Crítica: A de Andrómeda / El Proyecto Andrómeda (2006)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 2006: Tom Hardy (John Fleming), Charlie Cox (Dennis Bridger), Kelly Reilly (Christine Jones), Jane Asher (Madeleine Dawnay), David Haig (General Vandenberg)

Director: John Strickland, Guión: Richard Fell, basado en la miniserie de 1961 escrita por Fred Hoyle y John Elliot

Trama: John Fleming, Christine Jones, y un grupo de científicos están comisionados a la construcción de una estación interceptora de ondas de radio con fines militares. Pero en una de las pruebas, Fleming comienza a recibir señales inteligentes que provienen del espacio – precisamente, de la nebulosa de Andrómeda -. Los militares quieren echar al científico, ya que ése no era el propósito del proyecto; pero Fleming frena la movida, argumentando que ha descifrado la señal y que se trata de una serie de instrucciones binarias con información para construir una moderna computadora. Al mismo tiempo Fleming comienza a espantarse de la magnitud de los acontecimientos, creyendo de que el ordenador no es más que una avanzada para una futura invasión alienígena. Y las cosas terminarán por salirse de control cuando la supercomputadora comience a funcionar y empiece a brindar información sobre cómo construir un ser viviente sintético.

El Proyecto Andromeda (A de Andromeda) A todos los pueblos les gusta la ciencia ficción, sólo que con distintos matices según la nacionalidad. A los norteamericanos le gustan los superhéroes y los invasores del espacio; a los japoneses le fascinan los monstruos atómicos gigantes y los futuros de ultratecnología; y a los ingleses les deleita los viajes en el tiempo y la sci fi puramente intelectual. En la época en que el Japón coqueteaba con trajes de goma y los yanquis mostraban platos voladores colgando de hilitos, en la isla británica la BBC impulsaba obras televisivas serias y escritas por autoridades del género. El puntal de esa movida estaba dado por Nigel Kneale y sus seriales de Quatermass, pero después vendría Dr. Who e innumerables tiras y miniseries, que van desde adaptaciones de El Dia de los Trifidos, La Guia del Autoestopista Galáctico, Los Tripodes hasta Blake 7; y a su vez podemos sumar otras producciones británicas no procedentes de la BBC, como es toda la obra de Gerry Anderson – Cosmos 1999, Invasión UFO, los Thunderbirds, etc -.

Entre toda esa tanda de producciones figura A de Andrómeda, una obra escrita por el astrónomo Sir Fred Hoyle y el escritor John Elliot, que fuera producida por la BBC en 1961. Lamentablemente los originales de la serie se perdieron – la emisora borraba y reciclaba las cintas -, algo que la BBC se lamentó hasta el día de hoy. La miniserie tuvo su suceso y poco tiempo después filmaron la secuela The Andromeda Breakthrough en 1962, de la cual aún se mantienen las grabaciones. Tal sería el impacto de A de Andrómeda que tendría una remake en la TV italiana en 1972, amén de influenciar a numerosos autores del género – de hecho, la primera mitad de Contacto de Carl Sagan sigue con estricta fidelidad los pasos de la obra de Hoyle y Elliot -.

Y ahora, en el nuevo milenio, la BBC se dispuso a hacer remakes de sus obras más recordadas. Así que en el 2006 le encomendó a Richard Fell – quien había sido responsable de la versión 2005 en vivo de The Quatermass Experiment – que pusiera manos a la obra para montar la historia. Fell redujo la miniserie de cinco horas de duración a los 90 minutos de un típico filme, y lo presentaron como película de la semana en marzo del 2006 con muy buenos ratings.

Pero la versión 2006 de A de Andrómeda tiene un buen caudal de problemas. No tiene nada que ver el modesto presupuesto de producción ni las performances de los actores, sino que la dirección es tibia y le falta tiempo de metraje para crear clima. Aquí hay un científico que descubre por casualidad una señal que proviene del espacio – precisamente de la nebulosa de Andrómeda -, y que tiene las instrucciones codificadas para crear una revolucionaria computadora. El protagonista – Tom Hardy, que hizo de villano en Star Trek: Nemesis – desconfía del regalo alienígena, ya que piensa que se trata de una caja de Pandora. El ordenador puede tomar por asalto los sistemas informáticos de la Tierra, o bien puede estudiar nuestras debilidades como una avanzada de inteligencia para una invasión extraterrestre. El libreto va muy bien sobre ese punto – el conflicto de Fleming entre aceptar o rechazar el regalo; la desconfianza acerca de las verdaderas intenciones de los aliens -, pero le falta enfoque en el resto. Las relaciones interpersonales de los científicos – que termina siendo un punto de gran importancia en el desarrollo de la historia – quedan desdibujadas; la toma del proyecto por parte de los militares es un desgastado cliché; la cuestión del espionaje interno no está desarrollada como corresponde. Y cuando el ordenador ordena (y termina por crear) un ser humano sintético, el shock queda diluído. Aquí la científica y ex amante de Fleming muere, y cuando aparece el ser sintético resulta ser un clon de ella. Pero el director John Strickland es incapaz de generar el impacto que merecía semejante revelación. Y las interacciones entre Fleming y Andrómeda (el clon sintético) carecen de la profundidad que el relato requería. Porque, en el fondo, la resolución de la trama se fundamenta en que Fleming es capaz de despertar el alma del clon alienígena y apelar a sus sentimientos. Pero para ello el filme precisaba media hora más de desarrollo, cosa que lamentablemente no tiene.

A de Andrómeda plantea preguntas interesantísimas y algunos debates deliciosos, con lo cual sobrevive a las pifias de la producción ya que es una historia a prueba de balas. Repito: no hay nada deleznable en el filme, sólo que precisaba una historia menos comprimida y un mejor director. No hay rayos laser ni aliens verdes con ocho tentáculos, sino que todo pasa por lo intelectual; pero esta versión tiene la pasión algo diluída, y le falta enfoque de ideas. Es una lástima, ya que tenía todos los condimentos para convertirse en una obra maestra.