Crítica: Akira (1987)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorJapón, 1987: con las voces de Mitsuo Iwata (Shôtarô Kaneda), Nozomu Sasaki (Tetsuo Shima), Mami Koyama (Kei), Tesshô Genda (Ryûsaku), Hiroshi Ôtake (Nezu)

Director: Katsuhiro Otomo, Musica – Susumu Miyodangawa & Shoji Yamashiro, Guión: Katsuhiro Otomo & Izo Hashimoto, sobre el comic de Otomo

Trama: 1988: una explosión atómica ha devastado Tokio. Ahora, 31 años después, la ciudad ha sido reconstruida pero el tejido social se está desgarrando. Revueltas civiles, anarquistas, pandillas callejeras y toda clase de violentos criminales asolan las calles de Neo Tokio, mientras que se ha erigido un estado policial. Tetsuo, miembro de una pandilla de motociclistas, cae herido en una refriega contra otra banda rival. Al mismo tiempo, un chico deforme aparece sorpresivamente en el lugar, a la vez que se encontraba huyendo de la policía. A la escena acuden numerosas fuerzas armadas que se llevan al chico y a Tetsuo a una instalación militar secreta. Los compañeros de banda de Tetsuo desconocen el paradero de éste, y uno de ellos – llamado Kaneda – se topa con Ryu, una chica que pertenece a la guerrilla. Kaneda se une a las fuerzas guerrilleras, y junto con la chica penetran a la base militar, para descubrir que allí se realizan experimentos genéticos para desarrollar el poder síquico de los pacientes que retienen contra su voluntad, y descubrir a un elegido, un ser todopoderoso que pueda controlar una descomunal fuente de energía conocida como Akira.

Arlequin: Critica: Akira (1987)

      Uno no es especialista en manga ni animé (los equivalentes japoneses del comic y la animación occidentales). Con lo cual, para realizar alguna referencia histórica previa sobre el género, termina por acudir a Internet. Y uno se lleva la sorpresa de que Akira resulta ser la versión animada de una tira que Otomo publicó entre 1982 y 1990.

Cuando digo sorpresa es porque en la traducción de la historia a la pantalla grande uno se topa con bastantes agujeros de lógica en el relato, cosa que no debería suceder en un universo creado y madurado durante tantos años en el comic, y trasladado al cine de la mano de su creador. En general, lo poco que he conocido del animé siempre me ha resultado así, con genios de delirante creatividad desarrollando historias que evolucionan y se complican en exceso, hasta el punto que, visto a la distancia, resulta absolutamente incoherente. Como si fueran culebrones de lo fantástico, donde los personajes mueren, resucitan en otro nivel y con mayores poderes, se fusionan y dividen con otros, y viven en universos de reglas no siempre demasiado lógicas. Akira no llega a esos extremos, pero denota a veces un exceso de pretensiones del autor que no siempre están reflejadas de modo entendible en la pantalla. O, como suelo concluir, el torbellino de ideas termina por enredar al autor, y éste prefiere narrarlas en una forma enigmática, dejando finales abiertos y de libre interpretación, como el caso de este film.

Akira se ha constituído como el referente del animé japonés con el paso de los años. No tiene demasiadas cosas diferentes de otras obras cyberpunk que han venido de la tierra del sol naciente. Hubo un holocausto, hay una ciudad reconstruída, un estado de fuerte presencia policial, una guerra civil en ciernes enarbolada por la juventud disconforme. Hasta allí, la trama es similar a bastantes productos post Akira (que posiblemente hayan tomado de este film las ideas básicas del escenario) como Evangelión o Cowboy Bebop. Donde la cinta empieza a distanciarse y tomar vuelo propio, es en lo que los militares se encuentran buscando tras los experimentos genéticos. Comenzando por el McGuffin de la historia, que todos llaman Akira y que recién se explica tibiamente hacia el final de la película. Al principio Akira parece ser una presencia divina que se encuentra en todas las cosas (¿la fuerza?), después resulta ser una fuente de energía alimentada por el conocimiento y la vida de las generaciones pasadas, pasando por ser una especie de mesías que la gente espera para acabar con el estado policial, y resultando que es el ser primigenio que llamó la atención a las fuerzas militares sobre la potencia de los poderes síquicos. Si es esta última la explicación definitiva, no queda claro como el nombre de un chico sujeto a experimentación secreta pasó al conocimiento público (en muchos pasajes del film, la gente viva a Akira).

Después está el hecho del accidente de Tetsuo que, casualmente, se topa con uno de los chicos que se han escapado del complejo secreto. No resulta claro por qué el chico deforme escapa, o por qué la gente de la revolución estaban esperando que desertara. Tampoco por qué los militares dejan al resto de la banda con la policía, y se llevan sólo al inconsciente Tetsuo. Lo cierto es que los estudios (más alguna que otra manipulación) despiertan los poderes ocultos de Tetsuo, que aumentan exponencialmente a medida que transcurre el film. El origen de Tetsuo es desconocido, y uno podría asumir sobre el final del film, que es el hermano desconocido de Akira. Cuando decide escapar del complejo militar, arrasando edificios enteros, acude hacia donde se encuentra Akira, sin quedar claro si es por curiosidad o porque la fuerza que lo domina lo llama a ese lugar.

El siempre indefenso Tetsuo se transforma en un Dios vengativo, devastando porciones enteras de la ciudad. Las escenas del combate de las fuerzas militares con Tetsuo son impresionantes, y gráficamente muy violentas. Nunca mejor expresado el paralelismo divino de Tetsuo cuando se encuentra en el estadio devastado, sentado en un sillón de piedra, que asemeja a un dios griego en el olimpo. Y del encuentro con los restos de Akira – conservados en frascos de laboratorio – uno puede deducir que las pruebas se basaban en implantar células del ser original a los sujetos de la experimentación. Así mismo no queda claro si la explosión atómica original se debió a un encuentro similar con Akira originalmente hace tantos años, o si como fruto de la explosión atómica se desarrollaron una raza de super seres esperando ser despertados.

Es a partir de esa escena del estadio que el film se lanza a una interpretación metafísica, si se quiere, al estilo 2001, Odisea del Espacio. El super ser transformándose en un ente orgánico gigantesco; y Akira renaciendo como una fuente de energía que devora todo, incluso a la masa orgánica y a los chicos mutantes, tragándose media ciudad hasta convertirse en una mini nova (¿un mini universo?) donde todos se fusionan en uno solo. Incluso se hace un guiño con la posibilidad que la nueva fuente de energía haya pasado a Kaneda, cuando éste la atrapa con la mano (¿pensado para una secuela?). Se podría interpretar que Akira ha recuperado todas sus partes para culminar con su tarea de evolución y elevación. O, cínicamente, que el director tomó un atajo para intentar poner algún tipo de final – la otra opción era dejar a dos dioses antagónicos reglando la Tierra -.

En cuanto a los personajes están bien escritos, y las situaciones bien desarrolladas. Ciertamente el futuro descripto en el film es algo conservador – lo cual no es demasiado desacertado, si analizamos como ha evolucionado la tecnología desde 1987 hasta hoy -, pero cumple con su cometido. Pero Akira es un film muy potente en lo visual, muy bien desarrollado en la mayoría de los casos, y rico de ideas, aunque muchas de ellas no resulten coherentes con lo que venía contando la trama, pero que terminan compensando sobradamente esos huecos argumentales.