Crítica: Alligator, La Bestia Bajo el Asfalto (Cocodrilo!) (1980)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1980: Robert Forster (David Madison), Robin Riker (Marisa Kendall), Michael Gazzo (jefe de policía), Henry Silva (Coronel Brock), Perry Lang (Jim Kelly), Bret Braverman (Kemp), Sydney Lassick (Gutchell), Dean Jagger (Slater)

Director: Lewis Teague, Guión: John Sayles, Musica – Craig Husley

Trama: El detective David Madison debe investigar la aparición de numerosos miembros mutilados pertenecientes a distintos cuerpos. Los restos fueron hallados al final de las instalaciones sanitarias de la ciudad. Junto con el oficial Jim Kelly, Madison se adentra en las cloacas de la metrópoli en busca de pistas; pero Kelly es atacado y devorado por un gigantesco cocodrilo de más de 12 metros de largo. La pesquisa lleva a Madison a deducir que el cocodrilo ha mutado a enormes proporciones, gracias a devorar los restos de cadáveres de perros utilizados para la investigación de una droga experimental para el crecimiento de animales.

Alligator Alligator es un modesto pero efectivo film clase B de la década del ochenta. Es una entrada algo tardía en la era de clones posteriores a Tiburón (1975), pero al menos tiene el ritmo suficiente como para no resultar una regurgitación de una historia tan remanida.

La premisa base del libreto es una típica leyenda urbana norteamericana – la de los cocodrilos que viven en los desagües de la ciudad -. El sistema de red cloacal es una excusa válida para desarrollar un juego del gato y el ratón, con la copia obvia de las secuencias de ataque de Jaws. No hay nada demasiado original aquí que no figure tanto en el film de Steven Spielberg como en las películas de monstruos de los años 50: criatura mutante comienza a atacar a la gente, nadie cree a nuestro héroe, está el científico de turno que apoya sus teorías, las autoridades proscriben al héroe, y al final el monstruo sale a la luz del día con el típico final feliz de la muerte de la criatura y redención pública del protagonista. Al frente del elenco está aquí Robert Forster – cuando aún sabía actuar -, que le da una performance completamente relajada a su rol. El resto de los secundarios están ok – figura incluso Dean Jagger, el mismo de X, The Unknown (1956), un seudo clon de la saga Quatermass producida por la Hammer -, con la obvia excepción de Robin Riker, que es la típica Playmate puesta en el inadecuado rol de científica.

Donde Alligator triunfa por encima de la mediocridad de otros clones de Tiburón y filmes similares (como Lake Placid), es que al menos los protagonistas tienen sentido del humor. El guión de John Sayles es muy bueno para darle personalidad a los caracteres, saliendo con ocurrencias pintorescas – en un momento, lo único que hallan de un cadaver es un dedo gordo; el forense le dice a Forster que debieron hacerle un entierro, a lo que replica que debieron haber utilizado un ataud muy pequeño -, lo que le da colorido e interés a una trama ya conocida por todos. En el cast figura Henry Silva, en el rol del gran cazador blanco, quien tampoco se toma demasiado en serio el papel – la parte en que explica a la periodista interpretada por Sue Lyon (la Lolita original) cómo los cocodrilos se llaman para aparear es hilarante -. A su vez el director Lewis Teague (Cujo, Los Ojos del Gato) es lo bastante competente como para rodar bien las escenas de ataques y, fundamentalmente, para disfrazar excelentemente el escaso presupuesto de efectos especiales que contaba la producción. Los FX son convincentes y en ningún momento se notan las diferencias entre un cocodrilo real filmado con efectos fotográficos y una maqueta superpuesta junto con los actores.

Alligator es buena y entretenida, sin ser memorable. No daña el cerebro, tiene sus momentos y tiene buenos diálogos. Si la captura por el cable, déjese morder por ella.