco de Greenpeace que quiere detener la perforación petrolera en la que trabaja; persiguiendo a escopetazos a Ben Affleck en la mencionada plataforma luego de descubrir que se acuesta con su hija; exigiendo toneladas de idioteces – que van desde no pagar impuestos de por vida hasta que le revelen quien mató a Kennedy – como parte de pago por sus servicios; abordando una estación espacial rusa que se cae a pedazos y siendo comandada por un astronauta que vive pasado de vodka… son tantas las situaciones espantosas que uno termina odiando el filme mucho antes de que termine. Si la intención de los libretistas era dejar en claro que la idea les parecía ridícula, podrían haberlo expresado de otra manera o con mas talento (¿por qué no hacer directamente una comedia?). Pero así como los guionistas son culpables, también lo son el director y el productor, quienes consideraron que este pedazo de estiercol podía dar a luz algo decente y decidieron darle luz verde. Y terminaron con este engendro sobreproducido, absurdo y ridículo por donde se lo mire, otro ejemplo avergonzante en el cual los detractores del cine yanqui podrán hacerse una fiesta destrozándolo por el resto de sus vidas.